Continúa.

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Llamó enseguida a su amiga quien llegó como de rayo a su casa, tocó la puerta repetidas veces y la abrió de golpe.

—Así que tendrás una cita con Adrien Agreste —Marinette se ruborizó por completo al escucharla, sus deseos más profundos de salir con Adrien se volvían realidad—. Tranquila, sólo es salir, en cambio, besarlo, ya lo hiciste y varias veces.

Alya se acercó a ella para abrazarla, estaba sentada en el sofá con los pies arriba hecha un ovillo, ¿por qué se seguía asustando al saber del chico? ¿Por qué simplemente no podía enfrentarlo y acabar de una vez por todas?

Las solapas de su nariz se inflaron con rapidez, y observó a su amiga con detenimiento que la reconfortaba pasando un brazo sobre sus hombros, quería precisamente éso, pero, aún sentía la culpa de Félix, aún cuando ella ya no quisiera estar con él, sentía que debía acabar las cosas de la manera correcta, y tenía que hacerlo pronto.

—Alya, ¿crees que hice mal en dejar a Félix? —preguntó inocente.

—No tienes idea de cuánto me alegra que lo hayas dejado, Adrien podrá haber sido un patán, pero, nos ha demostrado varias veces lo amable que es. Félix no, en ninguna, absolutamente, lo odio —Marinette soltó una larga carcajada que luego se unió su mejor amiga, tenía razón.

—Creo que saldré a refrescarme un poco.

—Vamos entonces, te acompaño —dijo poniéndose también de pie, la peliazul la tomó del hombro.

—No, tengo que pensar y me gustaría hacerlo sola —respondió caminando hacia la puerta—. Y creo que necesito pensar muchas cosas, si gustas quedarte no hay problema, regreso pronto.

Alya asintió, entendía que debía dejarla ir, al menos sabía que quedarse hasta que volviera para reconfortarla y también para comer unos cuantos croissants o macarrones, sería lo correcto.

Marinette bajó las escaleras casi corriendo, no estaba muy segura de lo que estaba por hacer, pero, caminó con rapidez por las calles de Paris, se sentó en una de las bancas del parque central y esperó.

No fue hasta entradas las ocho de la noche que apareció.

—Hola —murmuró Félix observándola con desdén—. Me sorprendió que me llamaras.

—Tenía que saber de ti —Félix se mofó de ella.

— ¿Tu bruto guardaespaldas Agreste no te acompaña hoy? —ella negó—. Entonces, ¿para qué me has llamado?

Se doblegó por unos segundos al pensar qué decirle o sobre exactamente de qué hablar, no tenía con certeza las palabras que quería explicar.

—Creo que quería saber la situación en la que estamos.

— ¿Situación? ¿Tú y yo?

—Sí, tú y yo —afirmó con un tono más seguro.

—Tenemos tiempo juntos y sólo porque llega Adrien Agreste, me dejas, ¿qué otra situación crees que es?

Su rostro se avergonzó y pensó en la razón que tenía el chico, había pensado mil veces en lo similar que era Félix con Adrien y para ser sinceros, nunca dejó de pensar en él, no era realmente algo justo para él. Y ahora que era tiempo de reconocerlo, no dejaría que el chico siguiera sufriendo por su culpa.

—Entonces, mejor terminemos —el chico frunció el ceño, un tic se formó en su mandíbula, sintió sus dientes rechinar—. Es lo más justo Félix, no quiero que lo tomes a mal, de verdad.

—No sé qué decirte Marinette —soltó un largo bufido y se recostó aún más en la banca del lugar, sus manos peinaron su cabello, una y otra vez—. Estoy realmente decepcionado de ti.

De pronto una duda recorrió su cuerpo por completo, no se había percatado el transe en el que se había inmerso Félix y de pronto un sentimiento negativo le subió a la cabeza. No había sentido esa aura tan espeluznante desde hacía mucho tiempo.

Se levantó de inmediato y trastabilló sobre sus propios pies. Ella había causado éso, por su culpa, Hawkmoth, estaba de vuelta.

Los vellos de su nuca se pusieron de punta en cuanto una ola de frío atravesó la ciudad entera, giró para observar a través de su ventana, el cielo se volvía gris y con nubes arremolinadas, truenos y relámpagos, la lluvia no tardó mucho en aparecer.

—Plagg —el pequeño mencionado se escondió entre la ropa de Adrien y murmuró unas cuantas cosas que no pudo entender—. Por favor, no me digas que es lo que creo.

—Chico, no me lo preguntes entonces. Creí que Hawkmoth estaba retirado.

—Vamos Plagg, tenemos que investigar.

Vistió las garras y saltó por la ventana, realmente se sentía un ambiente petrificante, no había nadie, todo estaba desolado, algo que le abrumó aún más. Y aún más porque estaba totalmente en blanco, no sabía a dónde dirigirse o si Ladybug también había desaparecido.

El rostro se le desfiguró de preocupación, si él era la única persona en Paris... ¿O en el mundo?

Su patrullaje lo llevó hasta la casa de Marinette, quería saber si se encontraba bien, o incluso si estaba dispuesta a vestir también a Ladybug. Entró por el techo con cuidado y dejó escapar un soplido cuando vió algo moverse en la oscuridad del día—. ¿Hola? ¿Alguien en casa?

—Hola amigo mío —murmuró una voz—. Me sorprende realmente que estés aquí, nunca hubiera imaginado la situación.

Respondió en sarcasmo un Félix de traje que salió de entre las sombras, su piel era gris claro y su antiguo cabello rubio era completamente negro. Algo lo puso nervioso, por el hecho de que Hawkmoth ni siquiera se había molestado en cambiar completamente la forma del chico, o de que seguramente Marinette por fin había terminado con él, no había otra explicación, aunque, la explicación que sí quería era por qué todos estaban desaparecidos.

— ¿Dónde está Marinette? ¿Y todos? ¿A dónde los mandaste?

—Por desgracia, los he mandado a todos al olvido. Excepto a la gente como tú.

— ¿A qué te refieres? ¡¿Dónde está Marinette!?

Se sentido felino le demandaba a salir huyendo del lugar, tenía que escapar y encontrar a la chica, o a alguien, si él era atrapado, no habría quién pudiera salvar a Paris de Hawkmoth.

—Ella está perdida, me ha dejado —respondió con un tono melancólico—. Y todas las personas que aman o aprecian a Marinette, se han quedado.

"¿La amo?" Un pensamiento fugaz lo destanteó, no sabía ni siquiera que lo hacía, aunque también había dicho apreciar, pero, tenía la certeza que sobrepasaba más el aprecio que tenía por ella. Y tal vez el amarla, lo había salvado de dejarla sola. Tenía que encontrarla.

Semaine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora