Eran las seis de la tarde cuando Mark oyó su horrible tono de llamada, saltó sorprendido, nadie lo llamaba nunca, sus únicos dos amigos se comunicaban con él únicamente por mensaje, estaba seguro de jamás haber visto a Jeno y a Jisung llamando a alguien, y sus padres vivían viajando, sólo recordaban su existencia unas dos veces al año.Miró a su pantalla para encontrarse con un número desconocido y respondió un tanto dudoso.
—¿H-hola?
—Buenas tardes, ¿hablo con Mark Lee? Llamaba para avisar que tu remera está lista, puedes pasar a buscarla cuando quieras.
—¿Remera?¿qué reme-
Mark soltó una fuerte exhalación al recordarlo.
—¡Ah! Claro, paso ahora mismo.
—¡Nos vemos!
Oyó la sutil risita de Donghyuck del otro lado de la línea y no pudo evitar sonreír él mismo.
Su mente no había procesado que se encontraría con aquel chico hasta que entró al local y lo recibió con una sonrisa, no supo como pero a los segundos allí dentro su rostro era una fresa, y eso que él no solia ser de los que se sonrojaban.
—¿Estás bien?
Oyó abruptamente la preocupada voz de Donghyuck, que parecía sorprendido por el rojo de su cara.
—E-eh, ah, sí, estoy bien.
El chico de cabello naranja asintió, pero sus rastros de preocupación no se disiparon.
—Si necesitas algo sólo dime— le regaló a Mark una dulce sonrisa que calmó cualquier mísera cosa que estuviese alterándolo.
¿Cómo era capaz de hacer eso?¿cómo se las arreglaba para solucionar todas las preocupaciones de Mark con tan solo sonreír?
Cuando se dio cuenta, Donghyuck ya le estaba entregando su ropa y Mark automáticamente pagaba, sin pensar en lo que hacía.
¿En serio vas a dejar pasar esta oportunidad?
Esa repentina vocecita que apareció en su cabeza le hizo repensar las decisiones que estaba tomando, ¿en serio dejaría pasar la oportunidad de hablar con él?¿dejaría las cosas en el aire para siempre?¿nunca dejaría de ser algo platónico?
No, le hablaría, estaba decidido, le preguntaría sobre su día o qué opinaba acerca del gobierno actual, no importaba lo que fuera, estaba convencido que a partir de ese momento, Donghyuvk formaría parte de su vida.
Fue entonces que Mark se odió por dentro, porque, sin darse cuenta, había caminado fuera del local.
—Tengo unos hábitos de mierda.
Pensó, mientras se metía las manos en los bolsillos y suspiraba resignadamente.