El libro (Sueño otoñal)

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Sueño otoñal 


Despertó después de una siesta tardía. Se sentó bruscamente en su cama, el aire le faltaba y tenía la visión borrosa. Las cortinas estaban descorridas dejando pasar las luces de la ciudad por lo que sus ojos trataron de acostumbrarse a la luz. En medio de la repentina conmoción trato de recordar su sueño, pero le fue imposible. Sin embargo, la sensación era la misma, como si algo le persiguiera.

Se limpio el sudor, miro hacia afuera y el enorme reloj de la ciudad marcaba las nueve de la noche. Era tarde.

Se levanto apresurado, tomo su larga capa y sombrero, en la casa resonaron los viejos escalones de la casona, paso frente a un espejo y se arregló la melena, todo estaba en penumbra, una vela se prendió sola para iluminar lo suficiente. Salió, echo llave y se encamino en un carruaje arrendado.

Cuando llego y advirtió su mirada entre todas las personas, sintió que era preso de un hechizo maquiavélico. La joven poseía un aura que la ensalzaba de una fuerza misteriosa y atrayente, dejando a su paso una sensación etérea y reconfortante.

La casa de música estaba abarrotada de gente, las damas de compañía junto a sus encargos, y las jóvenes casaderas a disposición de los hombres en busca de esposa. La orquesta tocaba una música que invitaba al vals, él estaba escondido, inseguro sobre lo que deseaba hacer a continuación.

La había encontrado primero, para su sorpresa. Siempre era su amigo quien solía conocerla antes, sin embargo y contra todo pronóstico, esta vez fue él.

Miro hacia el techo de vidrio, el cielo se veía estrellado. Se pregunto si acaso era una macabra broma y el cielo y el infierno estaban jugando un juego con él ¿Qué debía hacer ahora? ¿Quizás...?

Sus pies se movieron solos, toco su hombro aun dudoso, ella se giró y le sonrió, interrogante.

Se presento educado, con una mano en la espalda y la otra estirara en su dirección e inclinándose suavemente le pidió un baile, el cual ella acepto.

Tenia el cabello marrón recogido, unos tirabuzones juguetones que salían de su peinado y caían por su cuello. Unas flores colocadas para adornar brillaban a causa de la joyería incrustada en ella.

.

Era hermosa, no tenía el cabello rojo, ni los ojos verdes, era dueña de una melena castaña y unos ojos de color imprevisible.

En ese instante, justo en el momento que ambos sintieron el contacto del otro, ocurrió algo especial. Cuando las yemas de sus dedos se rozaron tímidamente, vieron como unas pequeñas chispas saltaban entre ellos.

Ambos alejaron la mano bruscamente. Se quedaron mirando, extrañados, él nunca había visto algo como eso a lo largo de toda su vida. La joven tomo su mano mas firme, viendo que el joven la observaba perplejo.

Con las mejillas arreboladas hizo ademán de comenzar a bailar, el muchacho volvió en si y la siguió, abriendo un espacio en el tiempo para detenerlo y disfrutar de ese efímero momento, que quedaría guardado para toda la eternidad. 

Rin: El precio de la eternidadWhere stories live. Discover now