Jeyne

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La hierba cubría hasta donde la vista alcanzaba, era de un verde brillante, suave al tacto y tan alta que a Jeyne le llegaba hasta la cintura. También había árboles, bastantes más de los que esperaba, eran más rectos, con ramas levantadas, hojas verdes y muy coloridos; diferentes a los del pantano con sus gruesas raíces que salían del suelo, hojas largas más marrones que verdes y de troncos abultados. Tampoco el sol era similar ahí, no quemaba como en el pueblo ni se escondía como en el pantano, aquí el ambiente era mucho más templado. Corría el viento de vez en cuando, un viento veloz que dejaba una sensación agradable al recorrer el rostro.

Llevaban ya veinte días de camino y lo único que cambiaba del paisaje era la hierba que a cada kilómetro acrecentaba más junto al obvio aumento de árboles alrededor aunque eso no le molestaba para nada. Le gustaba la sensación de la hierba en sus pies descalzos, sentir el aire chocar contra su cuerpo y había encontrado el gusto en trepar los árboles cada vez que se detenían a descansar, incluso había empezado a dormir en ellos al caer la noche. Las noches eran mejores ahí que en cualquier otro lugar, la luna iluminaba todo a su alrededor y los campos de hierba se convertían en mares de plateado habitados por docenas de diferentes insectos de colores, algunos incluso despedían luz de sus cuerpos convirtiendo la noche en un espectáculo.

Había más animales en ese lugar, siempre se topaban con algún grupo de aves extrañas, perros o quizá lobos y gatos de gran tamaño. Llegaron también a encontrarse con criaturas todavía más extrañas pero en mucho menor medida, raros animales que se asemejaban a caballos pero con cabezas más felinas, algunos con plumas y cabeza de ave, otros más reptiles e incluso algunos que parecían una mezcla de criaturas incomprensibles con una belleza anormal. Llegó a ver especies de perros y felinos con auras brillantes deambulando en las noches. En algún punto del viaje encontraron enormes criaturas de pieles gruesas que caminaban lentamente, algunos con cuernos en la cara y otros de largos colmillos, algunos tenían musgo y plantas creciéndoles en los lomos, otros llevaban extraños fuegos iluminándolos en todas las gamas de colores y algunos otros tenían cuerpos rocosos que los hacían parecerse más a piedras móviles que a cualquier tipo de animal. Una noche llegó a ver uno con una especie de roca alta en la espalda moldeada a modo de pequeña aldea cubierta de hongos de la cual entraban y salían pequeñas criaturas brillantes de colores diversos. Los más extraños que encontraron eran los que caminaban en dos piernas, muchos eran pequeños, de colores verdosos o marrones y ojos grandes, algunos incluso parecían ser transparentes como fantasmas y todos ellos parecían ser algo más que solo animales; sus ojos denotaban algo de inteligencia y muchos los miraban como si supieran algo, como si quisieran hablarles pero sin la habilidad para hacerlo. Cada criatura avanzaba en dirección opuesta a ellos, en veces parecían aterrados y siempre procuraban esconderse de ellos mimetizándose con el ambiente e incluso algunos intentaban atacarlos pero Yorian los calmaba para alejarlos. El aprendiz de mago parecía admirar cada criatura por más insignificante que pareciera, usualmente era una persona hermética bastante seria que solo notabas cuando corregía al mago en alguna de sus explicaciones extravagantes pero cuando veía los diferentes animales pasar no podía ocultar su emoción. Jeyne no recordaba en que punto del viaje Yorian comenzó a explicarle con detalles simples sobre cada cosa que veían pero en el momento en que le mostró interés a sus explicaciones no perdía ni un momento para enseñarle todo lo que sabía de los animales que veían, ella era la única que lo escuchaba. Obviamente Therion ya sabía todo eso y lo único que hacía era quejarse de la falta de vino; en cambio Varok siempre estaba más interesado en continuar avanzando por lo que nunca ponía atención en nada más; en algún momento también se acercó a Kaiden pero su hermano estaba más interesado en saber cómo matar al animal que en como vivía.

A pesar de todo también debían de comer y ninguno se tocó el corazón fuera mágico o no lo que estaban cazando, aunque las criaturas raras que lograban cazar no eran gran cosa ni tenían un sabor agradable. Curiosamente esta vez Varok no se negaba a enseñarle a cazar. Aún estaba intentando dominar el arco pero ahora estaba aprendiendo a rastrear animales, ya sabía despellejarlos pero era más interesante cazarlos, al principio fue difícil decidirse a atravesar un conejo con la flecha pero con el paso de los días se fue haciendo más simple.

Sangre Y CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora