Aquella mañana el lobo llorón recibió una llamada de su amiga la liebre de marzo; su amor le había dejado y la pobre necesitaba algo para distraerse. Curioso que para ello fuera llamado el lobo. Quedaron los dos en verse el día siguiente. Más por la tarde la liebre le dijo una escusa, ya que al final la habian invitado a una gran cena, pero no podía decirle eso al lobo. Quedaron para otro día, que el lobo aceptó, más cuando llego esa mañana la liebre nuevamente la cambio de planes.
- ¡Lo siento, me acabo de dar cuenta que tengo que hacer algo importante y lo tengo que hacer hoy! Es primera vez que cancelo un plan, me sabe mal, prometo pasarme por tu casa a visitarte, se que te cuesta salir de esa cueva.
El lobo rió y le quitó importancia, esperando aquella semana a que la liebre apareciera, más nunca lo hizo.
Otra mañana el lobo llorón recibió otra llamada, esta vez, de su amiga el gorrión. Ella era alguien muy ocupada, mas logró apartar unos minutos para verse con el lobo que sabia que pasaba por mal momento, aún cuando este no paraba de mostrarse feliz y despreocupado. Solo pudieron verse unos minutos, en los cuales la gorrión intentó subirle el ánimo muy a su manera, sin lograr consolarle mucho y dandose por vencida. Aun así fue buena tarde para el lobo.
La mañana siguiente decidio ir a visitar la casa de su amigo el zorro, mas habia una nota para quienes se acercaban. "No estoy en casa". El lobo se fue y hasta los dos días no volvió, encontrandose esta vez con el zorro de partida.
- Voy a ir a visitar a mis primos, pero cuando vuelva puedes visitarme.
El lobo le deseó suerte y lo comprendió, al menos hasta que caminando de vuelta a casa lo vio de camino con el ciervo, el conejo y la mofeta al rio. Se sintió molesto de que le hubiera mentido.
Una semana después la ardilla le llamó, diciendo que le invitaba al rió que todos iban, ya su hermano no podía ir y no conseguía a nadie mas que se uniera a su grupo de 3.
El lobo no se sintió a gusto con ello, por lo que inventó una excusa, logrando así salvarse de aquello.
Pasó un mes en el que el lobo llorón permaneció en casa; sin apetito, sin ganas de salir. Tampoco nadie más le llamaba, y a él tampoco le apetecía hablar con los demás animales. No fue hasta una noche de luna llena que salió de su cueva. Sentándose afuera para ver a su única compañera. Le susurró a la luna todas las cosas que le dolían y tras llorar encontró consuelo en una idea.
Aquella noche saldría de caza.
No fue hasta el amanecer que el lobo acabó. Satisfecho con lo que habia hecho, sintiendose incluso como el rey del bosque. Puso sus presas ya muertas dentro de su cueva y poco a poco fue comiendose lo que tenía.
Cuando acabó el banquete era nuevamente de noche y desde el atardecer el lobo ya comenzaba a sentirse mal por lo que había hecho. Se sentó nuevamente fuera de casa y hablo con la luna entre sollozos, su compañera. La única a la cual ahora podía llamar "amiga" puesto que el resto, ya habían muerto para él a merced de su trastornada soledad.