09: No se debe valorar a la gente por lo que tiene

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sino por lo que ES.


Perdí la cuenta de cuantas veces falté a clases solo para hacer aquel camino que nos llevaba a casa de Nana. Fueron muchas mañanas disfrutando de su pan horneado y divirtiéndonos con los niños. Fueron muchas mañanas en las que, sentado en aquel lugar tan diferente, me vi a mí mismo siendo alguien feliz.

Tal vez detrás de todas estas palabras, exista alguien leyéndolas que no crea que aprendí a querer desde lo profundo de mi alma a Taehyung, casi sin conocer quién era él. Era como si pudiese verlo a través de sus ojos y sintiera su alma vibrar en la misma sintonía que la mía. Habitaba más allá de la razón y no me importa cuántas veces me enrede tratando de explicarlo. Simplemente sucedió. Lo quería, lo necesitaba. Él me daba energía solo con escuchar su voz. Sus pasos me atraían hacía él como si se tratase del polo opuesto de mi imán, era magnético, era cautivador y era mágico. Como si el destino lo hubiese colocado allí para mí.

Es extraño pues, asumir que necesitar a alguien está bien y luego aprendería, a duras penas, cuan equivocados estamos cuando hablamos del verdadero sentido de necesitar. Pero no mentiré, la verdad es que así me sentía. Cuando Taehyung estaba lejos, yo me perdía otra vez en mi mente atormentada de infelicidad y preocupaciones. En cambio, cuando lo tenía cerca, con su humor peculiar y esa sonrisa tierna en su rostro, me regalaba un sorbo de vida.

Los días que pasábamos en casa de Nana empezaron a ser cada vez más frecuentes. Al principio, solo iba con la excusa de acompañar a Taehyung. Luego, todos allí me habían dado un lugar y pronto me sentí como en casa. Leía cuentos, enseñaba a leer a los niños, les ayudaba con sus deberes y con Taehyung inventábamos historias para ellos. Volví a experimentar todo eso que amaba sentir cuando veía las sonrisas y los ojos de sorpresa de quienes escuchaban mis historias.

Podía pasar horas viendo a Tae disfrazarse con las ropas de Nana, fingiendo ser una bruja malvada mientras los niños reían a carcajadas... Tenía esta sensación cálida en mi pecho cada vez que lo miraba y así, solo viéndole, me pregunté a mi mismo en qué momento había dejado de tener control sobre lo que sentía por él. La única respuesta posible fue que probablemente, jamás lo había tenido. El hecho de haberlo conocido me había costado más incertidumbres que seguridades en mi vida. Pero había algo en lo que estaba completamente seguro. Cada vez que lo miraba a los ojos, me sentía como si tuviese un hogar otra vez...

Taehyung había sembrado una chispa en mi alma y conforme acumulábamos  momentos juntos, esa chispa comenzaba a esparcir fuego en mi corazón.

Para cuando abril llegó, Tae y yo éramos inseparables. Y recuerdo con mucha melancolía lo floreado de aquella primavera, donde el aire estaba impregnado por el olor a jazmines y cerezos y donde mi corazón se sentía como si flotara dentro de mi pecho y no como si doliera dentro de él... Taehyung se fascinaba con los colores de sus pétalos y decía que el atardecer era más hermoso en esta estación. Él podía ver la belleza en cada cosa, inclusive cuando alguien no lograba encontrarla. Yo también aprendí a verla, a través de él.

Tal vez ese fue mi primer pequeño error. Vivir a través de él.

Habían pasado 8 o tal vez 9 meses desde la primera vez que él y yo nos encontramos en esa ruta desierta, y parecía que desde ese entonces había olvidado quien era yo antes de haberme topado con él.

Estaba buscando el camino a casa, solía decirme todas las veces que le preguntaba que hacía caminado solo aquella noche en que nos conocimos; pero cuando trataba de refutarle, prácticamente me rendía sin intentarlo. Taehyung jamás responde lo que se le pregunta. Era exasperante y encantador a la vez, pero hasta Yoongi, quien jamás se interesa por nada, creía que algo extraño había en aquel asunto.

La piel de un Principito - VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora