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Rex

Gracias a Ania mi aburrimiento incrementó y puedo asegurar que sobrepasa la escala de lo que es considerado normal.

Fui obligado a terminar los deberes en el lugar más adecuado para que mis sentidos descansaran y mi mente se apagara para así poder dormir, la biblioteca.

Ania tiene una mirada soñadora mientras hojea una revista que encontró en una de las tantas mesas. En cuanto a la enana, Lyn, no hay señal de ella.

Intenté concentrarme en el increíblemente propio y educado dialecto usado por el autor en el grueso libro de pasta dura. Las hojas estaban amarillas y me molestaba tener que descifrar las palabras que no estaban del todo legibles por la deteriorada impresión.

Mi sentido común me decía que debía tomar apuntes de lo importante, de otra manera si mi cabeza lo procesaba como palabras sin importancia lo terminaría olvidando.

¿No podría no ser capaz de recordar nada, verdad?

Después de aproximadamente diez hojas me detuve e intenté recordar algo de lo leído. Me rendí y a duras penas saqué un cuaderno de la mochila para escribir lo que necesitaría para el infinito resumen de literatura. Mientras que Ania seguía sumergida en un mundo de moda y cosas femeninas.

Quería darme de golpes contra la mesa.

Una de las dos sillas restantes en la mesa rechinó en el silencioso lugar. Estire mi cuello después de escribir unas cinco palabras sin coherencia en las hojas del resumen y levanté la vista.
Lyn sostenía un libro con muchas más páginas que el que yo tenía en mi poder. En su nariz descansaban unos lentes de fino y dorado armazón.

Aquellos le propinaban un toque de elegancia mientras sostenía el viejo libro. Inmersa en la lectura no se percató de que la observé durante un largo rato.

Antes del comienzo del finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora