Capítulo 5

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Después de unos segundos de haberse intercambiado miradas confusas y analíticas optando por la estática corporal, Ariadne decidió reír por lo bajo para romper la notable tensión. Por suerte resultó y los demás le siguieron la corriente, con alivio repentino.

—Oh, bueno… ésto es inusual —murmuró Finn algo apenado, después de haber reído entre dientes.

—Un poco, sí —acordó Astra asintiendo levemente—. ¿Vamos?

—Claro —una risa salió de los cuatro de nuevo cuando los gemelos alzaron los brazos para que ellas fueran del mismo exactamente al instante. Ellas encantadas se engancharon a este y se dirigieron al auto que ellos habían rentado para la ocasión. Ambos le abrieron la puerta... ésto era raro. Jack le dijo a Finn que el conduciría susurrando, y Finn se resignó rodando los ojos.

Ya adentro del auto y en plena carretera, todo lo que se le venía a la mente a los cuatro era la semejante casualidad que habían presenciado hace momentos. Astra rompió el silencio.

—¿Podemos poner música? —preguntó en un tono suave y sonriendo.

—Claro —respondió Finn y le pasó el cable para que ellas pusieran música. Una melodía pop invadió el auto.

—Oh Dios, quita eso —resopló Ariadne a su hermana y entre jaloneos ella logró desconectar el cable de el teléfono y colocó el de ella. Ahora una combinación de guitarra y batería sonaba, era algo fuerte.

—¡Pero si esa es música de locos! —chilló Astra con indignación.

—¡Loco tienes tu c...! —Ariadne se detuvo bruscamente cuando se oyeron las risas de los gemelos y no pudo evitar sonrojarse levemente—. Disculpen —apenas se oyó un hilo de voz.

—No te disculpes, nosotros también solemos hacerlo —respondió Jack entre risas, la cual contagió a los demás. El camino pasó mientras hablaban de películas y hacían comentarios divertidos. Al estacionar frente al restaurant bajaron en una sincronización inconsciente y les abrieron la puerta a ambas. Parecía que se habían acostumbrado ya. Entraron al mismo enganchados del brazo cada pareja y sonriendo. Era de comida japonesa, en especial, sushi. Entre la decoración se distinguía mucha naturaleza y olor a flores.

—Bienvenidos a Bamboo, ¿cuántas personas son? —preguntó una chica de cabello negro en un tono profesional, tomando algunos menús entre manos.

—Cuatro —la chica asintió y los llevó hasta una mesa para cuatro que tenía a un lado un gran ventanal que daba vista hacia la vegetación que había afuera. Se veía una luna menguante a disposición de cualquiera, y la esencia de madera y jazmín invadió su olfato. Les arrastraron las sillas por ellas y todos se sentaron. Ordenaron sushi y vino blanco.

—Y... ¿de dónde son? —preguntó Ariadne con interés, para romper el silencio y saciar su curiosidad.

—De Londres —respondió Finn. Perdió la cuenta de cuántas veces había respondido esa pregunta.

—Oh, eso responde a sus acentos —esbozó una sonrisa tímida.

—Ustedes también tienen acentos algo extraños. ¿Son de acá? —intervino Jack.

—No. Somos de Lárisa, una ciudad de Grecia —le respondió Astra—. Tuvimos beca y vinimos a estudiar. Ariadne medicina alternativa y yo literatura inglesa —luego dio un sorbo a la copa con vino—. ¿Y ustedes que estudian?

—Yo artes escénicas y Finn diseño gráfico.

Comieron llevando a cabo un divertido interrogatorio, conociéndose más. Los gemelos descubrieron que ellas aprendieron inglés por su cuenta durante su niñez y que extrañaban mucho su hogar y familia. Tenían un hermano mayor llamado Apolo que era vice—presidente de una empresa de bienes raíces que abarcaba Europa. Se mostraban tristes hablando sobre él y mencionaron que no lo veían desde hace meses. Rieron cuando Astra contó que Ariadne se rasuró una ceja cuando era pequeña, y que cuando Astra se rió de ella también le rasuró la suya. Ariadne tocaba el violín y Astra se iba más por los deportes, en especial la natación. La cita transcurrió de una manera agradable la cual hizo que desea tan que nunca acabara. Ambas eran abiertas y divertidas, cosa que aumentó la atracción que sentían por ellas. Al terminar de comer hablaron de los planes que tenían para después de la universidad y decidieron pedir la cuenta. Era un restaurant algo caro así que la cuenta dio unos 543,12$ añadiendo postres y más vino. Pero el pánico le vino a Finn al darse cuenta que no había traído su chequera dónde estaban las tarjetas.

Double Trouble. •Jack & Finn Harries•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora