𝚝 𝚛 𝚎 𝚌 𝚎

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Mi primer encuentro con Dumbledore no había sido como lo esperaba. Después de la rara y breve conversación que tuve con él, traté de convencerme que era mejor olvidarme del espejo de Oesed. A pesar de eso, no pude evitar sentir un poco de resentimiento hacia Dumbledore y aquello no me enorgullecía. Me entristecía la posibilidad de que no vería de nuevo a mi familia, pero sabía que Dumbledore lo hacía por mi bien.

Durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de mi baúl. Al principio, comencé a soñar con mi familia, pero mientras pasaban los días, los sueños buenos se convirtieron en horribles pesadillas. Deseaba con todas mis fuerzas poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pude. Una y otra vez, soñaba que mis padres desaparecían en un rayo de luz verde, mientras una voz aguda reía.

Ron y Will sospechaban sobre mi insomnio al ver las manchas oscuras debajo de mis ojos, pero solo tuve el valor de contarle a Ron de mis pesadillas, ya que no quería que Will se enterara sobre mis excursiones nocturnas en el castillo.

—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loca—dijo Ron en voz baja cuando le conté sobre mis sueños.

—Ya sé que fue una pésima idea—admití fastidiada—No tienes que recordármelo.

Hermione, volvió al día anterior al comienzo de las clases. La pusimos al tanto, pensando que me iba a reclamar por mi falta de buen juicio, pero consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de mi, vagando por el colegio tres noches seguidas ("¡Si Filch te hubiera atrapado!") y desilusionada porque finalmente no hubiéramos descubierto quién era Nicolás Flamel.

Ya casi habíamos abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque estaba segura de haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvimos a buscar en los libros durante diez minutos en los recreos. Ahora tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.

Wood nos hacía trabajar duramente más que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en todo un fanático, pero estaba de acuerdo con Wood. Si ganábamos el próximo partido contra Hufflepuff, podríamos alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años.

Además de que deseaba ganar; descubrí que tenía menos pesadillas cuando estaba cansada por el ejercicio.

Aquella mañana, el día estaba perfectamente nublado y húmedo. Antes de comenzar con el entrenamiento, calentamos un poco lanzándonos la quaffle en el aire.
Estuvimos así un rato hasta que Wood apareció con mala cara. Se molestó más al ver a los gemelos, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟 𝑦 𝐿𝑎 𝑃𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝐹𝑖𝑙𝑜𝑠𝑜𝑓𝑎𝑙 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora