capitulo 6

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ah!. ¡Alex ahora le pertenecía!, ¡tomen eso, perras! Esperen, ¿Las leonas
se podían considerar perras? La leona podía decir que esa perra delgada
quería a su compañero, pero ella no podría poner sus garras en el
hombre de Maya. Oh, no no no. No después de lo que ella había soportado desde que se acostó con Alex. La leona de Maya sintió la urgencia de golpear sucio a la asustada mujer y enterrarla de la misma manera en que se enterraría la mierda. Pero no lo haría. A pesar de las acciones de la mujer hacia su hombre, Maya ahora era parte de la manada y ella haría su mejor esfuerzo para actuar como la Jefa que era.

Sí, seguro, blah, blah, blah… y toda esa tontería de jerarquías que no dudaba
que tendría que hacer de ahora en adelante. Aunque, un abrazo o frotamiento más de esa mujer sobre Alex y todas las apuestas se perderían. Su leona iría en puntillas y una perra escondida sobre el trasero de aquella gata.
Rugido, resoplido, rabieta y grr.
Sintiendo la urgencia de su bestia, Maya lamió un poco más sobre el daño que
había hecho en el hombro de su compañero que lentamente dejaba de sangrar. Ella gruñó contra su piel:
“Mío”
“Sí, nena, soy tuyo, como tú eres mía”.

Ella ronroneó, se relajó, su cuerpo calentándose por su afirmación. Dios, el
sabor de él en su lengua, su calor, todo se juntaba, creciendo dentro hasta
necesitarlo. Joder, se sentía como si tuviera una tonelada de problemas pesando sobre sus hombros, pero a la gata que se frotaba justo debajo de su piel no parecía importarle y cuanto más ronroneaba la gata, Maya encontró que su lado humano estaba casi a punto de abordar la cama y llevar a Alex con ella. Maya olisqueó su cuello, sintió su esencia, inhalo el olor único de su compañero. Lo lamió de nuevo,
saboreando el sabor a cítrico y canela que estalló en sus papilas gustativas, repitió:

“Mm…mío”.

Su coño le dolía con cada segundo que pasaba. Oh, sí, ella estaba totalmente a
bordo ahora… más que lista para algo de tiempo de uno-a-uno con su hombre. En
este preciso momento en el tiempo, no importaba que ellos fueran prácticamente extraños, así que quizá Maya fuera rápida a la hora de perdonar y aún más de amar,
pero la verdad sea dicha, ella no tenía una onza de coraje más en su cuerpo hacia el hombre del cual estaba colgada―ella era su Omega y él era su Alfa.

Alex apretó su espalda.
“Soy tuyo ahora, ¿por qué no dejamos de darle show a la manada y llevamos
esto al piso de arriba?”

Ohh, esa era la mejor idea que él había tenido en todo el día. Debió haber leído
su mente. Sin decir palabra ella se movió hasta quedar a sus pies y tiró de él, conduciéndolo hacia las escaleras, una risa ronca sonaba detrás de ellos.
Sorpresivamente, ella fácilmente reconoció la fuente del sonido. Grayson. Y habían aún más risas, presumiblemente porque su segundo al mando no estaba acostumbrado a ver su alfa ser conducido por una mujer.
A medio camino hacia arriba la leona estaba harta sobre la maldita hiena
carcajeándose… Ella giró y enseñó los dientes a la multitud, un fuerte siseo escapó de sus labios.
“¡Suficiente!”
Silencio…
“Maldita sea nena, acabas de hacer que mi pene se ponga duro”.

Oh. Oh. Ella se recargó contra él, frotando su culo contra su erecto bulto.
“Vamos cariño, tengo el presentimiento de que Grayson ya no reirá más”.
Con un movimiento de cabeza reanudó su ascenso, arrastrando a Alex con ella.
Abrió la puerta, lo tiró dentro y cerró la puerta detrás de ellos con un rotundo
portazo, dejándolos a los dos en la oscuridad.
Aún estaba en el aire la esencia del sexo que habían tenido, empujando a su
gata interior, hasta que cada pensamiento de Maya se revolvía entre hablar con su compañero o ser tomada por él.
Maya se esforzó para ajustar sus pupilas a la luz. Al enfocar su mirada, ésta se centró en el hombre que estaba ante ella, tan magnifico como lo estaba la noche anterior, vistiendo una camiseta que se le pegaba a la piel y unos vaqueros que se ajustaban a sus formas y dejaba ver sus músculos, causando que la saliva se acumulara en su boca. No babearé.
Sus ojos color ámbar se oscurecieron mientras pasaron los segundos. Maya
lamió sus labios, la gata dentro de ella le recordó el sabor de su sangre.
Conscientemente ella dejó que sus manos cambiaran, las uñas alargándose le y convirtiéndose en mortales garras, pero no tenía una muerte en su cabeza. No, ella se concentró en su piel.
Maya dio un paso hacia adelante y el retrocedió.
Ella dio otro y de nuevo, Alex
se echó hacia atrás. Ella lo acechaba, un delicado baile entre compañeros…
“Alex…” la leona necesitaba que él se detuviera. No lo quería, sino lo necesitaba.
“Vamos compañera. El le sonrió, haciendo un movimiento de "ven aquí" con su dedos.”
Oh, como amaría tener esos dedos dentro de ella otra vez. Maldita sea, la idea de que él la llenara y frotara su punto G, mando un escalofrío de excitación disparado por su columna vertebral.

El Es Mi Leon (Terminada)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora