𝚜 𝚎 𝚒 𝚜

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Debo decir que cuando llegué a Privet Drive esperaba una explosión. Tal vez uno que otro grito u objetos volando peligrosamente hacia mi cabeza. Sabía que mis tíos tarde o temprano me harían pagar por lo que sucedió en mi cumpleaños. Durante el camino ensayé lo que tenía que decir, pero mis manos sudaban y no paraban de temblar. Por un momento pensé en ir a la casa de la señora Figg para esconderme, pero era retrasar lo inevitable.

Al llegar a la casa, encontré todo tranquilo y silencioso que me asustaba.
Los Dursley estaban en la sala; tía Petunia estaba tomando un té, tío Vernon leía el periódico y Dudley estaba jugando con los videojuegos. Me aclaré la garganta para que supieran que estaba allí.

El ambiente se tornó helado, el único sonido que se escuchó fue el de la taza cuando se cayó. Dudley soltó un grito y echó a correr, encerrándose en su habitación. Y tío Vernon... Bueno, su cara lo dijo todo: Me despreciaba más que nunca.

—Ya regresé.

Ninguno me contestó.

Mi tía miró con desconfianza mientras colocaba todos mis paquetes y la jaula de mi lechuza. La sien de mi tío palpitaba peligrosamente a cada movimiento que daba. Su expresión demostraba que se estaba preguntando si era buena idea estrangularme o no. Esperé a que me gritara hasta perder la voz pero milagrosamente no sucedió. Respiró profundamente y el color rojo que había adquirido su rostro desapareció. Solo me ignoró, escondiéndose detrás de su periódico.

Tía Petunia estaba igual de sorprendida que yo; supongo que esperaba que tío Vernon tomara la iniciativa de castigarme. Fue como si no hubiera pasado absolutamente nada. La situación dio un giro que me tomó desprevenida.

Los días pasaban y las cosas se volvieron tensas entre mi familia y yo. Dudley no soportaba estar en la misma habitación conmigo; en cierto modo, me tenía miedo. Mis tíos no me gritaban y ni siquiera se plantearon en encerrarme en la alacena. Ninguno me dirigía la palabra.

En su momento fue divertido pero poco a poco se volvió deprimente. Estaban asustados y furiosos. Quizás temían que los convirtiera en sapos verdes o algún otro feo animal. La idea era tan atrayente pero a pesar de que me trataron de la peor manera, jamás los lastimaría de alguna forma o al menos no intencionalmente. Aún seguían siendo mi familia y solo ellos me quedaban en esta vida.

La señora Figg fue mi principal consuelo lo que restaba del verano. Pasaba casi todo el tiempo en su casa y a ella parecía encantarle. Le ayudaba en lo que podía, limpiando su sótano o cepillando a los gatos. Me reconfortaba su compañía y conversaba con ella por largas horas. También le había contado que me habían aceptado en un nuevo colegio, omitiendo el hecho de que era una bruja y que aprendería magia.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟 𝑦 𝐿𝑎 𝑃𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝐹𝑖𝑙𝑜𝑠𝑜𝑓𝑎𝑙 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora