*Capítulo 2: Hacer llorar a un profesor.

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6 años de edad.


— Mamá, en serio no quiero ir a la escuela. — fue lo primero que dijo la pequeña al ver que su mamá entraba a la habitación con su nuevo uniforme en mano.

— Hanna, eso no está a discusión, vas a ir a la escuela ¡Es la primaria! ¡Será divertido! — la pequeña la miró incrédula pues sabía que el entusiasmo de su madre era falso.

— En serio, mamá, no tienes que fingir. — su mamá rodó los ojos en señal de rendición ante la actitud tan pesimista de su hija. 


— Te quiero abajo en 5 minutos. — dicho eso dejó el uniforme sobre la cama y se marchó.

Hanna al ver la puerta cerrarse tomó la almohada en la que hace unos poco segundos dormía y la estrelló contra su cara para ahogar un fuerte y agudo grito; y ese solo era el comienzo de su estresante día.




(***)




— ¿Nervioso por el primer día, Aarón? — preguntó su madre mientras dejaba un plato con hot cakes frente a él.

— Estoy más emocionado que nervioso. — respondió el pequeño de 6 años haciendo que su madre sonriera.

— Me alegra escuchar eso. — su sonrisa se borró al darse cuenta que la más pequeña, Jessica, estaba por derramar toda la leche de su tazón de cereal sobre su nuevo uniforme. — Cariño, ten más cuidado. — dijo mientras se acercaba rápidamente para quitarle el tazón.

— Peldón, mamá.— respondió la pequeña de tan solo tres años.

— No te preocupes, mi niña. Tu papá bajará en unos minutos para llevarte a la escuela ¿okay? — la niña sonrió y asintió mientras tomaba nuevamente su tazón pero ahora con más tranquilidad.

— Bien, Aarón, hora de irnos ¿Listo? — El pequeño tomó su mochila y luego de ponérsela saltó de la alta silla de la barra de desayuno, aterrizando en una pose que parecía imitar de un súper héroe.

— Yo nací listo. — dijo Aarón, sin imaginar lo que le vendría encima.



(***)



Afuera de la primaria se podían escuchar claramente los llantos y los gritos de los nuevos estudiantes que no querían separase de sus padres mientras varias maestras intentaban calmarlos repitiéndoles que todo estaría bien, aunque eran niños y claramente eso no les importaba al venir de una completa extraña, los vómitos de algunos a ver a sus papás dejarlos lo confirmaba.

Pocos eran los valientes que entraban sin miedo a la nueva etapa de sus cortas vidas y un ejemplo claro era la temeraria Hanna, quién al bajar del lujoso auto no perdió el tiempo y comenzó a caminar a la entrada de la escuela.


— ¡Mi cielo ¿No quieres que te acompañe?! — gritó su madre desde el auto al ver que su hija estaba muy adelantada.

— ¡No! ¡Quiero terminar con esta tontería de una vez! — dicho eso, Hanna entró mientras cientos de miradas por parte de padres y maestras se posaban sobre ella por haberse referido a la escuela como “esta tontería”.

La madre se agachó avergonzada y rápidamente huyó de las miradas acusatorias arrancando el auto.

Al irse, abrió un espacio para el auto de los Cox.


— ¿Quieres que te acompañe a la puerta? — preguntó la madre a su pequeño quien miraba con mucho detalle el edifico que estaba tras el cristal.

Finalmente, luego de pensarlo unos segundos, miró a su madre con una sonrisa.

— No, ya estoy grande. Puedo con esto. — dicho eso le dio un beso a su madre en la mejilla y salió rápidamente del auto para adentrarse  en la escuela sin mirar atrás.

Con cada paso que daba en el pasillo principal de colegio el pequeño Aarón se sentía cada vez mas abrumado al escuchar el llanto de sus compañeros, ese mismo sentimiento de abandonado y miedo comenzó a hacerse presente en él justo antes de que el primer sollozo saliera de su boca una pequeña rubia lo llamó.

— ¡Aarón! — gritó feliz al encontrar a su amigo que no veía desde el principio del verano, cuando sus padres viajaron por trabajo y ambos se encontraron.

Aarón apartó la vista de sus dramáticos compañeros y posó su vista en donde creía haber escuchado una voz que lo llamaba y al descubrir quién era la dueña de esa bella voz aguda una sonrisa se dibujó en el rostro de ambos.


— ¡Hanna! — el pequeño fue corriendo hasta llegar a ella y una vez cerca la abrazó con fuerza, algo que tomó de sorpresa a Hanna.— Me alegra verte, estaba muy asustado. — le dijo una vez se alejó.— Todo mundo está llorando y no entiendo por qué.


— Están llorando porque creen que sus padres los abandonaron. — Aarón miró con miedo a su amiga.

— No es así ¿verdad? — ahora Hanna lo miró con decepción.

— Claro que no, si quisieran abandonarnos no nos habrían comprado un uniforme tan costoso. Mejor hay que entrar, creo estos cobardes te están afectando. — unos cuantos niños miraron mal a Hanna al escuchar su comentario pero ella no los tomó en cuenta mientras tomaba a su amigo del abrazo para adentrarse en su nuevo salón de clases.

Mi Aferrado. {Mitades Opuestas #3}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora