Capítulo 6

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Maratón 2/?

Molly Pov's*

—¡Ollivanders! ¡La tienda de varitas!

Corrimos por todo el callejón hasta llegar a la tienda de varitas, había un cartel, pero no me fijé ya que entré de golpe. Sonó una campanita y entramos, luego dejamos las cosas en un sillón.

—¿Holaaaa? —la tienda era grande y polvorienta, estaba llena de estanterías con varitas y algún que otro objeto.

Estornudé por culpa del polvo, como lo odiaba... 

—Molly... ¿Estás segura de que hay alguien? —me preguntó Diantha en un susurro.

—Sí... El Señor Ollivander no debe andar muy lejos... —le respondí, también, susurrando.

Un hombre apareció súbitamente tras el mostrador, debía haber estado agachado, Diantha y yo nos sobresaltamos—. Buenos días... ¿Pero a quién tenemos aquí? —el Señor Ollivander se acercó y nos inspeccionó de cerca, era un hombre delgado con unos grandes ojos plateados y pelo largo, daba un poco de mal rollo, pero parecía afable—. Oh, ya veo...

—¿Qué ve? —preguntó Diantha.

—Molly Prewett y Diantha Sharrow... —contestó él—. Sí... Yo conocí a vuestros padres —permaneció un rato mirando a Diantha, como recordando algo, la verdad es que daba muy mal rollo—. Te pareces tanto a tú tía... —comentó él, para después juntar las manos—.  En fin... Comencemos.

Dos cintas métricas comenzaron a medirnos, nuestros brazos, nuestras piernas, incluso entre los orificios nasales, básicamente nos midieron hasta las pecas, en mi caso claro... ¿Para qué sirve esto? ¡Ni para las túnicas hacen falta tantas medidas! ¡Por Merlín! ¡Yo solo quería mi varita!

—Disculpe, Señor Ollivander, pero, ¿para qué sirve esto? —pregunté, suavemente.

—Las medidas me ayudan a saber que tipo de varita os elegirá... Ya que, como decía mi abuelo, la varita elige al mago... —asentí pensativa—. ¿Quién va primero?

—Yo —dijimos ambas al unísono.

—¿Empezamos por la mayor? —preguntó él. Dí un paso al frente automaticamente, al tiempo que Diantha se cruzaba de brazos y murmuraba algo sobre la injusticia en el mundo—. Estira el brazo, por favor, señorita Prewett... —estiré el brazo mientras sonreía, ¡por fin tendría varita!—. Bien, pruebe esta... Núcleo de pelo de unicornio, madera de álamo, diez pulgadas. —el señor Ollivander me tendió una caja color ocre que en cuyo  interior poseía una varita, blanca como el marfil, con tallados, sobre terciopelo rojo, la cogí y miré al señor Ollivander, quien me miraba.

—¿Y ahora qué? —pregunté confusa.

—Eso depende de usted, señorita Prewett...

—Ya... Pero... ¿Qué tengo que hacer?

—Eso también depende de usted...

—Pero... —los ojos del señor Ollivander parecían estar evaluándome, y no pensaba fallar, lo más lógico sería hacer movimientos de hechizos... Así que, ¿por qué no?

Me giré hacia la puerta e hice el movimiento del hechizo "alohomora", pero la alfombra comenzó a levitar. Solté la varita asustada, haciendo que, tanto la alfombra como esta, cayeran de golpe contra el suelo—. Lo siento... —me disculpé, mientras me agachaba para recoger la varita, la cual le devolví al señor Ollivander.

—Descuide, señorita Prewett, lo raro hubiera sido acertar a la primera...

Estuvimos diez minutos más probando distintas varitas, hasta que encontramos una que no destrozó nada, si no que desprendió unos pequeños fuegos artificiales de colores, el señor Ollivander comenzó a hablarme sobre mi varita, pero estaba tan absorta imaginando todo lo que podría hacer con ella, Gideon-y-Fabian -podéis-corred, que no me enteré.

El Comienzo || Saga Molly PrewettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora