|CAPÍTULO O6|

5.3K 633 910
                                        


Oh, el orgullo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Oh, el orgullo.

Aquella plaga del corazón que se extiende cual virus mortal y enferma el alma con el peor de los males, ese que impide que suspires por quien te enseñó a hacerlo, a negar el querer a quien tanto quisiste o en mi caso menos dramático, a ignorar al chico que me gusta por haberme plantado.

El orgullo es una infección que se mete al cuerpo por una herida abierta con la daga de la indiferencia; tenía la esperanza de que Ethan me hablara y me diera una bendita excusa por haberse ausentado en nuestra primera cita pero parece que le importó una cantidad kilométrica y gigante de residuos orgánicos de cualquier especie.

O sea, le valió mucha mierda.

Tener una jornada de más de seis horas estando relativamente cerca a Ethan sin recibir ni siquiera una mirada de disculpa de su parte me ha dolido,pero con el orgullo echando raíces en mi estómago, he evitado siquiera pronunciar su nombre... en voz alta.

Ayer estuve pendiente de Ethan y esperé hasta la hora en que me subí al bus para ir a casa pero cuando mi trasero se sentó en el asiento junto a Samantha me di por vencida, así que hoy viernes ya decidí no prestarle atención alguna. Lo más horrible del mundo universal es que ayer recibí otra nota suya que decía:

Te luce esa blusa, te resalta el cabello .
1 Fan.

Lo tomé primero como una ofrenda de paz pero me di cuenta de que no era nada, quizás solo era para hacerme una broma pesada pensando que en realidad no me gusta tanto.

A mitad de la clase de historia la maestra debe salir del aula por una llamada del director; Brad, con quien comparto esta hora y que está sentado en una silla adelante, se voltea para charlar.

—Oye, Rarita...

—¿Cuándo dejarás de llamarme así?

—Cuando dejes de ser rarita.

—Esto va para largo entonces.

—Exacto —afirma—. Como sea, mañana hay fiesta, ¿vas o qué?

—¿Qué celebran?

Brad me mira como si me hubiera salido un tercer ojo.

—No sé, ¿la vida? Solo es una fiesta, no una ceremonia.

Sinceramente y teniendo en cuenta los acontecimientos de esta primera semana en la preparatoria Winston, no estoy muy segura de qué podría pasar si asisto a una fiesta. El tema de las porristas está muy fresco y además está mi ridículo en la cafetería el lunes y nunca falta el chisme de boca en boca de que Ethan me plantó, así que si hacemos cuentas es más conveniente salir del ojo público por un tiempo. Unos días o una semana, pues.

—Mi padre no me deja ir.

La excusa confiable para faltar a todo sin ser juzgado a los 17 años es la sobre protección real o inexistente de los padres; de otro modo puedo quedar como una amargada y exponerme a la insistencia.

Un Cliché desComunal •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora