Una bienvenida no muy agradable.

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Una vez más se puso el traje de Chat Noir y saltaba por los tejados de París con un sólo pensamiento en la mente, Marinette y sus hermosas piernas enredadas sobre su cuerpo gimiendo de placer.
Su rostro se palideció en cuanto se acercó a la ventana del segundo piso, el que se encontraba sobre la panadería que ahora parecía haber cambiado por una cafetería. La nueva nota mental era venir a probar los croissants tan buenos que seguramente preparaban ahí.

Dentro del segundo piso se encontraba Marinette con un chico tan petulante como lo había descrito Nino, vestía formal y bien peinado, se encontraba arriba de la chica besándola fervientemente y con desesperación. Un calor de deseos hirvió dentro de él, el primero, era bajar al hombre empedernido que se encontraba sobre las viciosas curvas que quería exponer y segundo, deseaba ser ese hombre.

Una ola de arcadas subieron hasta su garganta y pasó al siguiente piso, donde se encontraba la habitación de Marinette. La puerta superior se encontraba abierta, y el interior era tan cálido como lo recordaba. Aunque si mal no le hacía su memoria, había entonces muchas fotografías de él pegadas al rededor de su habitación. Lo cual ahora sólo eran diseños, y nada más que ésos, algunos eran muy buenos, otros extraordinarios y casi lloriqueó porque ella alguna vez se los enseñara personalmente, era realmente buena en lo que le apasionaba.

Giró sobre sus talones con estruendo cuando se escuchó un portazo desde la parte de abajo y los pasos de una apresurada Marinette subir hasta su habitación.

Las lágrimas inundaban sus mejillas y su vestido rasgado que había llevado en la mañana estaba mal acomodado.

La chica al notar a Chat frente a ella guardó silencio para sí misma y tragó todo lo que estaba llorando.
Sus labios temblaban, sus ojos azules llenos de moteados rojos por sus lagrimeos.

—Chat, ¿Qué haces aquí? —Marinette no pudo evitar soltar un sollozo más largo y se lanzó a los brazos del joven gato, murmuró unas cuantas cosas que Adrien no pudo comprender y le abrazó de formal familiar.

— ¿Qué ha ocurrido, Marinette? —preguntó de inmediato, ella negó responder y siguió abrazada a él—. Perdón, he venido en mal momento, te he visto a ti a tu... Novio, recostados, pensé que podía esperar aquí arriba.

La peliazul se alejó unos segundos de él y sorbió. Negó lentamente limpiando sus mejillas rojas.

—Ha terminado conmigo el imbécil.

—Oh pequeña Marinette, él no te merecía, estoy seguro que necesitas a un hombre que sepa reconocer lo que necesitas.

La chica de mejillas sonrojadas aceptó bajando el tirante de su vestido y tomó la mano del chico para colocarla sobre uno de sus pechos.

—Chat, haz llegado en increíble momento. Deseo que me conviertas en tu mujer.

— ¡Adrien! ¡Adrien! —gritaba alguien sobre su oído—. Adrien te está llamando Natalie desde hace horas y yo deseo volver a dormir.

Gritó Plagg gruñendo. El rubio parpadeó varias veces al emerger de su sueño y volteó a verle.

— ¡La sesión de fotos! —gimió—. De verdad gracias por despertarme, pero, quizá unos minutos más y hubiera tomado en mis brazos a la chica, gracias, de verdad.

—No son mis problemas tus deseos carnales, chico.

Sentenció Plagg burlándose de él.

—La próxima vez no será mi problema hacer que Natalie te levante de tu sueño reparador.

Plagg le mostró la lengua burlándose una vez más antes de que tomara su ropa y entrara a tomar una ducha, tal vez el agua fría le haría bajar lo caliente que estuvo su sueño. Sino fuera por Plagg, habría calmado sus adentros al menos unos días más.
Lo único que quedaba era ir a la sesión a la que su padre le obligó a ir, no había sido la charla que él hubiera deseado al volver, pero al menos, Gabriel se había mostrado acongojado por el regreso de su único hijo. Y enseguida, había soltado el trabajo que se avecinaba para Adrien ahora que estaba de regreso en las puertas de la revistas.

Marinette descansaba sobre el regazo de Rosa, quién ya se había quedado dormida en la banca de la Universidad, estaban esperando al termino de su última clase y entonces, pasaría la tarde observando y deleitándose con Adrien en la sesión de fotos.
No, estaría acompañando nada más a Alya.
Ni siquiera sabía en qué pensar, con Félix de viaje y reuniones del campamento que siempre lo tenían atareado, no podía concentrarse en nada. Menos si el joven Agreste había vuelto a París.

Dejó salir un suspiro y se levantó del regazo de su amiga quien se levantó enseguida asustada.

—Tengo unos asuntos que atender, ¿crees poder apuntarme lo que vean hoy?

Rosa asintió sonriendo y enseguida Marinette salió corriendo, Alya debía ya estar ahí, la alcanzaría, tendrían una buena tarde y enseguida se iría a su casa. No había más que hacer ni más que decir, el plan estaba hecho.

Caminó atentamente por las calles de París hasta llegar al Centro Social de Natación de París, estaría presentando bañadores para hombres, qué mejor que éso, suspiró Marinette. No cabía duda, que Gabriel Agreste, sabía cómo poner los pelos de puntas a las jovencitas de todo París.

Sus distantes pensamientos  y distracciones la hicieron olvidarse de su camino y el incesante gritoneo de jóvenes fuera del lugar esperando a ver a Adrien. No fue hasta que chocó contra una enorme masa de pectorales que la hizo despertar de su sueño intranquilo.

—Marinette —murmuró aquella suave voz y varonil—. Deberías poner más atención por dónde caminas.

—Adrien —rió nerviosa, sus mejillas se colorearon una vez más—. Yo, sólo pasaba por aquí, no tenía idea de que tenías sesión de fotos.

—Por supuesto que no —sonrió Adrien, al menos, en ello no había cambiado en lo absoluto.

Un quisquilloso plan nació en su cerebro y le tomó del hombro—. Acompáñame adentro, necesito una buena diseñadora que me dé su buen gusto.

— ¡NO! Es decir, yo, no soy una buena diseñadora... Sólo soy... Yo —Adrien afirmó.

—Sólo tú —confirmó—. Me alegra haber encontrado a tu sólo tú. Vamos gran diseñadora, acompáñame adentro.

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