«Dónde un pintor no quería trazar nada delicado, ni mucho menos que se asemejase a un cristal. Su numen gritaba para trazar y sentir aquel cuerpo robusto de irises inocentes.»
NO copias, NO adaptaciones.
terminada: 03.24.19
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El frió del día azotaba la piel morena de manera patente. Cada vez que ocurría, buscaba calmar la frigidez con las vestimentas cálidas que decoraban su torneado cuerpo y que rara la vez sacaba del armario.
Llevaba un lapso medio esperando en el portal de su departamento. Después del eclipse ocular que sus irises habían tenido con los hermosos ojos de aquel hombre, su numen intentaba encontrarlo y tenerlo cerca.
Sin embargo, su lucha había sido en vano. En ningún momento salió por aquellas escaleras e incluso el ascensor. Había pizcas de decepción en su rostro, ahora que sabía como es su rostro, no había manera de que no lo reconociese.
El frío comenzaba a molestar y el mal humor del pintor empeoraba. Al divisar la hora, notó que era hora de la merienda o quizás de almorzar algo.!
Con pasos flojos caminó a la dirección opuesta dirigiéndose hacia el restaurante. El cantar de la brisa chocaba en su oído y el tráfico humano era tenue a esas horas del día. Él hilo que estaba tomando haría que el paso fuese largo. En su mente, una tras otra se proyectaban esos ojos que quería tener en su merced ante su cuerpo fornido y desnudo y poder detallar cada línea de su confección artística.
Llegó al restaurante notó como la familia estaba afuera acomodando las mesas y colocando flores de invierno en los centros.
Acercándose saludo levemente a todos y ellos, le recibieron con una cálida sonrisa.
—Joven Kim.—llamó la chica de hebras color pasión.—Buenas tardes, mi abuela se encuentra dentro de la instalación.
Nam asintió con una sonrisa reconfortante y adentrándose, se acercó a la barra de café donde estaba el mayor de la familia. Hablaron algunas cosas triviales mientras saboreaban el regusto del café. Saejeong, era padre de familia y dueño de una cadena familiar de restaurantes. Lo había conocido cuando se mudó aquí, era un gran hombre portando con sabiduría y amor para repartir. Tenía muchos nietos y sólo Roseanne.
—Mi nieto acaba de mudarse cerca de aquí.—le menciono el mayor.—Hablé con una amiga de Roseanne que le mostrara el lugar, pero es tan terco que se niega.
Nam escuchaba atento al señor mientras sentía el líquido amargo pasar por su garganta. Entendía que por ello, el señor Park quería ¿emparejar prontamente a su nieto? O algo así, quizás darle algo de compañía.
—No necesito que nadie me muestre los alrededores.—una voz profunda azotó la órbita del pintor.—Me considero una persona madura y apta para poder conocer rumbos por mi cuenta, abuelo.
Una voz profunda hizo acto de presencia y Nam sonrió sin mostrar su dentadura. Esa actitud le recordó a cuando su mamá le hacía algo parecido.