La primera vez que hice las cosas solo

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Por más que intentaba buscar a Max entre las personas que a lo lejos se veían dentro de aquel edificio, no podía distinguir si algún chico de cabello desordenado era realmente él. En este mundo el tiempo transcurría de manera tan lenta que a este paso Max nunca saldría de aquel lugar, aunque contara hasta mil una y otra vez no había ni un solo rastro de mi protegido o de que el sol se movía ¿Cuánto tiempo debía quedarse en ese lugar?

Antes de irnos Max me había recalcado que no podía quedarme otro día más en su casa porque lo que Erick decía debía ser respetado ya que era su casa. Pero nada de eso importaba, lo único que necesitaba era un sitio acogedor para poder pasar la noche, mi único deber en este mundo era cuidar de Max y por lo tanto no necesitaba ningún lujo como un sofá cómodo. Pensando de esa manera decidí volver a la casa de Max en busca de mis cosas, si no había salido luego de los miles de números que había contado entonces podría ir y volver y Max seguiría en aquel edificio. Por lo que recordaba Max siempre salía de ese lugar cuando llegaba el atardecer y poco a poco el cielo comenzaba a tornarse anaranjado.

Luego de un rato caminando por el mismo lugar donde anteriormente había paseado con Max llegué a aquella casa que tan familiar se me hacía, toqué con emoción la puerta tres veces esperando que esta sea abierta. Al pasar de unos minutos la madre de Max, Kate, abrió la puerta enseñándome sus ojos enrojecidos.

― ¿Orión?, ¿Qué haces acá?

―Yo vine a buscar mis cosas, Max no quería que lo acompañara a la escuela con mi ropa de siempre.

―Ya veo, puedes subir... ― sonrió dulce mientras me señalaba con un gesto la escalera.

Rápidamente subí al segundo piso y entré al cuarto de Max buscando mi abrigo, mi camiseta y lo que encontrase que fuese mío, lo metí todo dentro del único bolso que había traído preparándome para bajar las escaleras.

―Lo siento... por lo de ayer, no era mi intención que lo vieras ― dijo Kate cabizbaja en cuanto bajé las escaleras

―No se preocupe, digamos que estoy un poco acostumbrado ― le sonreí.

―Tus padres...

―Yo no... ― me interrumpió.

―Lo siento... ― soltó un largo suspiro ― Orión... veras no era mi intención que te marcharas tan rápido, me alegra que Max tenga un amigo y más aún que lo traiga a casa. Él me explico tu situación y hablé con Erick, pero no entendió. A él le preocupa mucho Sue y ya sabes que en estos días no se puede confiar en nadie... No es que pensemos que eres una mala persona, pero Erick lo hace por el bien de Sue, espero que entiendas ― trató de explicarme algo que no entendí ― Si quieres puedo ayudarte a buscar un lugar.

―No se preocupe ― le sonreí ― Yo puedo solo.

Al final, los humanos siempre hacían todas las cosas por ellos mismos, eran completamente independientes y en muchas ocasiones no necesitaban el apoyo de nadie para seguir viviendo. Yo también debía comenzar a comportarme como un buen humano para que así Max se sintiera feliz por mí, debía encontrar un hogar para no incomodar más a mi protegido.

―Entiendo, entonces... ¿Nos vemos? ― sonrió mientras yo salía con mi bolso entrecruzado y aún con la ropa que Max me había prestado.

―Nos vemos, cuídese mucho.

― Espera.

― ¿Pasa algo?

―Bueno ¿Cuánto dinero llevas? Sé que es inapropiado preguntarlo, pero...

― ¿Dinero? Uuum... no tengo ― le sonreí.

― ¿No? Espera un momento ― volvió dentro de la casa corriendo mientras me ponía a mirar los números en dorado que indicaban que ese era el domicilio de Max. ― Ten... cuídalo y gástalo sabiamente ― me sonrió, sosteniendo una de mis manos y dejando algo sobre ella – no le digas a Max que te lo di ― me guiño un ojo a medida que daba la vuelta para volver a entrar a su casa.

Cuando mis alas desaparezcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora