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2010.05.22

Si mis padres se hubieran enterado de que aquel sábado de mayo  estaba en un parque con mi novio en lugar de encerrada en mi habitación  estudiando para los exámenes que se avecinaban a la vuelta de la  esquina, seguramente nunca habría llegado a cumplir veinte años.

El martes de la semana siguiente se iba a celebrar en toda Corea  el día internacional del deporte, un día que aunque para muchos llegara a  ser el más importante de todo el año superando cualquier otra fecha,  para mí no era más que un día sin clase donde me obligaban a sudar  realizando distintas actividades. Sin embargo, Yoongi no compartía del  todo mi opinión y se iba a presentar a una competición de baloncesto.

Así que allí me encontraba, sentada en un banco de madera  chirriante con mis pies sobre las malas hierbas que invadían el  descampado y con un libro de tapa dura en mi regazo, observando por  encima de este de vez en cuando como Yoongi hacía tiros a canasta tal y  como llevaba haciendo la última media hora.

Lo cierto es que podía haber permanecido perfectamente en mi casa  pues mi función no era otra allí que sonreírle a mi novio cada vez que  se giraba hacia mí, no obstante, había adoptado como costumbre en este  año de relación el siempre apoyar a Yoongi en cualquier cosa que se  proponía por muy pequeña que fuera, ya que su familia desgraciadamente  solía ponerse a la defensiva de todo lo que no estuviera vinculado a los  estudios, considerando el baloncesto o la música, los pasatiempos de  Yoongi, como una pérdida de tiempo.

—¿Estás bien? —preguntó Yoongi, quien había aparecido de la nada  frente a mí mientras yo estaba completamente impregnada en mi lectura—.  ¿O estás aburrida?

Alcé la mirada del libro, encontrándome con su rostro, y negué con  mi cabeza de un lado a otro mientras se sentaba junto a mí, con el  balón rojizo de baloncesto entre sus manos.

—No te preocupes, es muy agradable estar aquí —dije, colocando un  pequeño marcapáginas entre las hojas antes de cerrar el libro—. ¿Y tú?  ¿Ya te has cansado?

—No, pero quería estar un poco contigo. Pero Yeri, de verdad, ya sabes que si quieres irte a casa puedes hacerlo, no pasa nada.

—¡Ya te he dicho que estoy bien! —exclamé, golpeándole levemente el brazo—. Si quisiera irme ya lo habría hecho, pero no quiero.

Yoongi me sonrió en respuesta, y sentí al instante como todo el  tiempo ahí sentada había valido la pena solo por verlo sonreír en aquel  momento. Su felicidad siempre había sido una prioridad para mí.

—Ahora que lo pienso, creo que nunca te he visto hacer deporte —dijo, con las cejas arqueadas.

—Eso es porque lo odio —respondí, encogiéndome de hombros—.  Prefiero mil veces estar leyendo o haciendo cualquier otra cosa antes de  hacer ejercicio, ¡no jugaría como tú un partido de baloncesto ni aunque  me pagaran!

—¿Seguro? —dijo—. Te reto a meter cinco veces seguidas la pelota en la canasta.

—¿Y cuál sería mi recompensa?  —inquirí, con los ojos entrecerrados.

Desde que era pequeña tenía un espíritu competitivo y un orgullo  muy fuerte cosa que Yoongi sabía de sobra, lo que conseguía que siempre  que me proponían un desafío no pudiera dar un no por respuesta,  intentando lograrlo por encima de todo para salir airosa. Así que,  cuando Yoongi pronunció la palabra reto, todos mis instintos se  activaron pese a que estuviéramos hablando de lo que peor se me daba.

—Ya lo pensaré después, ¿aceptas?

Asentí, levantándome del banco en un salto y tomando el balón  entre mis manos antes de dirigirme hacia la canasta, percatándome  entonces de lo alto que estaba el aro para encestar. Entonces, ya no tan  segura como antes, me volví hacia Yoongi, quien me había seguido hacia  allí y me observaba espectante con los brazos cruzados.

first love❞ || min yoongi [SUGA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora