XIV

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Adam

Me ha tomado más de media hora contentar a Olivia, parecía el demonio pero sinceramente he tenido que lidiar con genios peores como el de Alice, ese si era el diablo en persona cuando esta de mal genio.

Dejé a mi esposa en nuestra casa, ya que venía cansada del viaje. Me pidió que me quedará pero yo le dije que tenía que atender un asunto en el trabajo, lo cual es una absolutamente mentira porque en este momento me estoy dirigiendo hacia la estación de policía donde mi abogado se encuentra haciendo todo el proceso para que encarcelen a ese idiota.

Pero antes de que se lo lleven, tengo que arreglar unos asuntos con ese animal.

Me dirijo hacia una sala aislada, donde me encuentro a ese maldito, Ryan le partió bien la cara.

Mi abogado que me ha guiado hasta aquí se retira y al policía que nos acompaño le pido amablemente que le quite las esposas al animal, y luego el también se va.

—¿Qué mierda hace usted aquí? —musita él con los labios entrecerrados. Yo tan solo lo observó y no le contesto. —¡¿Qué hace aquí maldito hijo de puta!? —grita golpeando la mesa que se interpone entre nosotros. Lo veo tan molido que decido irme mejor, supongo que no voy a poder descargar mi rabia contra él. Intento abrir la puerta, pero escucho pasos tras de mí, bueno ya que él se lo busco.

Me volteo y antes de que su puño se estampe contra mi cara, lo tomo del brazo y lo paso detrás de su espalda, el solo grita del dolor, cualquiera lo haría después de todo estoy a punto de partir su puto brazo, intento calmarme pero recuerdo los moretones de Alice y me da más cólera. Intento controlarme y lo suelto, este cae al suelo retorciéndose del dolor.

—¡Maldito, de no ser por usted hubiera acabado con esas dos putas! Pero un día saldré y buscará primero a esa maldita con cuño grande y me la voy a... —antes de que pueda terminar mi puño se estampa contra su cara, una y otra vez hasta que mis nudillo ya están empapados de su sangre, lo dejo inconsciente en el suelo y me encuentro con mi abogado afuera.

—El coronel agradeció tú colaboración monetaria —dice Frederik con una gran sonrisa malévola, le encantas este tipo de trabajos, él al igual que Robert son viejos amigos de la universidad.

—Nunca es malo colaborar de vez en cuando con la policía, por favor llama a alguien para que limpie la suciedad del suelo —digo e inmediatamente su semblante se torna serio. —Tranquilo aún tienes a alguien a quién meter a la cárcel. —y dicho esto, vuelve su sonrisa malévola.

...

—Robert, sólo será un momento —digo en mi décimo intento de convencer a mi amigo para que me deje ver rápidamente a Alice.

—Ya dije que no Adam —responde él sin quitar la vista de su computador. —Además no se para que quieres verla, ella ya está bien deja el pasado atrás Adam. Y recuerda que en tú casa te está esperando tu esposa que no ha parado de llamarme para ver si has aparecido por aquí, ya he tenido que mentirle como cinco veces. —Olí puede llegar a ser muy insistente.

Llegados a este punto, toco recurrir al chantaje.

—Bueno si me ayudas, tal vez el número de la hermana de Alice podría aparecer en tú escritorio por casualidad —comentó y veo como él tan solo me mira serio pero a la final ríe junto con un suspiro.

—Dios nunca he podido disimular mi gusto por una chica con Frederik o tú. Ten te dejarán pasar con esta tarjeta —comenta mi amigo entregándomela.
Yo me paro inmediatamente y cuando estoy a punto de irme una tos fingida me interrumpe.

—Aquí tienes —digo yo devolviéndome hasta el escritorio de Robert y dejándole anotado en un papel el número de Liz. Después quien se lo aguanta.

Si te hubieras quedado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora