Capítulo treinta y seis

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Entré a todas y cada una de las clases, puse atención en todas, pero hubo una en particular que me daba pavor: literatura. Aún no era lo suficientemente valiente para enfrentarme a la mirada de Robert, a ver sus ojos verdes con ese toque de decepción. Lo único que pude hacer fue irme a los campos de futbol y verme en la necesidad de jugar en mi celular. Estaba pasando el nivel cinco de Candy Crush, cuando un mensaje interrumpió toda mi concentración.

"Éste es mi nuevo teléfono. Llámame cuando lo necesites, estoy las 24 horas siempre para ti. Te quiero. Justin".

Una sonrisa se dibujó en todo mi rostro. Abrí el mensaje y lo respondí.

"Te quiero también"

Supuse que me lo contestaría, pero en lugar de eso, me llamó. Contesté y empezamos a hablar.

– ¿Estás ocupada? – preguntó en un susurro.

– No. Acabo de saltarme la clase de química – mentí. No quería que se diera cuenta que me daba algo de pena mostrarme a Robert después de nuestra relación.

– ¿Tienes alguna otra clase después? – preguntó.

– Ciencias sociales, pero pensaba saltármela ya que en su clase nunca hacemos nada – admití.

– ¿Quieres salir a comer conmigo? Tengo dos horas de descanso y después tengo una reunión.

– Me encantaría – dije con tono coqueto.

– ¿Te veo en la entrada?

– Mejor en mi casa... Iré a cambiarme – le sonreí al teléfono y empecé a tomar mis cosas para largarme de la escuela.

– Ahí te veo, dulzura. Te quiero.

– También te quiero.





......









Después de una hora más o menos, Justin había pasado por mí en su flamante Audi. Llevaba un traje gris que le quedaba realmente impresionante. Yo, en cambio, llevaba un vestido casi diminuto, a penas y me cubría el muslo, pero fue lo único que pude encontrar en todo mi armario.

Cuando llegamos al restaurante, Justin me tomó de la mano y no dejó de plantar besos en mi frente y en mis labios. Cada que podía me tomaba del rostro y me daba un largo y delicado beso, que, aunque no fuera cien por ciento tímido, lo era para mí.

– Por favor, pasen – dijo el mesero que nos iba a llevar a nuestra mesa.

Justin había pedido mesa en un lugar muy privado, donde nadie nos viera ni nos escuchara, y lo complacieron. Nos sentaron en un cuarto aparte de donde estaban todos. Solo íbamos a ser Justin, el mesero y yo. Y eso, supongo que Justin pediría toda la comida y pediría que el mesero no regresara más. Me senté en la silla de terciopelo rojo y esperé a que Justin también se sentara enfrente de mí.

– ¿Desean algo de tomar? – dijo el mesero.

– Una botella del mejor vino tinto que tenga – ordenó Justin sin quitarme la mirada de encima.

– Enseguida.

El mesero se retiró y quedamos solos un rato.

– No había podido decírtelo, pero con ese vestido se te ve un culazo espectacular – dijo Justin tan bajito que a penas y pude alcanzar a escuchar.

Le sonreí y pateé su pierna.

– Auch.

Solté una risita.

El mesero trajo la botella de vino y dos copas de cristal para servir el líquido rojizo dentro de ellas. Justin tomó la suya y probó un poco antes de que me sirvieran a mí.

– ¿Quieres probarlo? – dijo mientras me ofrecía su copa y saboreaba el vino dentro de su boca.

Le dediqué una sonrisa y le arrebaté la copa para llevármela a la boca. El líquido rojo se vertió por todo mi esófago y llegó a mi estómago. Su sabor era dulce y seco, sabía tan deliciosamente bien que dolía.

– Delicioso – susurré. Justin lamió sus labios y asintió con la cabeza.

El mesero sirvió vino en mi copa y después en la de Justin.

– ¿Qué desean de comer? – preguntó el mesero refiriéndose más que nada a Justin.

– Comeremos un Puccini de Salmón junto con un pescado blanco a las brasas, por favor.

– ¿Desea que sea al centro, señor?

– Por favor.

El mesero asintió con la cabeza y se retiró.

– ¿Puedes decirme por qué cambiaste tu número? – me acerqué a Justin sobre la mesa y enarqué la ceja mostrando interés.

– ¿Por qué no?

Alcé mi ceja y lo amenacé con la mirada.

– Ven aquí – dijo mientras que con su mano le daba palmaditas a su muslo para que me sentara ahí.

Me levanté de mi silla y me dirigí a su posición. Me senté en su pierna y lo abracé por el cuello mientras que él me agarraba de las piernas para no caerme.

– ¿Sabías que mi cuerpo ya no reacciona a otro cuerpo que no sea el tuyo? – admitió.

– ¿Hablas enserio?

– Muy enserio. Antes de que fuéramos novios, mantenía relaciones con otras mujeres. Mi amigo respondía muy bien, pero ahora no lo hace, siento ese sentimiento horrible de culpa, porque me gustas, me gustas mucho ______.

Cuando escuché eso salir de los labios de Justin sentí que el mundo ahora tenía sentido, que ahora valía la pena saltarme las clases para verlo, para estar aunque fuese unas horas con él. Lo valían de verdad.

– Te quiero – escondí mi rostro en su cuello y olí su perfume.

– También te quiero.

Me alejó de su cuello y me puso frente a él, me tomó del mentón y me besó tan delicadamente que un cosquilleo recorrió todo mi estómago. El beso continuó. Mis labios pellizcaban los suyos de una manera realmente exquisita, su boca se abría ante la mía y su lengua deseaba entrar poco a poco en mi boca para juguetear con nuestras dentaduras. Lamí su labio inferior y sentí como su mano fue bajando lentamente hasta el hueco que había entre mis piernas. Levantó un poco el vestido y buscó desesperadamente mis bragas.

– Hey, estamos en un lugar público – susurré en su oído.

– ¿Y eso qué tiene?

– ¿Quieres hacerlo aquí?

– Contigo lo hago donde sea, ______.

Sex Instructor. Primera temporada (ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora