Belleza

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— ¿Por qué no despiertas? —Decía una voz femenina e infantil en el aire.

Estaba todo oscuro, no veía nada.

— ¿Dónde estás? ¿Quién eres? —Pregunte.

Por alguna razón, no me sentía alarmado, había estado allí antes, conocía ese lugar, pero nunca lo había visto, porque allí no se puede ver nada.

— ¿Por qué no despiertas? ¿Tan malo es despertar? —siguió preguntando la voz.

—No es malo, pero quiero saber quién eres.

—Soy tu tazón para despertar.

— ¿Eres la vida?

—No. Mi hermana es horrible, yo soy hermosa, ¿quieres verme?

—Sí. —dije entusiasmado.

Las luces se encendieron en aquel rojizo paisaje de arena, un cielo tormentoso y un fondo lleno de vacas bicéfalas de color blanco moteado, danzando en círculo alrededor de nosotros sobre sus dos patas y mirándonos.

Aquella chica, era el ser más bello que había visto, era hermosa, era una belleza absoluta, parecía una niña de 15 años apenas, pero su cuerpo delgado y pequeño, su cara adorable, vestida solamente con una bata de pijama y un lasito con una flor, causaba una profunda admiración en mí.

Quise hablarle, decirle cuan bella era y que no quería despertar por seguir viéndola, quería verla más tiempo, no entendía porque, porque era tan bella, porque no podía despegarme de ella, ahora que la recuerdo, ni siquiera era tan bonita, pero en aquel momento, en aquel segundo que la vi, mis ojos quedaron paralizados con su cara.

Pero las palabras no salían de mi boca, por más que intentaba no podía decir nada, ella empezó a reírse, mientras un fuerte sonido se escuchaba de fondo, casi atormentador, aquellos bicéfalos empezaban a girar más rápido, eran filas enormes, que gritaban y cantaban de forma tan horrible que me aturdían, quería que se detuvieran.

—Soy hermosa, ¿Verdad? ¿Sabes quién soy? —dijo ella.

Quería preguntarle, pero el sonido me rompía los oídos, aquellas cosas empezaban a acercarse más, podía ver sus caras danzantes y deformes, animales raros mirándome y acercándose con gula en sus rostros, aquella hermosa chica empezó a sonreír más, y más.

—No puedes hablar, no quiero que lo hagas, te mentí, ¿sabes quién soy? —Continúo ella.

Los seres se acercaban casi que mágicamente, mirándome fijamente mientras yo no podía despegar los ojos de ella, quien se acercaba más, y más sin siquiera mover sus pies, podía ver su sonrisa, cada vez más y más grande, seguía creciendo a medida que se acercaba a mí, sus ojos empezaban a cerrarse por lo mucho que su boca cubría su rostro, cada vez más, más, más, deformando su cara mientras el ruido se hacía más insoportable y aquellos animales se acercaban más y más.

Quería gritar, debía gritar, no lo soportaba, quería que se detuviera, quería que parase.

De forma instantánea aparecieron frente a mí, con un sonido de estática que destrozaba mis oídos, aquellos rostros bicéfalos me veían cubriendo todo mi cambo visual, con sus punzantes ojos de vaca, los enormes ojos de aquella chica, que de forma ovalada y vertical, me miraban casi que a milímetros de mis pupilas, adornados por los ojos estáticos de los bicéfalos.

—Soy la vida.

Desperté.

Dulces sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora