La primera vez que fui a la preparatoria

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El día había comenzado a transcurrir y con él también había conocido muchas cosas nuevas, era increíble como en el mundo humano podía aprender un millón de cosas diferentes en tan poco tiempo de las que nunca tuve un real interés en mi hogar, muchas veces al observar por miles de años no le tomábamos real atención a lo que realmente ocurría, a esas pequeñas cosas que hacían a los humanos sonreír. Esas no eran nuestras costumbres o lo que nos importaba en aquel lugar por lo que las cosas que parecerían más obvias para los humanos no eran más que algo completamente desconocido.

Susan me enseñó a hacer burbujas con detergente y un poco de agua, Max no quiso jugar con nosotros pero mientras miraba su reproductor de música podía notar de vez en cuando su mirada fija en mí, de alguna manera eso me hacía feliz y me invitaba a intentar hacer las mejores burbujas para que viera que tan bueno soy en aquella tarea. Erick llegó, era un hombre amable y parecía que se esforzaba mucho por su familia, aunque Kate tenía razón, a él no le agradaba mucho la idea de que me quedase a dormir, ni mucho menos extender mi estadía. Me costaba entender el porqué, pero sabía que debía tener sus razones, después de todo era un adulto.

―Y tú ¿Orión?, ¿Dormirás en la habitación de Max? ― me preguntaba con una extraña expresión mientras todos cenábamos la deliciosa comida que Kate nos había preparado.

Aunque no se lo pedí ella amablemente me preparó un platillo de verduras, ya que realmente no me animaba a comer carne ahora que era consciente de dónde provenía, si bien había comido pollo de la comida mágica de Max, no sabía que era pollo real y eso me hacía sentir remordimiento.

―Supongo ― le sonreí ― ayer dormí en el sofá y antes de ayer en el armario de Max ― ensanché mi sonrisa, pero me percaté de que Max estaba totalmente rojo por ello.

― ¿En el armario? ― preguntó Kate.

―Sí, era cálido, oscuro y olía bien ― le sonreí recordando el aroma de aquel armario, en su totalidad era el olor de las diferentes telas que desordenadas guardaba Max, pero también había diferentes aromas, como flores o más bien el detergente que usaba Kate y sobre todo el olor de Max estaba esparcido, me gustaba mucho el olor de Max.

―Esas son prácticas extrañas... ¿Cuántos años dijiste que tenías? ― me preguntó Erick.

Mire a Max pidiendo ayuda.

―Tiene veinte, recién cumplidos... ― dijo Max mirando hacia otro lado.

Entonces tenía veinte. Una sonrisa se formó en mis labios solo por pensar que ahora poseía una edad.

―Eres mayor...― dijo sin separar sus ojos de mí, me hacía sentir nervioso. ― Como adulto deberás saber que Max es un menor de edad... no quiero saber que lo estas mal influenciando.

―Yo nunca haría eso ― Solté algo sorprendido.

Yo quería que Max fuese feliz, pero no de cualquier manera, quería que fuera por el buen camino.

―Ja... ¿Ahora te preocupas por mí? Que chiste ― Escuché a Max hablar con un extraño tono de voz.

―Max... Respeta a Erick por favor.

― ¿Respetarlo?, ¿Qué ha hecho él para ganarse mi respeto?, ¿Cogerse a mi mamá? ― sonrió con malicia.

― ¡Max! ― Gritó su madre con las mejillas teñidas de rojo, mientras en un rápido movimiento abofeteaba a Max dejando la marca de su mano en la mejilla de su hijo ― Yo... ― retrocedió mirando su mano ― lo siento hijo ― Kate temblaba.

De alguna manera algo me decía que no debía interferir en lo que pasaba, tampoco era que pudiese hacerlo, estaba tan impactado como todos en la mesa. Max se llevó la mano al rostro, donde ahora su mejilla estaba completamente roja.

Cuando mis alas desaparezcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora