La chicharra sonó puntual a las 10:20.
Rápidamente los patios se vieron infestados por oleadas de jóvenes rebosantes de energía, apresurados por aprovechar al máximo el tiempo oficial de esparcimiento, pero al mismo tiempo, despreocupados por atender la hora de entrada a clases. Los hombres se reunieron para jugar baloncesto o fútbol, mientras que las mujeres se ubicaron cerca de las canchas deportivas para comentar quién de los jugadores era el más guapo.
Esta historia comienza precisamente durante el tiempo de descanso. Una joven, de apenas 16 años, se acerca con paso acelerado a una de las tantas mesas que dispuso el colegio para aquellos que prefieren sentarse a platicar con sus amigos en lugar de practicar alguna actividad deportiva, para reunirse con su mejor amiga, otra joven de también 16 años, la cual en ese momento se encontraba sumergida entre las líneas de un grueso libro.
Sin decir apenas nada, la primera, a quien de ahora en adelante llamaremos Vanesa, se dejó caer pesadamente frente a la otra quejándose de lo injusta que puede ser la vida. Su amiga, aún sin saber comprender la causa del enojo, le pregunta de qué está hablando, a lo que Vanesa contesta diciendo que la profesora les encargó como proyecto del semestre armar una obra de teatro, misma que sería presentada ante toda la escuela en el festival del cierre del ciclo escolar.
—Suena como algo divertido.
—¿Ah sí? Pues no lo es fíjate. La maestra nada más nos dará la historia, pero nosotros tendremos que conseguir los vestuarios, el escenario, la música, todo. ¡Ay! Vieja tan enfadosa.
—Tú tienes la culpa por haber elegido ese taller.
Al día siguiente, Vanesa se vuelve a reunir con su amiga pero ahora brincando de felicidad. Ésta, extrañada por los claros síntomas de bipolaridad de aquella, le pregunta la razón de su alegría. Vanesa le explica que la profesora sorteó los papeles que debía hacer cada uno y para su mala suerte le había tocado ser la protagonista de su equipo, pero el lado bueno era que para su acompañante eligieron a uno de los muchachos más guapos del salón, eso sí, con mala reputación.
—¿Por qué haces esa cara? —cuestionó Vanesa.
—Porque no me cae bien ese Sergio —tardó en responder—. Es un mujeriego.
—No me importa. Sergio es el muchacho más guapo de la escuela y yo seré la afortunada que le dará un beso apasionado frente a todos.
—Estás loca. Que ni se te ocurra ponerte de novia con él. ¿Qué no recuerdas lo que le hizo a su última novia?
—¡Ash!, Ella tuvo la culpa. Pero conmigo será diferente porque yo lo amo y juntos seremos muy felices.
—Si tú lo dices —le contestó la otra poniendo los ojos en blanco.
Sin demorar más las cosas, los alumnos se pusieron a trabajar en los preparativos de la obra. Para aquellos que no participarían con diálogos importantes se les habían asignado tareas extras como preparar la escenografía, confeccionar los vestuarios o bien buscar la música de fondo más adecuada a las escenas. Vanesa, por su parte, no hacía otra cosa que repetir incansablemente cada una de las frases que le había tocado, pero para su mala suerte, le resultaba una tarea imposible grabársela en el orden adecuado. Bien lograba decir una oración correctamente, cuando aprendía la segunda la otra ya se le había olvidado.
Sabiendo que tardaría una eternidad en lograr su cometido, y ante la posibilidad de perder su papel en la obra por inepta, lo cual implicaría al mismo tiempo perder la oportunidad de besar a Sergio frente a toda la escuela, Vanesa se tragó amargamente su orgullo y con todo el dolor que su cuerpo le permitía soportar le pidió ayuda a su mejor amiga, la cual accedió amablemente de manera inmediata.