two

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HoSeok sirvió el café en su taza, estirando las piernas y mirando el reloj colgado en la pared.

TaeHyung iba treinta y siete minutos tarde de su horario acordado. HoSeok pensó que por un lado eso sería mejor, ya que aparentemente el niño no quería ser ayudado, y él no podía obligar a nadie a dejarse ayudar. Pero por otro lado estaría perdiendo un cliente, y eso no era bueno. 

Como si el pensar en él lo hubiese llamado, TaeHyung apareció siendo arrastrado prácticamente hasta la sala.

 — Lo sentimos tanto, doctor. Se encerró en el baño con llave, no había manera alguna de sacarlo de ahí.— se disculpó uno de los padres acomodando la camisa que el niño se había esforzado en estirar para soltarse del agarre. 

— Pudimos por suerte sacarlo y lo trajimos aquí. Lamento informarle que quizás esté algo agresivo, si nos pide que lo llevemos a casa lo comprenderemos.

— No, por favor.— HoSeok habló sin pensar— Déjenlo aquí conmigo, no tendré problemas, prometí ayudarlos.— más allá de su verdadera responsabilidad como psicólogo, había algo en TaeHyung ese día, ese momento, que le fue imposible ignorar.

Pasando un poco por alto los agradecimientos de los padres, la puerta de la sala se cerró detrás de ellos al irse, y el silencio casi perturbador obligó a HoSeok a rodear los hombros de TaeHyung con sus manos, acariciando levemente mientras sentía esos huesos tan pronunciados. 

TaeHyung estaba hecho un desastre de pies a cabeza. Su ropa era básicamente un pijama viejo y holgado, no llevaba calcetines. Su cabello parecía estar más largo, desordenado, totalmente descuidado.

Pero su rostro se llevaba todo el protagonismo. Las ojeras se mostraban entre violáceas y negras, parecían dos moretones debajo de sus ojos. Sus mejillas estaban ahuecadas, su piel pasaba a ser pálida, sin color, como una porcelana vieja y agrietada. 

— Apostaría mi carrera entera a que ésta semana no llevaste ningún alimento sólido a tu boca.— TaeHyung se dio la vuelta, casi sonriendo, casi queriendo con intención, y lo miró desafiante.

— Rompí mi récord,— susurró por poco inentendible— una semana sobreviviendo solo con agua y tres manzanas.

Su cuerpo se balanceaba debido a que no tenía estabilidad; probablemente lo único que lo mantenía en pie era HoSeok sosteniendo sus hombros. 

 — ¿Qué te parece si tiras a la mierda ese récord esta semana, y te sirves al menos un café?— la propuesta de la infusión pareció interesarle, y asintió con un leve movimiento de cabeza.

HoSeok lo sentó en el sofá con cuidado, como si fuera a romperse. Tomó la taza que se había servido antes, y colocó las manos de TaeHyung alrededor del calor de la taza, incitándolo a beberla. 

Mientras daba largos sorbos como si estuviese deshidratado, HoSeok solo pudo observarlo entre maravillado y escéptico. Escéptico porque no creía que TaeHyung se destruyera a sí mismo por las razones generales de la anorexia, que suelen ser los estereotipos o el bullying; y maravillado porque incluso en su faceta más deplorable, ese chico era una especie de obra de arte, algo que se escapaba de la simpleza de lo bello, y que alcanzaba un nivel inexplicable.

No, definitivamente TaeHyung no era anoréxico por un estereotipo. Cualquier estándar de belleza temblaría de solo ver a alguien tan etéreo como él. Ese niño era más bien algo que no podía explicarse ni definirse, y toda su vida giraba en torno a un significado desconocido y enigmático tal cual él.

— ¿Puedes servirme más café?

Sí, y su voz tampoco se escapaba de su belleza. 

— Claro.

Sí, y HoSeok encontraría realmente la manera de sacarlo de ahí. Haría lo imposible para resolver ese enigma que representaba, porque sabía que jamás volvería a encontrarse con alguien como él.

Volvió a repetir la acción de la taza y el café.

— ¿Tienes amigos TaeHyung?— preguntó y TaeHyung casi escupe el café en una risa.

— ¿A qué viene esa pregunta?

HoSeok rodó los ojos.

— Soy tu psicólogo, cariño. Se supone que debo indagar en tu vida. Pero eso se me hace aburrido y sé que no me vas a ayudar, así que iremos por otro lado.— TaeHyung pensó ladeando su cabeza, y a pesar de que ese gesto le pareció tierno, a HoSeok no le gustó en absoluto ver como sus clavículas parecían pronunciarse más, como queriendo salirse de su piel.

Quería rescatar a ese chico, ya. Como un deseo innato dentro suyo, sentía la necesidad de llevarlo a un lugar lejos del mundo que él conoce, lejos de las balanzas, de las calorías, de los tratamientos y medicinas. Lejos del dolor, y era increíble como su visión de TaeHyung había cambiado tan radicalmente después de tan solo verlo un poco más allá de sus ojos; quizás ese era el problema, nadie vio a TaeHyung más allá de sus huesos, de sus trastornos y sus obsesiones. 

Quizás todavía no existía nadie que haya visto al verdadero TaeHyung.

— Tengo un amigo, se llama JiMin. Su novio también me cae bien y me ayuda, pero fuera de ellos no tengo a nadie más.— suspiró luego de decir aquello. 

— Bien, además de ellos, yo también seré tu amigo.

TaeHyung rió con ironía.

— ¿Estamos en el jardín de infantes? Además, creo que ya estás mayor para ser amigo de un mocoso como yo, ¿no?

— Ya no eres un mocoso, estás a punto de cumplir los dieciocho, y yo tengo veinticinco. Podemos llevarnos bien.— la sonrisa de TaeHyung en ese momento pareció iluminar todo alrededor.

— Pareces el típico viejo verde que quiere aprovecharse de una niña de quince. 

— Bueno, no soy un viejo verde y tú no eres una niña de quince. Y no me aprovecharé de ti a menos que tú quieras.— guiñó un ojo en broma, y la escasa y silenciosa risa de Tae se convirtió en un sonido que querría escuchar por siempre.         

  

psicólogo  》vhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora