6: A las puertas del infierno

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Capítulo 6: A las puertas del infierno

Parte I

Otra vez se paraba el tiempo… Otra vez el silencio mudo de la muerte se cernía sobre un nuevo campo de batalla. Ambos ejércitos se encontraban encarados a ambos lados del prado colindante a Lyndiar, mientras un silencio sepulcral solo era roto de cuando en cuando por los gruñidos de los perros de guerra.

SoulKiller, con todos y cada uno de sus músculos en tensión, se preparó para conjurar las palabras que le podían llevar a las mismísimas puertas de la parca. Pasó páginas hasta encontrar a ilustración de los 10 dragones del Apocalipsis. Decidido, empezó a conjurar…

-Draco… -empezó a decir SoulKiller-

-¡YIEEEEEEH! – Un grito rompió por completo el silencio del campo de batalla-

De entre los matorrales de la linde del bosque que rodeaba Lyndiar, apareció Elve, con los pantalones bajados, corriendo a saltitos.

-¡Que ya ni m’esperáis para empezar a daros de hostias, ni puedo cagar a gusto ya!

Esta vez fueron las risas las que rompìeron el silencio. Diez mil carcajadas a la vez, hombres tirados por el suelo llorando de la risa y los perros inquietos sin comprender el la distensión del ambiente. Una vez que Elve se subió los pantalones y tomó lugar en las filas, se recobró la compostura en el campo de batalla.

-¡YIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH! ¡POR LA GLORIA DE DEVIRNYA! –gritó Axel, espada en mano, azuzando a su perro de guerra de tamaño descomunal-

Ambos frentes empezaron a correr, uno contra otro. La batalla había comenzado. Las primeras muertes se sucedieron por las víctimas de las flechas acompañadas de los gritos de dolor de los desafortunados. El choque fue espantoso. La macabra escena de miembros cercenados por las lanzas estremeció el alma de más de uno pero, enardecidos por el grito de Axel, los soldados siguieron adelante asumiendo el destino que podía esperarles.

SoulKiller comenzó a conjurar con la mente en blanco.

-Draco sanctus, vine a meus ciel, vine an teu apocalipti, vine a simbere mortem…

Los cielos se cubrieron de nubes a la par que truenos y relámpagos caían sobre las tropas enemigas. Entonces, de entre las nubes, un impresionante dragón de color dorado descendió, acabando con cientos de vidas de una sola pasada sobre las tropas enemigas. Sólo era el primero, pero sucedió un imprevisto. Otro dragón, más pequeño, apareció de entre las nubes. Se lanzó de cabeza contra SoulKiller, preparándose para lanzarle una llamarada y convertirle en panceta requemada. Entonces…

-¡YIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!

Sombra Alada apareció, gritando, con los ojos inyectados en sangre, lanzando una llamarada a la cabeza del dragón enemigo. Ella era cinco veces más grande que su oponente y, tras lanzarle una llamarada que lo dejó débil y confundido, se apresuró a arrancarle la cabeza de un bocado. Aterrizó junto a SoulKiller en posición de defensa, respirando irregularmente por la rabia que la consumía. El que se atreviere a intentar matar a SoulKiller tendría que hacerlo por encima de sus escamas.

SoulKiller continuó conjurando. Aparecieron uno, dos, tres… Cada vez que repetía el conjuro, un nuevo dragón de tamaño similar al anterior y de color diferente aparecía de entre los cielos arrasando con las tropas enemigas. Una vez apareció el décimo y último dragón, SoulKiller se detuvo. Guardó el libro de invocación de dragones en la bolsa que colgaba del cuello de Sombra Alada, tambaleándose. Dio media vuelta y el mundo se volvió borroso. Los gritos de dolor eran puñaladas en su cabeza y cada muerte producida por los dragones le dolía a él mismo. Cayó al suelo, todavía consciente.

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