Capítulo 3- Ojos verdes

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A- Angélica Galvis.

O- ¿Martina se encuentra bien?
- Si, supongo... recordarla no es fácil.
O- lo está haciendo bien, por favor siga.
...
Yo me quedé completamente congelada mirándola, y las palabras por más que lo intentará  no salían de mi boca, así que ella se quitó sus gafas oscuras y me miró con esos ojos verdes que se quedaron guardados en mi memoria para siempre, levanta su ceja, suspira y me dice:

A- sube, te llevo a tu casa.

En ese momento escuchar la palabra casa me llenó de rábia y tristeza, usted entenderá que el último lugar al que quería ir era ese. Por esto, me reí en tono sarcástico y le dije:

- Gracias, pero no.

Y continué con mi camino, pero nuevamente sentí a mi lado su camioneta

A- vale ya entiendo, no quieres ir a tu casa...pero mírate no puedes dar un paso más en ese estado, déjame ayudarte.

Me estira su mano entregándome una botella de agua, yo me detuve y mirándola recibí el agua, tenía tanta sed que me terminé toda la botella en menos de 10 segundos, ella me sonrríe y dice:

A- Anda linda, sube.

Sin otra opción, decido subir a su carro... al final, era una mujer ¿ Qué tanto daño podría hacerme?
Al subir, me mira de pies a cabeza y no para de sonrreír

A- ¿Entonces, a donde vamos señoritaaa...?

- Martina... lo siento,  iba de camino a la casa de cambio.

A-  lindo nombre...déjame ayudarte con eso

Señala el cinturón de seguridad, y suavemente lo abrocha mientras me mira a los ojos,  yo apenada sonrrío y miro al suelo, mientras ella arranca el carro.

A- ¿me quieres contar por que no quieres ir a tu casa?

Honestamente, no tenía ganas ni estabilidad emocional para contarle toda mi vida así que me quedé callada.

A- ya me lo contarás...

Mientras íbamos de camino, ninguna de las dos dijo una sola palabra, varias veces sentía que me miraba por el espejo retrovisor. Pensé durante el viaje que ella realmente quería ayudarme y que yo había sido muy grosera.

Pasados 5 minutos, entró el carro a un parqueadero

- ¿Donde estamos?- pregunté

A- De verdad estas muy mal hermosa, ¿recuerdas lo de la casa de cambio?

Asentí con la cabeza

A- Bueno pues es acá, tranquilaaa no te voy a hacer daño.

- yo sé, y lo siento... muchas gracias por traerme, enserio.

Nuevamente sonrió, se bajó de la camioneta y abrío mi puerta

A- ¿Vamos?

Pasó su mano por mi abdomen hasta llegar al cinturón desabrochándolo, sentí un satisfactorio escalofrío y que por primera vez en la vida alguien  quería cuidar de mi.

Me extendió su mano para bajar del auto.

- Gracias -

Al bajar,  y sentír nuevamente el dolor en mis piernas no pude esconder mi cara de disgusto

A- ¿ y pensabas llegar caminando hasta acá?

- Esque... no tengo con que pagar el transporte,  por eso necesitaba llegar acá para cambiar los únicos dólares que tengo.

Me extendió su abrazo

A- Agárrate fuerte, no quiero que te lastimes más.

Me llevó muy despacio por un largo pasillo, la verdad estaba un poco asustada pues el lugar era desconocido para mí.

Sin embargo, respiré profundo cuando ví el letrero de la casa de cambio, cambié los dólares y me acerqué nuevamente a ella

- no se cómo agradecerte, de verdad nose que hubiera hecho sin tí... mis papás me echaron de la casa.

A- jmmm.. te veías como una niña buena, creo que me equivoqué, no es así?

- me obligaron a estudiar algo que no quería y por sacar malas notas me echaron de la casa.

A- entonces los malos son ellos...

Me empezó a acariciar la cara y a poner mi pelo detrás de las orejas.

A- todo va a estar bien, yo te voy a cuidar

Me dió un abrazó de esos que nunca te quieres soltar, ella olía espectacular, pero no era olor de perfume, era su olor, su esencia, un olor que nunca había sentido antes y que nosé cómo describirselo.

Hace tanto tiempo que nadie me daba un abrazo, todo el dolor que sentí en mi vida probablemente lo solté en ese mometo y empecé a llorar desconsolada.

A- llora todo lo que necesites chiquita, yo voy a estar contigo.

Luego de un par de minutos, seca mis lágrimas y me da un beso en la frente

A- vamos a mi casa, comes algo y te das un baño.

todavía entre lágrimas le dije que no, pues me daba mucha vergüenza después de todo lo que había hecho por mi.

A- anda, no quiero obligarte- me dijo en tono suave y cariñoso dándome otro beso en el cachete.

Sin saber cómo negarme a su propuesta reí y me llevó nuevamente de la mano hacía la camioneta, abrió la puerta y al querer ponerme el cinturón paró mi mano.

A-  déjame hacerlo

Lo abrochó suavemente y nos dirigimos hacía su casa.

... tanto tiempo... lo siento por la demora, pero al ver que tantas personas están interesadas en la historia continuaré publicando.
Un abrazo, Alana <3.

El Ángel de MartinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora