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David no podía creer aún que estuviera en Inglaterra. Desde hace mucho tiempo quería venir, el problema era que no tenía dinero suficiente. Y ahora, después de tantos años, había logrado conseguir un trabajo ahí.

Se encontraba delante de la puerta de su nuevo apartamento. La abrió emocionado y al entrar... recordó lo pequeño que era. Apenas se podía caminar por ese sitio. Pero no le importaba mucho. Cuando ganara el dinero suficiente para comprarse una casa en condiciones, no dudaría en largarse. Dejó las maletas en el suelo, cansado por el largo viaje. Lo que necesitaba ahora era una buena siesta.

Justo cuando se sentó en la cama escuchó un fuerte golpe. Al parecer el ruido provenía del apartamento de su vecino. No le tomó mucha importancia. Se tumbó, suspirando y pensando que mañana empezaría su primer día de trabajo. Vale, tal vez no era el mejor trabajo del mundo ser camarero, pero por algo había que empezar ¿No?

Se volvió a escuchar ese golpe y ya se estaba rayando. ¿Qué estaba haciendo? Se volvió a escuchar y se sentó rápidamente.

- ¡Bienvenido!-

Al escuchar la voz de su vecino dándole la bienvenida desde su apartamento, le recorrió un escalofrío. Algo le decía que su vecino parecía no estar muy bien de la cabeza. Se escucharon unos cuantos golpes más hasta que oyó como llamaban a la puerta. No sabía si hacer cómo si no estuviera o abrirle. Optó por la segunda opción. Abrió la puerta, encontrándose con un chico más o menos de su misma altura, tal vez tres centímetros más alto que él. Tenía el pelo desordenado, de color rubio y unos ojos castaño claro. Su ropa estaba algo arrugada y sucia. Parecía un vagabundo. Un vagabundo guapo.

- ¿Qué tal?- saludó con una sonrisa.

Lo agarró de los brazos, acercándole a él para darle un beso en los labios. David abrió los ojos sorprendido. Dejó de besarle y entró dentro como si fuese su propia casa. Se tocó sus labios, aun analizando lo que pasó. ¿Dónde se había mudado?

Al ver como el chico cogió una de sus maletas, frunció el ceño.

- ¿¡Se puede saber qué hace!?-

El chico abrió la maleta, empezando a mirar lo que había dentro. Como vio que le ignoró, lo separó de su maleta. Este tío tenía muy poca vergüenza. Primero da golpes en su casa para darle la bienvenida. Después le besó en los morros como si nada. Y por último empieza a mirar entre sus cosas.

- Es para ver si no tienes nada extraño. No puedo vivir tranquilo sabiendo que tengo un loco por vecino.-

Recordó de nuevo todo lo que acababa de hacer. ¿Estaba hablando en serio?. Si el loco es él. Empezaba a entender por qué este piso había estado en venta durante mucho tiempo.

- ¿Está de coña?-

El chico miró por la ventana. Se quedó bastante tiempo así. Y a David le empezaba a dar muy mal royo. Miró también la ventana, sin ver nada interesante.

- Bueno, me voy. Nos vemos mañana. Espero que tengas todo más ordenado, asqueroso.-

David miró todo el lugar. Estaba todo reluciente, no había nada con polvo. Lo miró raro, pensando otra vez que ese chico estaba como una puta cabra.

- Pero si está...-

La puerta se cerró y después de unos segundos se escucharon otra vez los golpes.

Su sueño de venir a Inglaterra se había cumplido. Pero esto si que no se lo esperaba. ¿Por qué no le habían dicho que al lado vivía un loco? Lo mejor sería ignorarlo. Aunque su vecino parecía no querer ignorarle a él.

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David dormía plácidamente. En todo el día se habían escuchado esos golpes, pero cuando el sol empezó a esconderse, dejaron de escucharse.

Llamaron a la puerta, y David ya se esperaba lo peor. Rogaba por que no fuera ese hombre. Empezó a escucharse como llamaban al timbre varias veces seguidas. Suspiró, poniéndose sus manos en la cara desesperado.

Se levantó y abrió la puerta. Y en efecto, era el vecino rarito. Ahora llevaba un esmoquin, el pelo muy arreglado y olía a flores. Ignoró lo arreglado que iba e intentó sonreírle.

- ¿Tienes un mapache?-

- ¿Que si tengo qué?-

- Un mapache.-

Un silencio los invadió. O sea que son vete a saber tú qué horas, este tipo sigue despierto... y muy arreglado... ¿Y no tiene nada mejor que hacer que venir a molestarlo para preguntarle si tenía un mapache?

Se aguantó las ganas de soltarle una hostia. ¿Por qué él iba a tener un mapache?

- No. No lo tengo.-

El chico entre cerró los ojos, sacando una libreta y apuntando algo. Arrancó el papel, dándoselo en la mano a David. Él miró lo que ponía, y al leerlo, se puso su dedo pulgar e índice en las sienes.

Multa a mi vecino por no tener un mapache.

Tendrá que pagarme: 1.000.000 €

Arrugó el papel, cogiendo algo de aire.

- ¿Me ha multado?-

- Eso he hecho.-

No sabía qué decirle. Más bien, no sabía cómo mandarlo a tomar por culo.

- Alex ¿Vas a venir o qué?-

Los dos miraron a la chica que habló. David al verla no pudo evitar abrir la boca. Era una chica muy sexy. ¿Qué hacía con ese loco?

- Ya voy.-

Se volvieron a mirar, y Alex le sonrió. David tragó saliva. Puede que estuviera muy mal de la cabeza, pero era muy guapo. Se marchó, entrando en su apartamento con esa chica. Por lo menos estaba asegurado que no le molestaría más durante toda la noche.

Cerró la puerta, tirando ese papel al suelo. Mañana le esperaba un día muy largo.

Mi vecino raritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora