pero pocas lo recuerdan.
Muchas veces me senté a pensar cómo debía comenzar a relatar esta historia. Ser un escritor frustrado a tan temprana edad te deja sin mucha confianza en tus ideas, por lo que no supe de buenas a primeras con qué palabras comenzar, ni cuáles eran las cosas que debía contarles acerca de mi para que comprendieran un poco mejor mi relato. Fueron tantas las veces que ensayé este comienzo que podría compararlo con la cantidad de hojas que contienen los millones de cuadernos que solía coleccionar en un bonito baúl a los pies de mi cama. Tenía esa costumbre de guardar cuadernos y blocks de notas que nunca usaba, tal vez debido al gran deseo de escribir que me perseguía permanentemente. Pensé que jamás llegaría aquel día en que les diera un verdadero uso a aquellos "libros" sin escribir que albergaba, pero alguien extremadamente especial motivó una historia y todos ellos de pronto cobraron el sentido para lo que fueron puestos en mi vida.
Entonces, desde aquel día comencé a escribir esta historia, casi sin saberlo, en pequeñas frases que acostumbraba anotar en mi cuaderno preferido al final de cada día.
Pero para entender esto, es importante comenzar por el principio.
Desde muy pequeño mi madre decía que era un niño que adoraba la soledad y por eso mis amigos eran, en su mayoría, imaginarios. Crecí escuchando aquello de mí mismo, y por ende, creyéndome aquellas palabras como una verdad irrefutable acerca de mi personalidad. Estoy seguro que eso no era cierto en ese entonces, pero bajo la influencia de la mujer que me dio la vida, mi visión acerca de mí mismo fue construida en base a este pensamiento.
La soledad se vuelve una mala costumbre, entonces, cuando se hace una cómoda rutina, y con 22 años había aprendido que lidiar con uno mismo es más sencillo que lidiar con los demás. Así que algo tan sencillo como ir en un auto con mi madre rumbo a una cena de gala podía ser una tortura casi de las peores que podrían concederme. Y así es como comienza mi historia.
Eran mis últimas noches de vacaciones antes del comienzo de mi último año de Universidad y lejos de festejar con mis amigos, me encontraba en el auto de mi madre haciendo acto de presencia en cada evento al que ella insistía que debía ir y al que yo asistía obedientemente por alguna extraña razón que aún no comprendo.
—Te ves tan adulto con ese traje, cariño. —me dijo adentrándonos a las rutas que conducían a los barrios lujosos y alejados de la ciudad. Íbamos en el auto "viejo" de mamá (un BMW, negro) seguidos por el auto del chófer, quien venía conduciendo detrás nuestro con la absurda función de cuidarnos. Uno de los tantos privilegios de ser hijo de gente importante es que siempre estas seguro en tu entorno y era mi madre la que siempre se encargaba de proporcionar toda la seguridad a la familia. A pesar de su marcado instinto maternal, podría describirla como una de las mujeres más extrañas y enigmáticas que he conocido. Bueno, no es que hubiese conocido a muchas mujeres en mi vida, pero eso es otra historia. A mi madre a veces simplemente no puedo entenderla, ni siquiera comprendo el contenido real de sus palabras y jamás he logrado congeniar como hijo o lograr una estrecha relación.
—¿Se supone que eso es un cumplido, madre? —le pregunté fríamente mirándola con recelo.
Si, probablemente era mi culpa tener aquella relación con ella, siendo el hijo menos afectuoso y considerado del planeta tierra. No importa cuánto me esfuerce en no hacerlo, siempre la haré sentir algo rechazada y es una actitud que casi no puedo controlar. Soy consciente de ello, pero lejos de sentir algún remordimiento, solo me dejo ser ya que considero que tengo motivos para no valorar sus esfuerzos para agradarme. Y esa también es otra historia aparte...
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La piel de un Principito - Vhope
Fiksi PenggemarSinopsis: "Lo más valioso de la vida no se puede ver ni tocar" Jung Hoseok es un joven de 22 años que a muy temprana edad renuncia a su sueño de ser escritor para satisfacer obedientemente los mandatos de sus padres. Su vida desde entonces se vuelve...