10: El final de la guerra del viento oscuro

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Capítulo 10: El final de la guerra del viento oscuro

Parte I

Por fin y desde hacía mucho tiempo, todo estaba en orden. La paz reinaba en el mundo conocido y los habitantes del Reino de Devirnya, el único existente en el momento, podían vivir pacíficamente salvo por algunos saqueadores y maleantes, que no desaparecían a pesar de las advertencias y los ajusticiamientos públicos que deberían de servirles como escarmiento. No había ninguna otra facción contra la que guerrear y, si aparecía alguna algún día, sería en tiempos muy lejanos, así que los tiempos de paz parecían haberse establecido por un tiempo.

Eran mediados del séptimo mes del año 157 de la Segunda Era. Hacía poco, SoulKiller y Aledis cumplieron años, los días 5 y 7 del séptimo mes, pero ése día, el 16, era un día funesto para todos. Era hora de enterrar a Hans por los ritos nórdicos y el recordatorio de que su buen amigo había abandonado el mundo entristecía a SoulKiller sobremanera. El funeral fue muy solemne y buena parte de las tropas y ciudadanos de Bredhner asistieron al evento. Una vez terminado, un lúgubre banquete fue celebrado en el gran salón. Mientras algunos reían y comían ávidamente mientras charlaban, la compañía permanecía en una mesa aparte, charlando tranquilamente en voz más baja posible. Ante todo, era un banquete en honor a un difunto, no una fiesta.

-Era un gran tipo... -dijo Elve- A pesar de ser un protegido de los demonios y un mujeriego...

-Ahora estará con su prometida, que murió en el incendio-dijo Soul- A saber lo que estarán haciendo...

-Echo de menos sus piropos... -dijo Ildyar-

-Y yo darle capones por tirártelos... -dijo Kai, sonriendo apenado-

-Era un gran soldado y un gran tipo, brindemos por él... -dijo Axel, dándole con el codo a Sylar que estaba cabizbajo, casi sollozando-

Todos brindaron por él deseando que lo pasara lo mejor posible en el otro mundo... Y vaya si lo pasaba bien.

Parte II

Tras decir sus últimas palabras, Hans sintió cómo su cuerpo se desmaterializaba y flotaba sobre la escena. Vio cómo Darking se levantaba e invocaba la guadaña. “Maldito sea yo mismo...” pensó Hans “Lo primero que haré al revivir será recuperar a Desgarramentes... Como ese desgraciado la pierda...”.

Entonces, vio una luz en el cielo. Poco a poco fue ascendiendo hacia ella y dos valkirias le dieron la bienvenida al Valhalla. Una de ellas, con un misterioso bulto en la garganta, se acercó a él y, directamente, se lanzó a darle un beso con lengua. “Vaya, esto debe de ser lo que llaman llegar y besar el santo” pensó Hans. Entonces, la valkiria puso su mano sobre el pene de Hans. Este, dispuesto a dejarse llevar, buscó la entrepierna de la valkiria y... y... Ahí había algo raro con mango. Hans dio un respingo y se asustó. Dio un paso atrás zafándose como buenamente pudo de la valkiria y puso una mueca de entre susto y disgusto. La valkiria empezó a reírse y marchó puertas adentro con la otra valkiria. Hans entró por la puerta y, entonces, la Diosa Hella, de la muerte y la tortura, apareció ante él.

-¿Dónde te crees que vas, mero muerto? –dijo, con voz de autoridad-

-Pues... He muerto defendiendo a un amigo y he aparecido aquí, así que...

-¿Cómo...? –dijo Hella, impresionada- Cuéntame tu historia.

Aparecieron entonces en los apostentos de la Diosa Hella. Era preciosa, cumplía el tipo de la mujer nórdica; Rubia y con ojos verdes. Tenía unos senos generosos y unas curvas llevas de lujuria a cada milímetro que se recorrieran con la vista o con el tacto. Hella se sentó en la cama e invitó a Hans a tomar ejemplo. Hans se sentó y le narró las historias hasta el mismísimo momento de su muerte. Hella le escuchó embobada, sin quitarle ojo de encima y poniendo expresiones dependiendo de los momentos que narraba; Pena, tristeza, sorpresa, dolor...

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