17 | MURDER PLAN

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PLAN DE ASESINATO.

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—¿Que pasó? —preguntó Enid mientras acercaba sus manos a las llamas de la pequeña hoguera que habíamos conseguido encender un par de minutos antes

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—¿Que pasó? —preguntó Enid mientras acercaba sus manos a las llamas de la pequeña hoguera que habíamos conseguido encender un par de minutos antes.

Le dirigí una mirada, soltando un suspiro y ella me miró. Después me encogí de hombros y ladeé la cabeza. Le ofrecí otra de las galletas que Carol me hizo hace pocos días y ella aceptó el dulce sin pensárselo demasiado.

Había encontrado a Enid a mitad de la carretera, a punto de rematar a un caminante que yo acabé atropellando con el coche que cogí al salir de Alexandria.

—¿A qué te refieres? —le pregunté mientras dejaba mi sombrero en el suelo y peinaba mi pelo con mis manos.

—Sabes de sobra a lo que me refiero, Carl —respondió sin apartar sus ojos verdes de las llamas de la hoguera tras haberse tragado el trozo de galleta de la boca.

Nuestras voces eran suaves, como el baile de las llamas de la hoguera que teníamos frente a nosotros.

Queríamos hacer el menor ruido posible. Llegaríamos a Hilltop por la mañana, pero el camino fue más largo de lo que esperamos, por lo menos a pie, y tuvimos que acampar en la cuneta de la carretera y encender una pequeña hoguera para iluminarnos y protegernos del frío, aunque no hacía demasiado.

Me tumbé en el suelo y puse mis manos en la parte posterior de mi cabeza, con la vista fija en el estrellado cielo nocturno.

—No pasó nada —respondí mintiendo a su pregunta un rato después.

—Mientes —contradijo y yo la miré haciendo un mohín.

Me incorporé del suelo soltando un gruñido y gateé hasta quedar junto a ella. Volví a sentarme en el suelo y la castaña me miró, como exigiendo explicaciones.

—¿La encontraste? —preguntó y yo asentí con lentitud. La expresión de su rostro se ablandó y Enid bajó la cabeza durante un par de segundos, después volvió a alzarla—. ¿Estaba...?

—¿Muerta? —pregunté y ante la falta de respuestas de Enid negué con la cabeza—. No, que va. Cuando la encontré no estaba sola. Había un hombre con ella... trataba de agredirla. Intentaba... —suspiré—. Intentaba desnudarla. Quería forzarla. Cuando conseguí ayudarla nos dimos cuenta que había una horda que nos había detectado, así que tuvimos que huir. La seguí a través del bosque y nos metimos en una pequeña cabaña. Estábamos rodeados de muertos pero nos las apañamos para salir; utilizamos el ya conocido truco de cubrirnos con sus tripas para poder caminar entre ellos. Después ella tomó el camino de vuelta al Santuario y yo regresé a Alexandria.

Enid miró hacia bajo y apretó la mandíbula. Después alzó la vista y miró al frente con expresión distante y fría.

—¿Lo mataste? —preguntó y pude sorprenderme con el tono frío de su voz. Casi como si deseara que respondiera con un "sí"—. Al hombre que trataba de agredirla.

—Traté de darle la oportunidad de que la soltara. Ya sabes que nunca he sido muy fan de matar a la gente.

—¿Lo hiciste o no? —Enid me miró y yo permanecí en silencio unos segundos.

—Sí. Lo maté.

La castaña asintió y dejó escapar un suspiro. Después mordió su labio como tratando de no romper a llorar.

—Yo habría hecho lo mismo —susurró—. Es horrible sentirte pequeña y débil.

—Tú no eres pequeña ni débil.

—Ya —Enid esbozó una sonrisa amarga y comenzó a jugar con el colgante que llevaba puesto—. No me refería a eso.

Ladeé la cabeza sin decir nada y Enid me dirigió una mirada.

—Si todo sale bien y llegamos...

—Llegaremos —corté su frase.

—Si lo hacemos... —murmuró—... si todo sale bien y ambos llegamos con vida. ¿Qué pasará contigo?

—Volveré a casa, supongo.

—Puedes quedarte conmigo en Hilltop. A Maggie no le importará acogernos a los dos. Te conoce desde hace años.

—Sí, lo sé. Pero mi sitio está en Alexandria, con mi padre, Michonne y Judith . Ya lo sabes.

Enid asintió con lentitud y removió el fuego con un palo para después hecharle un trozo de madera.

—Siento haberte encerrado en la armería —la miré y ella se encogió de hombros.

—No lo sientas. No quería verlo —suspiró—. Siento que tuvieras que verlo.

—Yo no —negué—. Miré las dos veces. Tanto como cuando murió Abraham como cuando murió Glenn. Sentía que... debía recordarlo —inhalé y exhalé con lentitud—. Por algún motivo sentí que debía recordarlo.

Enid tensó los labios y bajó la cabeza durante unos segundos para después volver a alzarla. Sus ojos verdes se centraron en el fuego.

—Es irónico —susurró con una sonrisa amarga en sus labios.

—¿El que? —pregunté mientras ella jugaba con su cuchillo.

—El saber que tienes algo pero que podría irse de la noche a la mañana. Es una de las peores sensaciones que uno puede sentir. Glenn era como un padre para mí —sollozó la última frase—. Y ahora ya no está. La esperanza nos hace débiles, Carl. Y también la compasión. Aprendemos a las malas a adaptarnos y aceptamos que éste ya no es nuestro mundo. Todo esto le pertenece a los muertos —Enid lanzó una pequeña piedra al fuego—. Esta vida te otorga algo tan rápido como te lo quita de las manos.

—¿Por qué no descansas un rato? Es tarde, yo haré el primer turno —le dije tras un rato en silencio.

Ella asintió con monotonía, apoyó la cabeza en mi hombro mientras yo recargaba el arma que llevaba en el cinturón y cerró los ojos.

—Llámame cuando me toque vigilar —murmuró ya medio dormida.

—Lo haré —susurré dejando un beso sobre su cabeza.

Al cabo de un rato miré a Enid, que dormía plácidamente con la cara oculta en el hueco de mi cuello, y aparté el pelo de su rostro con suavidad.

Después quité el seguro a mi arma y avivé ligeramente el fuego mientras me llevaba una galleta a la boca.

Pensé en lo que podría pasar de ahora en adelante. En cómo se lo ocultaría a Enid y en la manera de la que saldría del Santuario, si es que salía.

Ni siquiera llamé a Enid en toda la noche. Mi cabeza se centraba en querer matar a Negan, aún sabiendo que podría morir en el intento.

Necesitaba elaborar ese plan de asesinato.

El Nuevo Mundo || Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora