004/ Mi gato se comió la nota.

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Arco uno: Pandora.

El acuerdo catorce de distritos estipula que las personas que posean un quirk de nivel ocho o superior, deben estar distribuidos de manera uniforme entre los distritos, de esta manera se conservará la relativa paz que tantos años nos costó encontrar, por tanto y de acuerdo a lo estipulado y dicho anteriormente, debemos pedirle que abandone el distrito tres y se mueva de manera permanente al distrito cinco donde será recibida por el líder del distrito y se le asignará un nuevo hogar. Se le dará un plazo de cinco días para que se complete el traslado de manera voluntaria, de lo contrario nos veremos en la penosa necesidad de usar la fuerza.

La castaña giró en el piso hasta quedar boca arriba, estaba cansada, muy cansada. Sumamente extraño si consideraba que su actividad física del día se había limitado a ir a la cocina por unos panecillos y café.

Su gato blanco permanecía a su lado mientras ella se dedicaba a leer la carta, la había repasado con la mirada un par de veces. La caligrafía perfecta y simétrica le causaba jaqueca. La perfección era aterradora.

-No quiero irme, si me voy, solo llevaré la desgracia conmigo- su voz sonaba seria.

El gato blanco tomó la nota y comenzó a masticarla poco a poco, rompiendo cada pedazo hasta dejar un montón de papel húmedo en el piso. La castaña rió mientras tocaba la pequeña nariz rosada del felino.

- ¿Se habrán dado cuenta de que no siempre soy yo? -

La castaña alzó sus manos haciendo figuras invisibles en el aire. El olor a tabaco y alcohol inundó sus fosas nasales, y la cara de su padre se posó sobre ella, apacible y de expresión relajada.

- ¿Has leído la nota? - la voz gruesa capturó su atención.

La chica negó con la cabeza repetidas veces. Señaló de manera acusatoria al gato que se encontraba a su lado. El felino bostezo y se hizo un ovillo en la alfombra para dormir.

-Se ha comido la nota, deberían traerme otra-

El hombre de cabello negro suspiró, las arrugas en su rostro eran mas notorias ese día y su boca se sentía seca debido al alcohol.

-No pueden traerte otra-

- ¿Por qué no? - la chiquilla frunció el ceño e infló las mejillas.

-No hagas un berrinche- posó las manos en su cintura mientras elevaba el tono de su voz.

La niña comenzó a llorar desolada, como si le hubiesen gritado y golpeado. El llanto no paraba.

La tierra comenzó a moverse, los candelabros se agitaban levemente y las cosas en las mesas se caían una a una. Todos los habitantes de aquella enorme casa comenzaron a buscar lo que sabían que calmaría aquella tempestad.

El primero en llegar al lado de Pandora fue un hombre de traje negro, parecía bastante joven, llevaba un enorme oso de felpa entre su brazos.

-Mire lo que he comprado para usted señorita, ¿No le gusta? -

La castaña paró de llorar y aunque el movimiento telúrico seguía en progreso, parecía que el regalo funcionaba.

-Es bonito- admitió con voz cortada.

La segunda persona en llegar fue una mucama, tenía en sus manos un pequeño pastel de vainilla.

-Mire lo que las cocineras hicieron para usted señorita, ¿Quiere probar un poco? -

El temblor se calmó mientras la pequeña lamía la cuchara con bizcocho y crema.

-Esta muy rico- sonrió aun con los ojos rojizos.

Los regalos siguieron llegando uno a uno. Seidenki, el padre de Pandora solo pudo ver de lejos la escena, todos los empleados mimaban a su pequeña, al principio pensaba que era por obligación, al final de cuentas nadie quería tratar mal a la hija del jefe, pero después se encontró a si mismo observando como le daban caramelos a escondidas y como Zero en ocasiones reprendía a la niña.

Su guardaespaldas, Yukai, llegó hasta su lado, tenía esa expresión neutra de siempre.

-Nadie esta de acuerdo con que Pandora abandone esta casa- su voz sonaba dura.

-No podemos hacer nada- el de cabello negro escondió su rostro entre sus manos- Soy su padre y me he rendido-

-No se preocupe jefe, tengo una solución- palmeó su espalda para reconfortarlo.

El azabache elevó una ceja ante la expectativa.

-Necesitamos esperar a que el mensajero vuelva, entonces se lo diré-

-Es porque Zero no existe- la voz aguda de Pandora cortó el ambiente.

Todos se quedaron sin palabras. Seidenki elevó una ceja, parecía ser el único que no entendía del todo las palabras de su hija.

-Zero no está en los registros de empleados, nadie en el distrito sabe realmente que trabaja para nosotros, y aún si lo supieran...-

-... No dirían una sola palabra contra mí- el azabache completó la frase.

Yukai asintió dándole la razón.

Cuando todos volvieron la vista al centro de la habitación, Pandora ya no estaba ahí, lo único que quedaba era el pastel a medio comer y un oso de felpa. El gato tampoco estaba en el lugar.

La castaña siempre se había caracterizado por ser escurridiza.

Seidenki suspiró con pesar.

Los empleados se movilizaron de inmediato, buscaron por toda la casa, en el ala norte y sur, en cada habitación, debajo de cada cama y en cada armario. Nada.

La alarma sonó reventando los tímpanos de todos en el distrito, toque de queda y la castaña no estaba, eso no era bueno.

El azabache tomó el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo del pantalón, marcó el número de memoria, dos tonos después alguien respondió al otro lado de la línea.

-Zero-

-Pandora no está en casa, tráela-

-De inmediato-

La llamada finalizó. El cenizo sin duda sabia moverse por la ciudad, no había nadie mejor para esta misión, tampoco había nadie mas literalmente, el toque de queda no era opcional.

El azabache terminó en su silla de cuero bebiendo algo de alcohol y fumando como si su vida dependiera de ello. Los nervios lo carcomían desde dentro y no estaba en condiciones de lidiar con las travesuras de su hija.

Zero ゼロ [BNHA] CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora