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—Llegamos, hija, bájate del auto.— Me dijo mi mamá antes de bajarse ella. Ya estábamos acá, no hay vuelta atrás.

Hoy en la mañana, después de varios meses de prepararnos, al fin nos cambiamos desde Santiago a Cartago. La nueva ciudad estaba como por el sur del país, era pequeña y poco conocida. 

—¡Hija, sal del auto y ayúdame a bajar las cosas, porfis!— Me gritó mi mamá porque no la pesqué a la primera.

Resignada, abrí la puerta del auto y me bajé de mala gana. La miré con cara de odio y me puse a sacar mis cosas del auto. Mi mamá despertó a mi hermano chico, el Max y mi otra hermana, ya estaba corriendo alrededor mío, nunca se queda quieta la cabra chica

Saqué mi maleta y luego las otras. El Gonza, mi padrastro, nos había ido a buscar al aeropuerto, ya que él se vino un mes antes que nosotras para tener todo acomodado en la casa nueva. Abrió la puerta y me ayudó a entrar las cosas.

La casa era inmensa, blanca por fuera, patio con pastito verde, bien bonito, un árbol de limones en la entrada. Era súper linda por fuera y más por dentro, pero todos sabemos que el Gonza contrató decoradores, no es tan creativo. 

En Santiago, vivíamos en un departamento en Providencia, pero mi mamá estaba chata de vivir en un lugar sin patio. Ahora que vamos a tener una casa más grande probablemente mi mamá lo llene de plantas.

El Gonza nos indicó donde estaba cada habitación, la mía tenía un pequeño balcón que estaba junto al balcón de mis vecinos. Se notaba un poco que el barrio era antiguo porque el del vecino era de madera, como cabaña de playa. En cambio el mío lo habían remodelado hace poco y se veía más "moderno". 

Comencé a acomodar mis cosas dentro de la habitación. Lo único que había adentro eran los muebles, todo lo otro estaba en cajas. Puse un espejo, fotos con mis amigos sobre una repisa, acomodé mi colección de libros, le puse sábanas a la cama y seguí ordenando todo lo que traía. En dos horas tenía casi todo listo. Mi habitación estaba completamente personalizada. Esta era más grande que la anterior, por lo tanto me quedó harto espacio libre en la pared de pósters. 

Decidí que mañana iría a recorrer la ciudad y aprovecharía de comprar algo para decorar lo que me faltaba. Tomé mi celular y me metí a Instagram. Subí una foto que me había sacado la Pascuala, mi mejor amiga,  antes de venirnos para acá. Revisé un rato las notificaciones, comentarios, likes y me dio sueño. Miré la hora, eran las 16.34 así que puse una alarma a las 18.00 y me quedé dormida. 

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Cuando sonó la alarma, me desperté como si recién hubiera nacido. Igual venía un poco cansada por el viaje, a pesar de que dormí todo el camino desde el aeropuerto hasta la casa.

Me miré al espejo, me maquillé un poco porque quería permiso para salir a no sé dónde chucha porque no conozco este lugar, y bajé a ver si mi mamá necesitaba ayuda. 

Ya estaba en la mitad de la escalera cuando escuché unas voces así que me asomé un poco desde la escalera para ver qué onda. Mi mamá estaba conversando con una señora medio regordeta pero se notaba carismática. Bajé a saludarla y al ir acercándome me dí cuenta de que no estaban solas. Había un tipo como de mi edad sentado a su lado en el sillón. Era guapo, tengo que admitirlo. Se veía piola. Tenía el pelo oscurito, era blanquito, flacuchento, alto, pero lo que me mató de él, fueron sus ojitos castaños.

Quedé sin palabras. Había un ángel sentado en mi sillón. Una cosa hermosa, un dios.

No sé quién era, pero estoy segura de que era el mino más lindo que había visto en mi vida

Seguí caminando hasta estar al lado de mi mamá. Ella me dijo que saludara a las visitas y obviamente, lo hice. La señora se paró y me dio un gran abrazo.

Nico, el niño de ojos castañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora