VII años.

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"Hoy se cumplen siete años desde que se les vió correr por los tejados a Ladybug y Chat Noir, a decir verdad, terminando éstas apariciones, Hawkmoth no ha intentado luchar tampoco, ¿a caso algún día volverán nuestros superhéroes? ¿Llevarán ahora una vida tranquila en París siendo..?"

Un bufido escapó por los labios de Adrien Agreste al apagar las noticias de París que veía constantemente en su celular.

-Han pasado siete años Plagg, ¿no crees que sea conveniente un regreso?

Plagg enseguida soltó un largo ronquido, Adrien suspiró observando el enorme ventanal que se encontraba frente a él.- Un día Plagg, veré una vez más a Ladybug.

Por su parte, Marinette estaba en absoluto silencio observando la pantalla de su computador. Tikki la volteaba a ver repetidas veces esperando alguna reacción.

-Han pasado ya siete años Marinette, ¿no crees que ha estado todo muy callado?

-No sería ridículo Tikki, además, he dejado todo eso atrás, en unos meses me graduaré de la Universidad y estoy segura que conseguiré el trabajo en, ¡las Industrias de Gabriel Agreste!

-Claro Marinette, trabajando todo el día junto a Adrien.

- ¡No! -chilló Marinette dando un vuelco a su corazón-. Adrien y yo, no nos vemos desde hace tiempo, todo ha quedado atrás y te aseguro, que en lo absoluto, él tampoco me extrañaría... ¡Interesaría!

La pequeña kwami soltó una risa.- Estaré pendiente de eso Marinette, creeré que lo has olvidado.

-Oh vamos Tikki, dame un poco más de crédito. Además, las cosas con Félix van de maravilla, ¿no lo crees?

Adrien se encontraba subiendo al automóvil con su guardaespaldas, regresaba de viaje de Estados Unidos, había estudiado su carrera, y debía regresar a París a tomar las riendas de la empresa de su padre, no sin antes despedirse de lo que había sido su entera madurez y crecimiento. Estaba preparado para volver a su ciudad natal, ansioso por regresar, quería, no, deseaba ver a Ladybug y de una vez por todas conocer la identidad de la chica que se encontraba tras la máscara de la mujer que amó durante un largo tiempo.

Cerraría el ciclo, y tomaría en cuenta el hecho de que con ello, diría adiós una vez más a lo que es Chat Noir.

Dejó salir una gran bocanada de aire que no se dió cuenta que traía atorada desde que se había subido al auto, frente a él se erguía la enorme mansión de su vida, tras esas puertas estaría su padre, ¿le habría extrañado?

Sus pasos eran temerosos y a pesar de ello, comenzaba a caminar cada vez más rápido. Sus facciones ya no eran las mismas, el largo tronco de su cuerpo era moldeado y ancho, los brazos y pies largos muy bien formados, aún su cabello que encantaba de llevar largo, estaba peinado hacia atrás.
Llevaba puesto unos pantalones negros, sus tenis del mismo color, una playera blanca y una chaqueta en cuero que entallaba lo perfecto de su cuerpo. También su personalidad había cambiado, y aún cuando salió de honores de la Universidad un año antes, quiso quedarse de vacaciones hasta que sus ganas ahorradas y los deseos de volver no fueron soportados.

Tocó la manija de la puerta con fuerza y jaló de ésta encontrando a una mujer peliazul cayendo a sus brazos, ésta sostenía todavía la manija interior.

-Marinette...

-Adrien... -murmuró de regreso colocándose de pie, soltó la manija apenada y volteó a ver a Gabriel quién saludaba con poca emoción a su hijo.

-Adrien, bienvenido -respondió-. Hazme un favor y acompaña a la señorita Dupain a la salida. Regresa en cuanto puedas, espero que puedas contarme de tu larga aventura.

Siguió hablando mientras subía las escaleras con lentitud.

Marinette estaba roja como un tomate al ver a Adrien frente a sus ojos, instintivamente se llevó un mechón de cabello tras su oreja que había escapado en el penoso accidente de la puerta.
Adrien la observaba nada más, con la boca seca. La chica se encontraba ahí frente a él, con un vestido corto color blanco y con puntos amarillos diminutos. Sus largas piernas bien formadas estaban acompañadas de unos tenis blancos, una chaqueta de mezclilla azul claro cubría sus hombros y no dejaba ver su exquisita piel que por debajo se veía. El cabello lo tenía recogido en una coleta alta muy despeinada.

Traía un enorme portafolio negro en el cual seguramente traía sus diseños, soltó una risa que no fue pasada desapercibida por la chica que se puso aún más roja.

¿Cuándo Marinette se había vuelto tan deseable para sus labios y sus imaginaciones explícitas?

-Así que, ¿vienes a enseñarle tus diseños a mi padre? -por fin habló tomando delicadamente su hombro para llevarla hacia la salida. Marinette sólo asintió.

Entonces recordó, él la había rechazado. Un tirón en su cabeza se hizo presente, y recordó el día en el que la peliazul se le había declarado, maldecía a los cielos por aquella imagen de la chica lloriqueando-. Yo, lo lamento.

-Está bien Adrien -pronunció con desdén, tomó fuertemente su portafolio y le volteó a ver, aquella mirada encantadora la hizo encenderse, los sentimientos que había arrinconado hace tiempo, volvían-. Han pasado siete años, sabes, ya, yo... Tengo novio, está bien.

El chico tragó saliva, ¿novio? Bueno, a decir verdad, para la escultura que tiene Marinette, tampoco le importaría que lo llamara así, o incluso que le hiciera gimotear su nombre si así lo fuera. Así que, Marinette estaba prohibida. No había palabras para explicarlo, pero, no le importaría, si llamaba a su viejo amigo, o incluso a Lila para rehacer algunos lazos que llevaron cierto tiempo en su estadía en América.

-Me alegra -rió recordando a la tierna, dulce y tímida chica que había conocido hace tiempo, ahora, aunque no era muy mayor, la mujer que se encontraba frente a él, había madurado, y para madurar, ¡qué dicha!-. Yo, recuerdo cuando te faltaba el aire para hablarme.

Dejó salir sin más. Ella rió también ahora.

-Nos veremos luego Adrien, fue un placer volverte a ver.

Adrien sonrió de regreso y entró de nueva cuenta a su casa.
La chica no dejaba de darse golpes de cabeza, ¿fue un placer? No tenía cincuenta años para decir eso, un hasta luego hubiera bastado, incluso un adiós con simple terquedad.

Tomó fuertemente su bolso sacando su celular, al primer toque respondió-. Alya, necesito verte, ahora, por favor.

Semaine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora