La primera vez que el destino nos unió

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En aquel polvoriento sótano lejos de cualquier partícula de luz solar, Ofelia y yo nos encontrábamos entre montañas de libros intentando hallar una manera de atar a una persona a otra sin el uso de algún amarre o magia que atentara contra la libertad de Max.

Era difícil cargar y leer todos aquellos viejos y polvorientos libros con paginas tan viejas que pensabas que en cualquier momento se romperían, pero si eso significaba una manera de quedarme mucho tiempo junto a Max lo haría y era capaz de leer todos los libros ocultos en aquel sótano.

Estornudé al abrir un viejo libro con una bonita estrella en su portada, dentro pude observar las amarillentas y viejas páginas escritas con una elegante letra mano escrita en compañía de pentagramas o dibujos que explicaban mejor

― Ofelia ¿esto sirve? ― pregunté enseñándole una página donde dos personas debían pararse en un círculo con sus meñiques atados por una cinta roja.

―No, eso es un tipo de amarre, digamos que verán todo color rosa... no es la idea y no es una unión real, sólo la ilusión de una ― me dijo bajando sus gafas mientras seguía ojeando las páginas de otro de sus libros.

Sentí una pequeña molestia en mi pecho haciéndome llevar mi mano instantáneamente hasta aquel lugar, mordí mi labio al percatarme de que posiblemente algunas plumas estaban cayendo. Metí mi mano dentro de mi camiseta, hurgando entre la tela y la piel de mi espalda en busca de aquellas plumas, encontrando tres bonitas plumas que brillaban gracias a la luz artificial. Siempre caían mientras dormía por lo que pocas veces las sentía desprenderse.

―Ofelia ¿Qué hora es?

―Ya van a ser las tres... ― miró su reloj de bolsillo ― Jesús... ya han pasado cuatro horas y nada...

De alguna manera me sentía feliz por la preocupación de Ofelia por esto y la pregunta ¿Por qué lo hacía? No dejaba de rondar por mi mente. Ofelia siempre quería ser retribuida, pero ahora hacía esto sin ningún pago.

―Ofelia ¿Por qué me estás ayudando? ― le pregunté, despegándome de las polvorientas páginas de uno de sus libros y observándola.

― ¿Por qué no?

―Bueno... tú siempre dices que todo tiene un precio, sin embargo, ahora no me has pedido nada.

―No estoy segura si tengo una respuesta para eso, la verdad me cuesta pensar en ella, pero la razón principal es porque, aunque ya sólo quedan fragmentos de tu alma no eres un cascaron vacío, sigues igual, con esa inocencia que sé que nunca perderás, con esa mirada llena de luz... de alguna manera no quiero que un alma así, aunque sean los fragmentos de esta, se pierda

―No entiendo muy bien... ¿A que te refieres con un cascaron?

―Yo he conocido otras almas fragmentadas, claro, de humanos, y es algo diferente... no es como si estuvieran aquí o vivieran, es como si simplemente hicieran las cosas por inercia y no porque sus sentimientos se lo dicen, también me queda poco, aunque no se note ― rio ― y por eso, quiero hacer algo bueno siquiera una vez, no por la satisfacción personal de hacer una buena acción, si no por sentir aquel cálido sentimiento en mi pecho al ver tu sonrisa...

―Eres una buena persona Ofelia.

―No puedo recordar cuando fue la última vez que alguien me dijo eso ― soltó una risita mientras volvía a ojear el libro que leía.

La imité intentando encontrar cualquier cosa que me ayudara a mantenerme en este mundo junto a Max, aunque fuera un par de años más.

― ¡Encontré algo! – sentí a Ofelia decir mientras me observaba con sus ojos color carmín con dos prominentes ojeras.

Cuando mis alas desaparezcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora