Ya no aguanto.
No veo la hora en que todo termine.
La profesora insiste en que aprendamos lo que sucede cuando reaccionan ácidos y bases ¡Qué ingenua! Como si eso fuera a servirnos de algo. Pensándolo bien, tal vez sí puede ser de utilidad, pero no de la manera en que ella se imagina.
En mis momentos de vaguedad, miro las caras de mis compañeros y me pongo a imaginar cómo podrían ser sus vidas. Frente a mi esta Lalo, tan tranquilo como de costumbre, tomando apuntes y de vez en cuando haciendo algún comentario inteligente. De seguro ha de venir de una familia rica porque siempre trae el uniforme limpio y dinero para el almuerzo. Más al centro se encuentra Lupita. Me sorprende cómo puede pasar horas jugando con su cabello y poco tiempo aprendiendo que HCl+NaOHNaCl+H2O ¡Claro! Cualquiera le quitaría importancia al estudio si fueras la hija del director y tuvieras un diploma asegurado.
Mi mirada, que continúa vagando esperando a que llegue el momento, se detiene en la parte delantera del laboratorio. Ahí está María, tan sublime y perfecta. Siempre le he envidiado todo: familia amorosa, inteligencia, y muchos amigos, pero, sobre todo, una belleza inimaginable. Si tan sólo pudiera hablarle... pero no, ella nunca se fijaría en la tonta, mediocre y escuálida que se sienta en el rincón del aula.
¿Qué es ese sonido? ¡Oh! Es la campana; pensé que nunca llegaría. Uno a uno mis compañeros dejan el lugar mientras yo permanezco inmóvil en mi asiento.
Nadie me busca. Nadie me llama.
¡Qué novedad!
La maestra se ha ido. Finalmente estoy sola. Me dirijo hacia atrás del escritorio donde se encuentran unas puertas que anuncian "PELIGRO". Ha llegado el momento. Líquidos incoloros y polvos blanquecinos comienzan a deslizarse por mi garganta quemándola cual brasas ardientes. No importa el dolor, tengo que continuar... al final ya no dolerá... nunca más, pero parece que mi cuerpo no quiere cooperar. No pasa ni medio minuto cuando ya está devolviendo las sustancias toxicas al exterior; sin embargo, parece que la misión ha sido cumplida.
Los colores empiezan a desvanecerse lentamente. Los sonidos se apagan. Tengo frío, mucho frío.
Alguien se acerca.
2
¿Qué es esa luz tan brillante? ¿Estoy en el cielo? ¿Por qué hace tanto frío? Me duele todo el cuerpo. Siempre pensé que el cielo sería un lugar cálido y sin dolor.
—Gracias a Dios que despertaste.
¿Quién anda ahí? Con dificultad muevo mi cabeza para encontrar la fuente de sonido. Es extraño; esa voz me resulta familiar.
—Temía que nunca lo hicieras.
—¿María? ¿Qué... qué estás haciendo...? —alcanzo a decir con dificultad. El aire me raspaba como lija.
—Tranquila. Dijo el doctor que no hicieras esfuerzo— habló con su dulce y suave voz mientras se acercaba a mi lado.
—¿Doctor? ¿Pero qué...?
—sshhh no tienes por qué hablar. Cuando regresé al laboratorio para recoger una libreta que olvidé te encontré tirada en el piso y de inmediato le llamé a la profesora para traerte al hospital; ya lo demás no tiene importancia; pero... ¿Por qué quisiste...? —su rostro cambió por completo. Ella quería preguntar, pero era demasiado amable para hacerlo— Mejor olvídalo. Ya lo pasado es pasado. Ahora lo que tienes que hacer es recuperar fuerzas para que puedas salir de aquí.
¿Qué está ocurriendo aquí? No entiendo nada de nada.
—No tienes de que preocuparte —continuó amablemente—; tus padres están aquí para lo que se ofrezca y yo también me quedaré a tu lado para lo que necesites.