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Capítulo 1.

Ámbar despertó nada más el sol despuntó por el horizonte, sin embargo, no fueron los cálidos rayos quién la hizo saltar sobre el diván, más bien fueron las voces graves y roncas de los enanos y el ruido de sartenes, cubiertos y pisadas de un lado para otro.

—¡Kili, pásame otra sartén!

—¡Qué lo haga Ori, estoy ayudando a Fili!

Abrió los ojos escuchando el grito de Dwalin y se tapó los oídos con las manos, enfocando el blanco y sencillo techo. Todo le daba vueltas, estaba acostumbrada a despertar en total silencio rodeada de naturaleza, de paz y tranquilidad siempre y cuando Cebadilla no la tenía que llevar en brazos y dejarla durmiendo en alguna habitación libre.

—¡Haz más salchichas, Bombur!

Cuando logró que sus ojos tomaran algo de conciencia, notó como algo pesado y grande caía sobre ella. Miró y vio una capa que tapaba su diminuto cuerpo. Alguno de los enanos la había tapado o tal vez había sido Gandalf. Sacudió la cabeza, debió de hacer sido el Istar: ningún enano se preocuparía por ella.

—¡Vino, más vino aquí!

Ámbar dio un repullo que hizo que la capa cayera al suelo. Se sentó decentemente sobre el diván y observó todo a su alrededor: enanos corriendo de aquí para allá con platos a rebosar de comida, sin orden, sin educación; sin diferencia alguna a la noche anterior. No podía comprender como el señor Bolsón podía dormir con todo aquel jaleo. Olvidándose de la capa, se levantó y caminó hacía la cocina, pasando desapercibida debido a su diminuto tamaño. El enano gordo y fuerte estaba cocinando y comiendo al mismo tiempo, a su lado descansaban varias botellas de vino y dos botellas de cerveza.

—¡La criatura pequeña se ha despertado! —gritó alguno de los enanos.

Bombur ni siquiera se inmutó y continuó engullendo. Ámbar podía notar como la cabeza le iba a explotar, un fuerte bombeó en su frente, un mareo que le nublaba los ojos. Se abalanzó sobre las botellas y agarró una de vino y otra de cerveza. Ambas parecían enormes en sus manos. Escuchó pasos rápidos hacía la cocina y se metió debajo de la mesa, deseando que nadie la viera de aquella forma tan inmoral que la hacía sentirse pésima.

—¿Has visto a la criatura pequeña?

Un enano con el cabello y la barba peinados en tres puntas como una estrella entró en la cocina, mirando a su alrededor. Escuchó la negación de Bombur, quién seguramente estaba con la boca llena de comida. El enano frunció el entrecejo y salió de nuevo, llevándose una botella de vino y una pata de cordero.

Ámbar salió corriendo de su escondite, recorrió el largo pasillo y agarró sin mirar siquiera su abrigo de la percha. Abrió la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido y salió, donde una cálida brisa le azotó el rostro. Alejada de todo el jaleo de los enanos, su dolor de cabeza parecía disminuir. Se sentó en el apetecible banco que tenía el señor Bolsón en su florido jardín y abrió primero la botella de vino; la cerveza la bebería después, cuando sus papilas gustativas estuvieran tan dormidas que incluso se permitiera beber su propia orina.

—¿Ya llevas la mitad, ladrona?

Gandalf parecía haberse olvidado de su nombre. Ámbar le dio otro trago a la botella, un trago profundo y largo que la vació otro cuarto. Su dolor de cabeza se había ido hacía bastante rato y aquellas colinas tan verdes y aquel cielo tan azul comenzaban a verse borrosos, inquietos.

—Es inevitable, este vino de los hobbits es realmente bueno. Nunca había probado uno igual.

—Es extraño que tú digas eso cuando eres una hobbit.

Ámbar (El Hobbit)Where stories live. Discover now