Capítulo cinco

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– Espera – me dijo mientras su pene se separaba de mi feminidad. Corrió hacía el montón de ropa que estaba en la esquina del cuarto y metió su mano al pantalón. Sacó un plástico en forma de cuadrado: un condón. Lo sacó cuidadosamente y lo puso a lo largo de esa bonita erección. – Listo – dijo mientras se dirigía hacia mí con sigilo.

Volvió a ponerse encima de mí y beso la línea delgada de mis labios, los lamió y los mordió. Cerré mis ojos. Solo quería sentir.

Su mano se posó en mi espalda baja. Empujó mi coxis hacia él y sus labios bajaron para besar mi cuello lentamente. Sus movimientos eran delicados, realmente llenos de cariño. Aunque él no sintiera nada de eso, podía sentir la intención de cada una de sus caricias. Quería que fuera especial, me quería complacer.

Sentí su masculinidad tocando mi feminidad. Y entró, se metió en mí lentamente. Sacó un suspiro justo cuando por fin pudo meterlo todo. Apreté mis párpados, dolía mucho. Suspiré. Justin puso su mano en mi cabello y comenzó a acariciarlo.

– ¿Te duele mucho? – me preguntó mientras besaba uno de mis párpados. Abrí los ojos y vi una mirada de ternura en sus ojos.

– No, solo un poco – admití.

– Lo haré lento, no quiero que te atormentes.

Volví a cerrar los ojos y sentí como empezó a sacar su miembro y meterlo de nuevo lentamente.

El dolor me hizo apretar el antebrazo de Justin, él besó mis labios dulcemente y volvió a hacer lo mismo una y otra vez hasta que la entrada y la salida fueron más fáciles. Mi parte femenina ya no sufría tanto como antes. Una parte de mi cuerpo empezó a sentir una descarga eléctrica, tenía la necesidad de hacer que Justin lo hiciera más rápido y más duro, lo necesitaba. Abrí mis ojos y vi los gestos retorcidos de mi profesor.

– Más rápido.

– Oh, ya quería que lo pidieras – gruñó.

Se inclinó aún más a mí y empezó a hacer sus movimientos rápidos y bruscos. Sentí cómo su miembro se puso duro y caliente dentro de mí. Posó sus manos en mis muslos y fue más al fondo. Mi espalda se arqueó y solté un grito.

– ¿Estás bien? – preguntó Justin preocupado.

– Siento... que... ¡Dios mío!... ¿Qué, qué es esto? – pregunté asustada ante la sensación que sentía en todo mi cuerpo.

Empecé a temblar. Justin sonrió de lado y jadeó mientras seguía el ritmo de sus movimientos sin detenerse. Gritó junto conmigo y dejó caer su cuerpo sobre el mío.

– Se llama orgasmo – susurró recuperando la compostura. – Pasa después de que el cuerpo se ha extasiado completamente. Casi nunca hay orgasmos compartidos – sonrió y sacó su miembro de mi feminidad. La acarició con sus dedos haciendo que me estremeciera.

– ¿Acabamos de compartir un orgasmo? – suspiré. Me llevé mis manos a la frente secando el rastro de sudor que había en ésta.

– Así es. Ahora, recuéstate – me dijo mientras le daba palmaditas al lugar vacío de la cama, a un lado suyo.

Me recosté en el espacio vacío junto a él, me besó e hizo que pusiera mi cabeza en su regazo.

– Estuviste increíble – soltó.

– Estoy cansada.

– Duerme.

– ¿Te irás? – pregunté somnolienta.

– No. Cuando despiertes seguiré aquí. Me aseguraré de que descanses un poco. Tenemos que enseñarte otras tácticas – me guiñó un ojo.

Le sonreí y cerré mis ojos. Caí en la inconciencia rápidamente.



Desperté y sentí el brazo fornido de Justin rodeando mi espalda. Levanté el rostro. Estaba viendo su celular.

– Buen día – dijo entre dientes.

– Buen... – me levanté rápidamente, dirigí mi mirada al despertador. 23:54. – Tonto.

– Era una broma, preciosa. Pensé que por ser más joven lo entenderías.

Bloqueó su celular y lo depositó en el buró.

– ¿Lista para tu primera clase? – preguntó casi entusiasmado.

– ¿De qué hablas?

– Te voy a enseñar unas cuantas cosas del sexo.

– ¿Hoy? – pregunté confundida.

– Pues, ya estamos aquí – vaciló.

Me separé de él y asentí. Sonrió de lado y me miró los senos.

– ¿Haces ejercicio?

– ¿Por qué la pregunta? – enarqué una ceja y me acerqué a él.

– Es que tienes un cuerpo realmente tentador. Si no supiera tu edad, juraría que tienes unos 22 – regresó su mirada a mi rostro y tocó mi muslo. – Voy a enseñarte a seducir a un hombre y llevarlo a la cama. Necesito que te vistas – me ordenó.

– ¿Vestirme?

– No querrás saber lo que haría si sigo viéndote desnuda – musitó.

Solté una risita y me levanté de la cama para ponerme mi ropa de nuevo. Justin hizo lo mismo. Cuando estuvimos listos bajó las escaleras y se adentró en la cocina.

– Bien, ¿sabes actuar?

– Tomé unas cuantas clases en séptimo grado – recordé.

– Perfecto. Yo me sentaré aquí y tú te quedarás en la sala. Intenta convencerme que quieres hacerme un oral.

– ¿Qué? – exclamé.

– Escuchaste bien. Ahora, muévete.

Sacudió su mano para que me fuera a la sala. Me senté y él comenzó a sacar un jugo de mi refrigerador. Crucé mis piernas y suspiré cansada. Tomé la revista que estaba en la mesa de centro y empecé a hojear. Miré de reojo a Justin, estaba de nuevo en su celular. Lamí mis labios y lo miré de arriba abajo tentadora. Cerré la revista y la dejé en su lugar. Me levanté decidida. Solté mi cabello y dejé que su perfume se fuera impregnando en el aire.

– Disculpa – tosí. Justin siguió mirando su celular. – ¿Puedo sentarme?

– Ah, ajá – dijo desinteresado.

– ¿Dónde conseguiste ese cinturón?

– Oh, en una tienda.

– No he podido dejar de observar la hebilla, se ve tan... gruesa – le sonreí provocadora cuando al fin pude hacer que me mirara.

– ¡Aburrido! Cualquier otro hombre te hubiera dicho: nena, por favor, ve a tomar tu leche y vete a dormir. No molestes – dijo seco.

– Pero...

– Tus palabras tienen que ser la carnada: tentadoras, provocadoras, no aburridas y agobiantes – guardó su celular en el bolsillo del traje y tomó de su jugo.

– ¿Qué digo?

– Siéntate. Ahora yo te provocaré a ti.

Tomó otro sorbo de su jugo y se fue a la sala. Mientras, yo me senté y le robe un poco de jugo. Me quedé mirando el líquido naranja, con cada giro que le daba al vaso, dejaba un rastro de su pulpa y volvía a bajar.

– Te he estado observando, eso que haces... lo del vaso, ¿tiene que ver con algo psicológico o solo necesitas un poco de compañía? – alcé la vista. Estaba mirando mis labios. Provocándome.

– Me gusta la soledad.

– ¡A mí también! Podríamos compartir esa soledad juntos – le sonreí. De verdad sabía lo que hacía. – Justin Bieber – extendió su mano y la entrelazó con la mía.

– ______ Wilde – tomó mi mano y me dedicó una sonrisa preciosa. Se sentó en la silla frente a mí y comenzó a hablar.

– Tienes unos ojos preciosos – suspiró.

– Gracias. Los tuyos también son lindos.

– Pero me gusta más tu pantalón. Se ajusta perfectamente a tus piernas, es imposible no mirarte.

Sentí la como mi sangre bombeaba más aprisa.

– No te ofendas, pero, quien sea el afortunado debería cuidarte.

– ¿Por qué lo dices? – hice una mueca.

– Si no fuera por mi reputación, te hubiera llevado a mi cama desde el instante en el que te vi entrar.

– ¿Ah sí? – me acerqué a él. Sentí su respiración chocar con mis mejillas.

– Lo haría ahora mismo, solo si tu quisieras.

– ¿Qué pasa si digo que no?

– Vamos ______, ninguna chica se resistiría a ir a la cama conmigo.

Se acercó a un más a mí. Respiré su aliento fresco y dulce.

– Mi turno.

Ahora sí lo haría caer. Tenía la técnica perfecta: contacto físico.

Sex Instructor. Primera temporada (ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora