𝚌 𝚒 𝚗 𝚌 𝚘

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Al día siguiente, me desperté muy temprano pero no me atrevía a abrir los ojos. No quería encontrarme con la cruel realidad, temía que todo lo que había pasado anoche fuera tan solo un sueño.

Había sido... interesante: Un gigante vino a rescatarme de la tiranía de mis tíos, me dijo que era una bruja y le puso una cola de cerdo a Dudley. Si abría los ojos ahora, me encontraré encerrada en mi oscura alacena.

Unos golpes hicieron que diera un respingo. De seguro esa era tía Petunia para decirme que prepare el desayuno.

—Ya escuché —rezongué —Estoy despierta.

Me incorporé pesadamente y un enorme abrigo se deslizó de mis hombros. Mi corazón dio un vuelco al encontrarme en la penosa cabaña. Miré a mí alrededor y encontré a Hagrid, dormido en el sillón.
Sentí una agradable sensación al descubrir que nada había sido un sueño, todo había sido real.

Pero mi sonrisa se borró al recordar la tensa conversación con mis tíos.

Ellos me habían ocultado que era una bruja y descubrí que sus maltratos tenían sentido. Mis tíos temían que las personas se dieran cuenta de que yo era realmente distinta a todos ellos.
Y la peor parte fue cuando me enteré que mis padres habían sido asesinados por un brujo malvado.

En lugar de tranquilizarme conocer la verdad, me inquietaba descubrir más a fondo sobre mi pasado. Ser famosa por haber sobrevivido a una poderosa maldición me congelaba la sangre.

Unos golpes hicieron que despertara de mis ensoñaciones, volteé y vi a una lechuza golpeando con su pata en la ventana. Traía un periódico en su pico.

Salté y me acerqué con curiosidad hacia la ventana. La abrí y el pequeño animal bajó en picado, dejando el periódico sobre Hagrid. Él no se despertó y soltó un fuerte ronquido. La lechuza batió las alas y se acercó al abrigo negro para picotearlo.

—¡Hey!—Traté de apartar a la lechuza con la mano pero cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo—¡Hagrid!—llamé moviendo su grande brazo—Hay una lechuza atacando tu abrigo...

—Págale—dijo con voz patosa.

— ¿Cómo dices?—pregunté confundida.

—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.

Encontré varias cosas en el enorme abrigo de Hagrid, desde dulces hasta croquetas de perro. Finalmente, tras meter un montón de llaves, logré sacar un puñado de extrañas monedas.

—Dale cinco knuts—murmuró Hagrid.

—¿knuts?

—Son las pequeñas de bronce.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟 𝑦 𝐿𝑎 𝑃𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝐹𝑖𝑙𝑜𝑠𝑜𝑓𝑎𝑙 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora