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Odiaba tener que fingir estar malo solo para no salir y encontrarse con ese hombre. Había estado encerrado en su casa durante cuatro días. No se atrevía a abrir la puerta. No después de lo sucedido.

- Aparte de ser un loco es un violador.-

Se tapó con la manta hasta la cara. Últimamente su vecino no había dado signos de vida. Los golpes que siempre daba no se escucharon por los cuatro días que se llevó aquí. Y tampoco intentó hablar con él. A lo mejor se había ido de viaje.

Se levantó de la cama, cogiendo una chaqueta del suelo. Saldría un momento para comprar algo de comida y después volvería.

Abrió la puerta con miedo, miró hacia los lados y no había ni un alma. Al dar un paso, sintió que pisó algo.

- Ay.-

Miró abajo, encontrándose con Alex en un saco de dormir.

- ¿¡Pero qué coño haces!?-

- Menos mal que has salido. Empezaba a pensar que un conejo te había raptado.-

- ¿Has estado todo este tiempo aquí?-

Alex asintió. David abrió la boca sin creérselo. Por eso no se escuchaban los ruidos. Empezó a pisarle la barriga enfadado. Solo a alguien como él se le ocurriría dormir en la puerta de su vecino durante cuatro putos días.

- Ah, para, le vas a hacer daño a mi hijo.-

- ¡Estás fatal!-

Dejó de pegarle para volver a encerrarse en su casa. El timbre sonó y obviamente no le iba a abrir. Estaba empezando a sentirse mal de verdad. Esperó hasta que al parecer se cansó de molestar.

Mañana por desgracia tendría que ir a trabajar. No podía seguir inventándose que estaba enfermo. Necesitaba el dinero rápido para largarse de ese sitio. Se iría a un lugar lejos de ese loco. Muy muy lejos...

Llamaron a la puerta.

- ¡En serio, déjame en paz!-

- P-perdón, creo que vengo en mal momento.-

Al escuchar la dulce voz de una chica abrió la puerta. Se encontró con una chica bajita, pelo ondulado de color rubio y unos ojos verdes. Se quedó embobado al verla. Era tan guapa.

Reaccionó al ver que la chica empezaba a ponerse nerviosa por el tiempo que se le había quedado mirando.

- Yo... lo siento por chillarte. Creí que eras otra persona.-

- No importa.-

- Soy David, mucho gusto.-

Levantó su mano para saludarla. Ella sonrió y cogió su mano.

- Encantada. Soy Abby, su vecina.-

Soltó aire feliz por lo que dijo. Una vecina aparentemente normal, guapa, simpática... incluso sin conocerla de nada, presentía que tenían muchas cosas en común.

- No me presenté antes porque estaba algo ocupada con mi trabajo y no me enteré hasta hace poco que alguien se había mudado aquí.-

- Ah, bueno, no importa.-

Abby miró la puerta de al lado. Luego miró a David algo extrañada. David ya se imaginaba lo que pensaba. Qué raro que este chico no se haya ido aún con el loco que tiene al lado.

- ¿Quiere entrar?-

- Pues...-

- Claro que no quiere.-

Mi vecino raritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora