Varok

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Se podía sentir el miedo mezclado con ira de los adultos sumado a la confusión de los niños, el silencio mortal era en ocasiones interrumpido por algún sollozo ahogado y el llanto de algún niño asustado. La gente en el pueblo iba de un lado a otro trayendo martillos, maderos y clavos, apurados para cubrir sus casas con tablas afiladas y clavos oxidados, algunos cavaban pequeñas zanjas frente a sus puertas y ventanas para después rellenarlas de picas. Algunas casas tenían pequeñas plataformas en los techos donde las mujeres se habían posicionado con sus arcos, podías notar a los niños siendo instruidos para atacar con cuchillos, Manuel, el panadero, había convertido sus palas para pan en lanzas y las entregaba a los hombres y mujeres que se acercaban. Era sorprendente ver como un pueblo tan tranquilo se había convertido en tan solo unas horas en un campo de batalla listo para recibir sangre.

Varok intentaba ayudar en lo que podía pero la gente tenía todo bajo control. Le sorprendía en momentos ver que cada persona sabía que hacer y manejaban la situación sin perder la calma pero también sabía que todos ellos habrían pasado por situaciones similares, los dragones llegaban destruyendo todo a su paso sin importarles nada por lo que la gente, probablemente en todo el mundo, sabía que en aquellas ocasiones lo único que les quedaba era pelear por su vida. Sabía muy bien que ellos esperaban que derrotara al dragón, cada uno de ellos lo veía tanto con esperanza como con odio, en él recaía la posibilidad de no ser reducido a cenizas.

Cuando el sol empezó a desaparecer en el horizonte la gente desapareció con él, poco a poco las calles se quedaron vacías, todos en el pueblo habían hecho lo que podían para proteger sus hogares y ahora se refugiaban esperando no morir. Los que quedaban afuera empezaban a tomar posiciones, se notaba la cara de la muerte sobre cada uno, sabían que morirían esa noche pero conservaban la esperanza de que sus familias sobrevivieran. Varok viendo que ya no habría nada más que hacer hasta que llegaran los trols se dirigió a la posada mientras le daba una mirada, esperando que no fuera la última, al pueblo. En su camino recordó cuando era un niño viviendo en las fortalezas libres, pequeñas ciudades amuralladas al norte de Dorrendor, en aquellos tiempos tenían una especie de trato con los dragones por lo que no era muy común que atacaran pero cuando lo hacían la situación se asemejaba bastante a la que ahora vivía, las casas estaban acondicionadas para volverse pequeños fuertes, se cargaban enormes ballestas en algunos techos así como en torres y los magos hacían flotar enormes placas de metal de muralla a muralla tapando el cielo para proteger de ataques aéreos pero lo que más recordaba eran los caballeros que se paseaban por las calles dirigiéndose hacia la enorme puerta, que se mantenía sellada durante el asedio, cada uno con su brillante armadura color cobre, algunos a pie y muchos otros a caballo, todos con lanzas y espadas afiladas listas para matar, le encantaba aquel desfile y aunque nunca llegó a ver las batallas imaginaba todo el tiempo como los valerosos guerreros destazaban dragones sin problemas; hasta que creció y fue ballestero en las torres, fue ahí cuando la fantasía acabó dejándole ver lo que nunca sucedía en su imaginación, vio la sangre y el fuego, las muertes y la destrucción, el olor de soldados quemándose y el sonido de guerreros siendo aplastados dentro de sus corazas y lo peor en todo ello, los dragones nunca iban en gran número, uno o dos acompañados de pequeños grupos de dracos, tantas bajas, tantos soldados perdidos por un solo maldito dragón, perdíamos tantos por un solo dragón, pensó, que los dioses no amparen.

Cuando llegó a la posada, Kaiden estaba practicando con una aparatosa ballesta. Le tranquilizaba ver al chico en una pieza, cuando lo encontró estaba sangrando del abdomen y apenas podía moverse pero Yorian lo sanó sin problemas dejándolo totalmente recuperado, Varok estaba sorprendido del nivel de magia que el chico manejaba, antes los magos te curaban las heridas en cuestión de horas dependiendo que tan profunda o mortal fuera dejándote cicatrices e incluso tenías que esperar uno o dos días antes de regresar a la batalla, ahora el chico solo sacó una especie de tiara, encendió un brillo verde y regeneró musculo y piel en minutos sin dejar rastro, como si no hubiera sucedido, nunca había visto magia tan poderosa.

Sangre Y CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora