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Lyn

Los deberes del segundo día dependen de nuestra capacidad para encontrar un buen libro, repleto de información útil, en la biblioteca de la escuela.

Ania sigue pasando tiempo a mi lado y me parece increíble que ella disfrute de mi callada y poco animada compañía.

Mi amiga se pierde en la lectura de un cuento infantil y decido adelantarme para intentar encontrar algo lo suficientemente bueno como para escribir un resumen de un número significativo de hojas.

Después de pedir ayuda de la que parecía se una bibliotecaria, mi atención se centra en un estante alto.
El libro de mi interés se encuentra fuera de mi alcance.
Desprecio a los enormes libreros y comienzo a idear un plan en mi cabeza para alcanzar las alturas.

Lo primero que capta mi vista es una silla que está en una de las tantas mesas del lugar. La levanto  procurando no hacer ruido y la coloco en la posición, que según mi instinto, es la indicada para tomar mi deseado libro.

Intento no maldecir, en voz alta al menos, cuando el libro sigue estando fuera de mi alcance aún con la ayuda de la ahora inútil, super inútil silla.
Sólo puedo escuchar una risa profunda a mi espalda, me giro apartando los rizos que han quedado sobre mi rostro. El amigo de Ania se ríe de la situación, sigo observándolo hasta que se queda en silencio y con una sonrisa burlona se acerca a donde estoy.

Estira su brazo y señala el libro, asiento con la cabeza y con una envidiable facilidad lo pone en mis manos después de subir a la misma silla.
No me avergüenzo de la situación y sólo me dedico a acomodar mi uniforme.

—Te lo agradezco... —dejo las palabras al aire. No recuerdo su nombre.

—Soy Rex —estira su mano y sonríe de lado.

—Lyn —me limito a decir y estrecho su mano con la mía.

—Eres enana, Lyn —una sonrisa burlona volvió a adornar su rostro.

No soy enana, él es muy alto.

Antes del comienzo del finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora