SOFIA BERFIELD I

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Ella guardaba el silencio opresor que la hacia agachar la cabeza y dejarse domar. Veía a su alrededor y veía lo que perdía. Todo por no ser hombre ella quedaría condenada con un niño de 18 años con el cual nunca había convivído. Contemplaba en su entorno como otras parejas sonreían, lo felíces que se mostraban. Ver a la niña que cantaba el aria era el único gozo del cual podía sonreir.

Ignoraba, sentada, los juramentos que le hacían. A ella y el nuevo rey. Ella quería escapar...

El sonido de copa la hizo voltear. Vío a su padre despreocupada. Con la vista vacía.

Su padre salió y sus invitados de honor tomarón esto como una ofensa. Por supuesto, Sofia se escandalizó.

- ¿Qué pasa con tu padre? -Preguntó en la angustia, Albert.

Ella negó con la cabeza. Se levantó del haciento mientras decía:

- Ahora vuelvo -Y echó a andar detrás de él.

Su escolta, dos gorillas grises de armaduras oscuras y cascos en forma de ciervo salieron detrás de ella echando chispas.
Ella corría lo más que podía pero él se perdía porque sabía que no debía ser atrapado, no podía saber ni que escribía en la nota que le colocó al ave mensajera. Nada de ello se podía enterar.

Lo perdió al fin en su alcoba. Ella entró sola. Por más que buscara en el castillo de Carreiron, no lo encontraría. Así que sabía que volvería a su habitación.

Y después de largos minutos de espera. Regresó y encontró a Sofia admirando la pintura de cuando era niña. Pegada arriba de la cama de su padre. Esos vestidos esponjados en los brazos y de holanes voluminosos con franjas doradas ya no eran nada para su actualidad más que recuerdos caseros que le devolvía la felicidad.

- ¿Recuerdas esa pintura? -Dijo sin darse cuenta que en sus ojos se desbordaría pronto una avalancha de recuerdos líquidos llamados: lágrimas - porque yo sí. Fue la primera vez que me probé uno de esos vestidos ostigosos.

- Los odiabas -Respondió su padre.

Sofia pergeñó una sonrisa de melancolía. Dio vuleta y caminó.

- Sí, pero ya no.

En la habitación de su padre se hallaba una mesa redoda de marmol tallado a mano, con la orilla de oro. Y los asientos acojinados con pieles de león. Ambos tomarón asiento.

- ¿Por qué saliste corriendo?

- Porque me sentí presionado, sólo eso.

Sofia no creyó y volvió a presionar. La respuesta fue la misma con una reacción más abrupta que la anterior.

- Aveces sólo necesitas despejarte de todo -Finalizó.

Sofia asintió.

- ¿Y cómo te despejas de un matrimonio que no quieres?

Su padre la miró profundamente por un par de segundos. Le entregó aquella mirada de disgusto y desaprobación que daba cuando recibía malas noticias.

- ¿Cómo me desago de una presión así, eh padre?

- No lo haces. Vas a estar con ese niño y vas a tener un heredero varón.

- ¿Acaso crees que quiero estár con ese niño? -Decía alarmada- ¿Crees que quiero tener un hijo de ese niño?

- No es si quieres o no. Lo vas a tener.

- ¿Y qué si sale niña a la primera?

- Pues lo intentan a la segunda o tercera, cuarta. Yo qué sé. Tú no dejarás de estar con ese niño hasta que tengas de él un varón.

- ¿Y si él...

- Lo vas a obligar a tener un varón y se acabó -Corta lo más amenazante- No quiero que pongas peros, ni excusas. Tú te cogerás a ese niño las veces necesarías para tener a un heredero varón. Si hay niñas en el camino las entregarás a Señores de grandes casas para que tengan una buena vida.

- Yo no venderé a mis hijas.

- ¡TÚ HARÁS TODO LO QUE YO TE ORDENO! -Preceptua vociferando y suena tan cortante que Sofia no dice nada- .Le debemos mucho a los malditos Stone.

- ¿A qué te refieres? -Cuestiona intrigada.

- Nada.

- No. Nada de nada. ¿Por qué le debemos mucho a ellos? Ellos no han hecho nada por nosotros. Ellos nos deben su libertad de la esclavitud...

- Y nosotros les debemos el reino -Interrumpe secamente.

Sofia no entiende el significado pero algo sí es obvio. Su cara de sorpresa. Las cejas alzadas, los ojos presionados y la boca secándose sólo expresan su súbita respuesta.

- Ellos apoyarón en la Guerra de La Demencia. Mark era un gran estratega, un gobernante ejemplar y un gran guerrero que siempre envidíe.
>>Recuerdo la última vez que cabalágamos juntos. En Bosque Escondido, de camino a Las Torres Rojas para hablar con Guil y hacer que se uniera a nosotros. Ya íbamos ganando y pronosticábamos que la guerra terminaría en unos meses. Yo ya había perdido a mucho de mi ejercito y eso me enojaba.
>>Esa noche íbamos él y yo solos. Coloqué un par de trampas que hicieran creíble que nos emboscaron. Forcejeamos un par de veces antes, pero nada se comparaba con aquella pelea. Lo vencí con ayuda de las trampas. Lo amarré a mi caballó y lo llevé a una guarida que mandé a construír, un sitio donde nadie más que cinco personas y yo sabíamos donde estaba. Las otras cinco personas ya estaban muertas para ése momento.
>>Y ahí...

Las palabras parecían costarle salírle de la boca. Eran para él dolorosas de pronunciar y ardientes de recordar. Sus ojos se mancharón de culpa. Una culpa ácida que demostraba que ahora se arrepentía.

- ¿Tú... tú lo... -Sofia ni siquiera pudo terminar la pregunta

No fue necesario para que lo hiciera. Jaime sabía lo que iba a preguntar. Asintió.

- Por los Dioses -Comentó Sofia, quedito, mientras se ponía de pié.

- Ahora debes casarte con el niño como muestra de gratitud.

- ¿Gratitud? -Sonrié sarcásticamente- ¿Me hablas de gratitud? -Prosigue en sorna vociferando-  Tú eres él que no sabe de gratitud. Tú matáste a Mark Stone por envídia. Por celos de que logró lo que tú nunca lograste. Respeto por el pueblo. ¿Y ahora soy yo la que he de pagar tus errores?

- ¿En dónde estaríamos de no haber hecho eso? -Se levanta e impone su simple postura- Estaríamos en Puerto Escondido siendo nada más que los sirvientes de alguien más.

- Al menos seríamos felíces.

- ¿Y de qué sirve ser felíz?

- Es algo que tú nunca conoceras -Su tono de voz disminuye tranquilizándose. Aunque el caracte no. Aún permanece seria.

Ocurre el silencio más caustico que ellos dos pudieron haber vivído. Después de la pelea, viene la calma. Pero no después de ésta. Aún falta y ambos lo saben.

- Estarás con el niño, quieras o no -Rompe el silencio Jaime, calmado- .Tendrán hijos. Vivirán aquí y luego ocurrirá lo que deba ocurrír.

- ¿Y eso que es? -Cuestiona confundida.

- No sé -Da media vuelta comenzando a andar -. Y vamos afuera que la gente espera...


CRÓNICAS DE GAWRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora