Capitulo 1

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Rutinas y miedos de la infancia

18 de diciembre del 2016

»Es irónico que dos personas puedan o decidan querer a alguien que no conocen. A una persona de la cual no saben ni su procedencia o su estado de salud en general. Es difícil pensar que siquiera una persona cree un lazo afectuoso con un desconocido de forma automática al verlo, sin siquiera haber cruzado palabras o miradas. Y en esto no incluyo a la relación entre padres e hijos biológicos.

Con esto me quiero referir a aquellas adorables personas que deciden en adoptar un niño o niña aun teniendo la posibilidad de tener hijos propios. Y todo esto sumándole que deben pasar un largo y cansado proceso para que no tengan problemas legales luego de un par de años.

A mi parecer es algo ridículo.

Lo más ridículo de esto es el hecho de que es mi caso.

Sí, soy adoptada y nadie sabe de mi procedencia, no hay nada más que un boleto de avión roto con destino a Europa, posiblemente Irlanda o Inglaterra y con mi nombre plantado en él. Y no, no se molestaron en dejar algún apellido ahí escrito.

Mi familia adoptiva decidió mantener mi nombre y solo cambiar mi apellido al de ellos, cosa que agradezco con mi vida.

Mi nombre actual es Alyssa Amelía Vega, tengo 16 años y soy hija adoptiva de una pareja de dulces mexicanos y tengo cuatro hermanos, ellos son hijos biológicos de Hector e Isabel, mis "Padres".

Aquella pareja, que se hallaba en la cocina de ambiente fresco, —O también conocidos como mis padres.—  habían decidido que era hora de una reunión familiar, de la cual decidieron a su vez, exceptuarme.

Supuse que estarían discutiendo sobre temas escolares con los demás, aunque realmente Isaac no tenía problemas con ello, puesto que, por lo que me comentaba cada viernes por la noche, era uno de los mejores llevando su carrera de medicina, la cual se oía bastante interesante y complicada.

Me mantuve sentada en mi cama en que podría hacer en ese tiempo a solas que aveces llegaba a atormentarme.

Es un poco doloroso para mí el estar sola aveces, pues al no poseer el sentido de la visión, otros sentidos se agudizan, como la audición, y al no haber algo que produzca ruido, un espantoso y agudo sonido se presenta, generando en mí un horrible estado de ansiedad.

Aproximadamente una hora y media después, noté una ligera sombra pasar frente a mí, y luego la acompañó un suave aroma a coco que invadió mis fosas nasales.

Ese olor lo reconocería en cualquier parte... 

—Mamá.— Saludé con voz suave, temiendo hacerlo demasiado fuerte por llevar tal cantidad de tiempo sin emitir sonido.

—Hola, cariño. Papá y yo tenemos que hablar contigo, espera a que venga, está discutiendo de nuevo con Lucas, sabes como son de competitivos entre ellos.— Rió con su característica dulzura. 

Me limité a asentir y dejé que el tacto de sus manos de contextura delgada pasase a lo largo de mi cabello peinando éste con cariño. 

Los minutos pasaron hasta volverse doce, hasta el momento en que Héctor, mi padre, llegó a la que es conocida en nuestro hogar como mi habitación, disculpándose por la tardanza. Luego tardaron más tiempo en llegar al punto al que quería llegar. 

En total hubieron unos veinte minutos y un poco más. 

—Aly, preciosa.— Inició mi padre. —Verás... Sabes que estamos libres con esto de las vacaciones. Queríamos consultar contigo antes de decidir algo que seguramente ya estarás deduciendo con tu brillante mente. —En éste momento nada era más claro. Era obvio a lo que quería llegar... 

—Se van de viaje y no puedo ir porque les da miedo que por estar en un lugar diferente no pueda defenderme y toda esa extensa lista que aún no encuentro justificable.—Me expresé con sinceridad pero sin hacerlo en un tono agresivo o demandante, aunque desearía haberlo hecho. 

—Sí pero... —Mi padre pretendía iniciar de nuevo, pero mamá interrumpió al pobre hombre que no sabría que decir luego. 

—Hija, queríamos saber si prefieres que nos quedemos contigo este año.— Y ahí está, ese tono de voz que te hace sentir lástima instantáneamente. Bravo, Isabel Vega debería considerar ser actriz. 

—Vayan. —Un sonoro suspiró se dio a conocer. —Luego no quiero que me hagan sentirme culpable. Solo pido que elijan bien a mi cuidador este año. 

Al acabar esa conversación, mamá estaba contenta; sin embargo papá parecía frustrado, de seguro se le pasaría al poner pie en las famosas playas de Cancún. 

La noche cayó y todos se fueron a sus habitaciones a descansar después del largo día, a excepción esta vez de Perla, quien seguramente iría a una fiesta como cada domingo. Realmente eso no iba a impedir que yo ahora estuviese reposando sobre las suaves telas del colchón de mi cama. 

En la madrugada —Deduzco por el silencio penumbral que residía a mis alrededores— desperté con miedo, un miedo que no sentía desde la niñez. Percibía ligeros movimientos cercanos, incluso el sonido de una respiración expectante. No había un aroma que me indicase que era alguien de la familia o algún conocido, lo cual me hizo pensar en la posibilidad de un intruso, entonces fue cuando mi miedo aumentó... 

Pronto, en mi cabeza, resonó la voz de mi padre, el cual en éstas situaciones solía abrazarme y decir "Y si el miedo te atrapa, solo piensa en el sonido de mi corazón"... Y vaya que eso funcionaba. 

Recordé en pocos segundos aquellos calmados y rítmicos sonidos que eran ideales para relajar cada músculo en mí, lograba eliminar toda la tensión y miedo que pudiese tener, me hacía sentir libre por primera vez.

"Aveces tus oídos llegan a ser tus peores enemigos, y aún más cuando tus labios te traicionan."

Blue Books R.— 

El Tacto de Sus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora