𝚝 𝚛 𝚎 𝚜

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El incidente del zoológico me había dado el castigo más largo en toda mi vida. Tía Petunia me dio más deberes domésticos y me redujo mis porciones de comida. Tío Vernon  solo me permitió salir de la alacena cuando las vacaciones de verano comenzaron. Dudley seguía siendo Dudley; ya había roto casi todos sus obsequios de cumpleaños y había atropellado con su bicicleta a la pobre señora Figg.

En el fondo, me alegraba que el colegio hubiera terminado pero por el otro lado, las cosas no mejoraron para mí. La pandilla de Dudley visitaba a menudo la casa y hacían su pasatiempo favorito, el cual era torturarme. Dudaba que Malcolm, Piers, Dennis y Gordon tuvieran algo dentro de sus cabezas; alguien que nombrara a Dudley como su líder no tendría ni una pizca de inteligencia.

Eso me daba una excusa para pasar un tiempo fuera de casa. Daba largas caminatas que me ayudaba a pensar. También iba a escondidas al parque que estaba cerca de Privet Drive y me sentaba en uno de los columpios mientras observaba a los demás niños jugar. Todos se divertían, disfrutando de las vacaciones y olvidándose de la escuela.

Pronto iría a la secundaria y lo que me aliviaba era que no iría en el mismo salón que mi primo. A Dudley lo habían aceptado en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Y lo mejor de todo es que Piers también iría ahí. Yo asistiría a Stonewall, una pequeña secundaria de la zona.
Eso me daba muchas esperanzas, Dudley ya no asustaría a cualquiera que se atreviera a acercarse. Podría iniciar de nuevo y por fin tendría la oportunidad de hacer verdaderos amigos y tal vez llevaría una vida más tranquila.

Ese día, tía Petunia había salido de compras a Londres con Dudley para comprar su uniforme, así que aproveché el día para visitar a la señora Figg. Todos los chicos de la colonia la llamaban la loca de los gatos y se burlaban de mí porque pasaba mucho tiempo con ella. A mí no me importaba, la señora Figg era una muy buena compañía.

—Me alegra que estés aquí, querida —dijo con suavidad la señora Figg mientras servía el té.

—Lamento lo que le pasó señora Figg—me sentía un poco culpable por lo que le había pasado. Si no hubiera salido huyendo de Dudley, éste no me habría perseguido por toda la cuadra y no habría atropellado a la señora Figg.

—Tonterías—dijo ella quitándole importancia—Además, fue culpa de esa bola de grasa que sueles decirle primo.

—¿Cuándo le quitan el yeso? —pregunté mientras bebía de mi té.

—En un par de semanas estaré como nueva. Gracias por preocuparte por esta anciana. ¿Quieres un poco de pastel de chocolate?

Se levantó con dificultad y se apoyó con su bastón.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟 𝑦 𝐿𝑎 𝑃𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝐹𝑖𝑙𝑜𝑠𝑜𝑓𝑎𝑙 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora