Vana esperanza

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Se esta tardando... — Suspiró por cuarta vez en lo que iba de hora, revolcándose impaciente de un lado a otro sobre su cama, sin saber que hacer con ese creciente nerviosismo que se apoderaba de su cuerpo.

Llevaba esperando un largo tiempo a que su mejor amigo llegará de una vez con la respuesta de su novio ante su carta de arrepentimiento, pero aun no se dignaba a aparecer.

¿Le habría pasado algo? Le dio un escalofrío ante esa posibilidad
¿No fue como esperaba y esta vez Tweek lo mandaría a la mierda? Se estremeció al pensar en aquel hecho.

Si, esta vez en verdad la había cagado, pero esa no era una razón TAN grande como para dejarlo, después de todo ya se había disculpado cientos de veces; en persona, por llamadas telefónicas, mensajes de textos y hasta por rudimentarias cartas de papel que le enviaba con Gilipollas ¿En serio esta vez no iba a perdonarlo?

No fue mi culpa, maldición... — Se tapó con ambas manos la cara, el sólo recordar lo que fue obligado a hacer en contra de toda su voluntad, tanto mental como física, le revolvía el estomago y le hacia enojarse consigo mismo por haber sido tan imbécil como para creerle a esos estúpidos maricas de cursos superiores.

Suspiró otra vez, estaba asustado, inquieto, mordiendo sus labios de vez en cuando, maldición que se estaba volviendo igual que Tweek en esa situación, sólo le faltaba soltar la tan icónica frase que su novio decía cada dos por tres para colocar la guinda al pastel.

Mierda... Ya no aguanto... — Con algo de rabia decidió levantarse de la cama y dirigirse hasta la sala de estar, no iba a esperar un segundos mas por Gilipollas, tal vez las cosas habían empeorado y necesitaba de su ayuda, por lo que a paso apresurado salió de su casa para ir a la cafetería de los Tweak.

Por el camino empezaba a pensar en cualquier otra disculpa que pudiera decirle a Tweek (si es que pudiese quedar alguna). En verdad no le gustaba cuando peleaban ni menos cuando Tweek terminaba llorando, lo odiaba con todo su ser y haría lo que fuera para poder verle sonreír de una forma tan sincera y hermosa como cuando le dio su primer beso.

Suspiró por sexta vez, hacía mucho que no lo hacía sonreír, los problemas que tenían y que parecían venir uno detrás de otro no los dejaban disfrutar de un momento de tranquilidad. Siempre que parecía que podían tomarse las cosas con calma llegaba una nueva calamidad, si, calamidad, eso era toda esa situación de mierda que no los dejaba vivir en paz...

¿Cuándo sería el día en que podría besar a Tweek nuevamente, con esa pasión inocente y algo torpe? Extrañaba esos momentos en los que sólo estaban ellos y nadie más. Exceptuando a Gilipollas, él iba ahí donde ellos estaban, como un guardaespaldas que los cuidaba de todas esas niñas asiáticas hormonales y aterradoras.

Ya estaba por llegar a la cafetería, podía verla a unas cuantas cuadras mas adelante, estaba nervioso a la par que ansioso, no sabía muy bien como reaccionaría su novio al verlo después de una semana, sin embargo, a medio camino algo le detuvo.

¡Ah! Hola Craig cielo — Le llamó la señora dueña de aquella floristería que se había instalado hace dos años en South Park — ¿Cómo haz estado? — Le preguntó con una jovial sonrisa mientras arreglaba un ramo de tulipanes.

Hace poco se había vuelto bastante amigable con aquella señora que pasaba de los cincuenta años, ya que gracias a ella podía saber algunos datos románticos para hacer las pases con Tweek, y vaya que daban resultados.

Hola... — Respondió con su típica voz indiferente, que a pesar de que para algunos podía ser señal de no agradarle o interesarle al azabache, para aquella dama era algo realmente lindo el simple hecho de que le contestase — No muy bien... — Dijo ante su previa pregunta.

Fragmentado (South Park)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora