𝚍 𝚒 𝚎 𝚌 𝚒 𝚜 é𝚒 𝚜

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No podía explicar cómo me las había arreglado para hacer mis exámenes, cuando una parte de mi esperaba que Voldemort entrara por la puerta en cualquier momento. Sin embargo, los días pasaban y no había dudas de que Fluffy seguía bien y con vida, detrás de la puerta cerrada.

Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde nos examinaban por escrito. Nos habían entregado plumas nuevas y especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento anti trampa. También teníamos exámenes prácticos. El profesor Flitwick nos llamó uno a uno al aula, para ver si podíamos hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall nos observó mientras convertíamos un ratón en una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdíamos si tenían bigotes. Snape nos puso nerviosos a todos, respirando sobre nuestras nucas mientras tratábamos de recordar cómo hacer una poción para olvidar.

No sabía si lo había hecho bien, tratando de hacer caso omiso de las punzadas que sentía en la frente, un dolor que me molestaba desde la noche que había estado en el bosque.

Lavender pensaba que yo era un caso grave de nerviosismo, porque no podía dormir por las noches. Pero la verdad era que me despertaba por culpa de mi vieja pesadilla, que se había vuelto peor, porque la figura encapuchada aparecía chorreando sangre plateada.

Tal vez porque ellos no habían visto lo que yo vi en el bosque, o porque no tenían cicatrices ardientes en la frente, Ron y Hermione no parecían tan preocupados por la Piedra Filosofal como yo. La idea de Voldemort los atemorizaba, desde luego, pero no los visitaba en sueños y estaban tan ocupados repasando que no les quedaba tiempo para inquietarse por lo que Snape o algún otro estuvieran tramando.

Mi último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estaríamos libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibiéramos los resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns nos dijo que dejáramos las plumas y enrolláramos los pergaminos, no pude dejar de alegrarme con el resto.

—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —comentó Hermione, cuando nos reunimos con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente.

Para nuestra mala suerte, a Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Ron dijo que iba a ponerse malo, así que nos fuimos hacia el lago y nos dejamos caer bajo un árbol para relajarnos. Los gemelos Weasley y Lee Jordan se dedicaban a pinchar los tentáculos de un calamar gigante que tomaba el sol en la orilla.

—Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la hierba—. Puedes alegrarte un poco, Allie, aún falta una semana para que sepamos cómo nos fue, de seguro que te ha ido bien como a Hermione, no hace falta preocuparse ahora.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟 𝑦 𝐿𝑎 𝑃𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝐹𝑖𝑙𝑜𝑠𝑜𝑓𝑎𝑙 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora