Increíbles, ¿verdad? -dice Delbène-. Pues bien, quiero que nosotras hagamos esta no-
che otras mil veces más extraordinarias.
- ¡Oh, joder!, apresurémonos -dice Sainte-Elme-
, yo estoy excitada; no soy como Vol-
mar, me he acostado sola.
Y levantándose el vestido:
Mirad, ved mi coño... ¡ved cómo necesita ayuda!
-Un momento -dice la superiora
-
, esta es una ceremonia de recepción. Admito a Juliette
en nuestra sociedad: es preciso que cumpla las formalidades de rigor.
-¿Quién? ¿Juliette? -dice como aturdida Flavie, que todavía no me había visto- ¡Ah!,
apenas si conozco a esta bonita muchacha... Así pues, ¿te excitas, corazón mío? -continuó
acercándose a besarme en la boca-... Así que eres libertina... ¿eres lesbiana como noso-
tras?
Y la bribona, sin más preliminares, me agarra el coño y el pecho a la vez.
-Déjala -dice Volmar, que, levantándome la falda por detrás, examinaba mis nalgas-,
déjala, tiene que ser recibida antes de que nos sirvamos de ella.
-Mira, Delbène --dice Elisabeth-, mira cómo besa Volmar el culo de Juliette: la toma
como a un muchacho; ¡la zorra quiere darle por el culo!
(Observad que la que hablaba así era la más joven)
-¿No sabes -dice Sainte-Elme- que Volmar es un hombre? Tiene un clítoris de tres pul-
gadas, y, destinada a ultrajar a la naturaleza, sea cual sea el sexo que ella adopte, es preci-
so que la puta sea alternativamente lesbiana y tipo; no conoce término medio.
Después, aproximándose a su vez y examinándome por todos lados, en vista de que
Flavie mostraba mi delantero y Volmar mi trasero:
-Es cierto -prosiguió- que la zorrilla está bien hecha, y juro que antes de que acabe el
día conoceré cómo sabe su jugo.
-¡Un momento, un momento, señoritas! -dice Delbène intentando restablecer el orden.
-¡Eh, santo Dios!, date prisa -dice Sainte-Elme-, ¡me voy yo sola! ¿A qué esperas para
empezar? ¿Tenemos que rezar nuestras oraciones antes de excitarnos el coño? ¡Fuera los
vestidos, amigas mías!...
Y al momento veríais seis jóvenes muchachas, más bellas que el sol, admirarse... acari-
ciarse desnudas y formar entre ellas los grupos más agradables y variados.
- ¡Oh!, de momento -respondió Delbène con autoridad- no podéis negarme un poco de
orden... Escuchadme: Juliette va a tumbarse en la cama, y cada una de vosotras irá, alter-
nativamente, a probar el placer que queráis obtener con ella; yo, al frente de la operación,
os recibiré a todas a medida que la vayáis dejando, y las lujurias iniciadas con Juliette
acabarán en mí; pero yo no me daré prisa, mi líquido eyaculará cuando tenga a las cinco
sobre mí.
La gran veneración que sentían por las órdenes de la superiora hizo que éstas se realiza-
sen con la más precisa exactitud. No es difícil que comprendáis lo que cada una de estas
criaturas, siendo tan libertinas, exigió de mí. Como llegaban siguiendo el orden de edad,
Elisabeth pasó la primera. La bonita bribona me examinó por todas partes, y, después de
cubrirme de besos, se entrelazó entre mis muslos, se frotó contra mí, y ambas nos exta-
siamos. Flavie fue la siguiente; hizo más tanteos. Después de mil deliciosos preliminares,
nos tendimos en sentido inverso, y; con nuestras lenguas cosquilleantes, hicimos brotar
torrentes de flujo. Sainte-Elme se acerca, se tiende sobre la cama, hace que me siente so-
bre su cara, y, mientras que su nariz excita el agujero de mi culo, su lengua se sumerge,
en mi coño. Doblada encima de ella, puedo acariciarla de la misma manera; lo hago: mis
dedos excitan su culo, y cinco eyaculaciones seguidas me prueban que la necesidad de la
que hablaba no era ilusoria. La correspondí por completo; nunca hasta entonces había si-
do yo tan voluptuosamente chupada. Volmar sólo desea mis nalgas, las devora a besos, y,
preparando la vía estrecha con su lengua de rosa, la libertina se pega a mí, me hunde su
clítoris en el culo, entra y sale durante mucho tiempo, da la vuelta a mi cabeza, besa mi
boca con ardor, chupetea mi lengua y me excita dándome por el culo. La maldita no se
detiene aquí: con un consolador que me ató a la cintura, se presenta a mis embestidas, y,
dirigiéndolas hacia el trasero, la zorra es sodomizada; mientras la excitaba pensaba que
iba a morir de placer.
Después de esta última incursión, me situé en el puesto que me esperaba sobre el cuer-
po de la Delbène. Así es como la puta dispuso el grupo:
Elisabeth, de espaldas, estaba situada al borde de la cama. Delbène, entre sus brazos, se
hacía excitar el clítoris por ella. Flavie, de rodillas, con las piernas colgando, la cabeza a
la altura del coño de la superiora, se lo besaba y le apretaba los muslos. Por encima de
Elisabeth, Sainte-Elme, con el culo encima de la cara de esta última, ofrecía su coño a los
besos de Delbène, a la que Volmar daba por el culo con su clítoris ardiente. Me esperaban
para completar el grupo. Un poco doblada cerca de Sainte-Elme, yo presentaba para la-
mer lo contrario de lo que aquélla besaba por delante. Delbène pasaba sin plan fijo y rá-
pidamente del coño de Sainte-Elme al agujero de mi culo, lamía, chupaba ardientemente
uno y otro, y, removiéndose con la agilidad más increíble bajo los dedos de Elisabeth, la
lengua de Flavie y el clítoris de Volmar, la zorra no dejaba ni un sólo momento de derra-
mar torrentes de flujo.
-¡Oh, Dios! -dice Delbène, retirándose de allí roja como una bacante- ¡redios! ¡cómo he
soltado! No importa, sigamos nuestras operaciones; ahora colocaos cada una de vosotras
en la cama; Juliette exigirá de vosotras, una por una, lo que le convenga, estáis obligadas
a prestaros a ello; pero como todavía es nueva, la aconsejaré; el grupo se formará sobre
ella, como acaba de hacerse conmigo, y la haremos que eyacule su flujo hasta que pida
que la dejemos.
Elisabeth es la primera que se ofrece a mi libertinaje.
-Colócala -me dice Delbène que me aconsejaba de manera que tú puedas besar su boni-
ta boquita mientras que ella te excita; y, para que seas acariciada por todas partes, yo me
encargo del agujero de tu culo durante toda la sesión.
Flavie sustituye a Elisabeth.
-Te aconsejo los bonitos pezones de esta muchachita -me dice la abadesa- chúpaselos,
mientras que ella te excita... A causa de los gustos de Volmar, tienes que hundir tu lengua en su culo, mientras que, inclinada sobre ti, la bribona te besará... En cuanto a Sainte-
Elme, -
prosiguió la superiora- ¿sabes que haré con ella? Me colocaré de forma que pueda
chuparle a la vez el culo y el coño, mientras que ella hará lo mismo contigo... Y en cuanto
a mí, ordena, vida mía, estoy a tus órdenes.
Calentada por lo que había visto hacer a Volmar:
-Quiero darte por el culo -digo- con este consolador.
-Hazlo, amada mía, hazlo, -me responde humildemente Delbène ofreciéndose a mis
golpes- este es mi culo, te lo entrego.
- ¡Y bien! -digo mientras sodomizo a mi instructora-, puesto que el grupo debe colocar-
se sobre mí, que empiece enseguida. Querida Volmar -continué- que tu clítoris devuelva
a mi culo lo que yo hago al de Delbène; no puedes imaginarte hasta qué punto se exalta
mi temperamento con esta manera de gozar. Con cada una de mis manos, excitaré a Eli-
sabeth y a Sainte-Elme, mientras que chupo el coño de Flavie.
Ya que las órdenes de la superiora eran agotarme, no me tomé el trabajo de decir nada:
las situaciones cambiaron siete veces, y siete veces mi flujo corrió entre sus brazos.
Los placeres de la mesa siguieron a los del amor: nos esperaba una soberbia comida. Al
calentar nuestras cabezas diferentes tipos de vinos y de licores, volvimos al libertinaje; se
perfilaron tres grupos. Sainte-Elme, Delbène y Volmar, como las de más edad, eligieron
cada una a una excitadora; por azar o por predilección Delbène no me abandonó; Elisa-
beth fue elegida por Sainte-Elme, y Flavie por Volmar. Los grupos estaban colocados de
manera que cada uno gozase de la vista de los placeres del otro. No pueden hacerse una
idea de lo que hicimos. ¡Oh! ¡Cuán deliciosa era Sainte-Elme! Apasionadas ar-
dientemente la una por la otra, nos excitábamos ambas hasta el agotamiento: no dejába-
mos de hacer cualquier cosa que imaginásemos. Por último, todo se mezcló, y las dos úl-
timas horas de este voluptuoso libertinaje fueron tan lascivas, que quizás en ningún bur-
del se hayan cometido tantas lujurias.
Una cosa me había sorprendido: el extremo cuidado que tenían por la virginidad de las
pensionistas. Sin duda no se observaban las mismas leyes respecto a aquéllas cu ya voca-
ción era muy pronunciada; pero se respetaba, hasta un punto que yo no podía compren-
der, a aquéllas que se destinaban al mundo.
-Su felicidad depende de eso me dice Delbène, cuando le pregunté sobre esta reserva-
queremos divertirnos con estas muchachas, pero ¿por qué perderlas? ¿por qué hacerles
detestar los momentos que han pasa do junto a nosotras? No, nosotras tenemos esa virtud,
y por muy corrompidas que nos creas, nunca comprometemos a nuestras amigas.
Estos procedimientos me parecieron magníficos; pero creada por la naturaleza para
proporcionar la maldad sobre todo lo que me rodease, un día el deseo de des honrar a una
de mis compañeras me calentó la cabeza por lo menos tanto como el de ser deshonrada a
mi vez. Delbène se dio cuenta enseguida de que yo prefería a Sainte-Elme a ella. Efecti-
vamente, adoraba a esta encantadora muchacha; me era imposible dejarla; pero como era
infinitamente menos inteligente que la superiora, una inclinación natural me llevaba in-
venciblemente hacia ésta.
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!Julieta!
RandomErótico√Lesbianismo√Acción√ En Una Escuela De Monjas Marqùes De Saleت