4

2.6K 242 56
                                    

Ha pasado un mes desde que David vive en Inglaterra. Y desde entonces, todo es igual.

El novio de Abby, cuyo nombre aún no sabe, venía cada sábado para darle todo su amor. De vez en cuando se saludaban, y poco más.

Abby a veces no salía de su casa. Al parecer tenía un trabajo muy estresante y duro. También sabía que era una vaga. Por lo que había observado, parecía que ella estaba mejor de la cabeza que su hermano. Pero por si las moscas, no se acercaba mucho.

Y Alex... sigue empeorando. Cada vez tiene que tener más cuidado. Si sale de su casa, casualmente también salía Alex. Si iba a trabajar, casualmente Alex tomaba algo allí. Si intentaba hablar con alguien para por lo menos tener un amigo, Alex aparecía de nuevo casualmente y le comía los morros. Empezaba a considerar una buena idea darle una orden de alejamiento.

Otra cosa que también le molestaba es que no parara de entrarle. Es que no podía hacer nada sin que ese estuviera encima suyo. Y literalmente. Siempre que tenía la oportunidad le besaba. La vez en la que intentó ir más allá de un simple beso, David se aseguró de que ese desgraciado no saliera de su casa por problemillas con sus hijos. Abby un día incluso le ofreció un spray de pimienta para protegerse.

Pero por fin, solo y exclusivamente hoy, podría estar tranquilo. Abby, que empezaba a caerle mejor, se había llevado a su hermano a pasar el día con ella. Con lo cual... eso significaba... que era LIBRE.

——————————————————

Todo el maldito día había estado dando vueltas en la cama. Pensando en nada. Es que no tenía nada que hacer. O más bien no tenía ganas de hacer nada.

Podría ir a tomar algo por ahí con algún amigo. Pero no tiene. Podría hablar con alguien por WhatsApp... pero le daba pereza levantarse para coger su móvil. En resumen, no hizo nada. Solo se quedó mirando el techo hasta que llamaron a su puerta.

Al abrirla se encontró a Alex.

- ¿Quieres cenar en mi casa?-

- No.-

Alex agarró su brazo y lo arrastró hasta su apartamento. La verdad, ya sabía que iba hacer eso. Pero total, no tenía nada que hacer. Conocer al loco de su vecino a lo mejor le entretenía.

Cuando entró, se extrañó. No estaban los cuadros de pingüinos ni todo tan desordenado como lo vio la última vez.

- No sé cocinar, así que he roba- digo... traído algo de comida de ese restaurante al que me llevó Abby.-

Cogió una bolsa y tiró como si nada todo a la mesa.

- Vale...-

Se sentó mientras miraba la puerta de salida, empezando a pensar que era una mejor idea huir de aquí. Alex, en vez de sentarse en frente de él, se sentó a su lado. David le lanzó una mirada de «intenta tocarme y te mato» su vecino solo cogió un bocadillo de la mesa y lo mordió.

No hablaron mucho. Bueno, no hablaron nada. Solo zamparon hasta quedarse sin comida. Cuando Alex dio su último bocado, los dos se miraron, sin saber qué hacer. Esto era muy incómodo.

Alex bostezó mientras se rascaba la cabeza.

- ¿Cuántos años tienes?- preguntó Alex, rompiendo al fin el silencio.

- Tengo... 23.- mintió.

La verdad es que a veces se sentía tan viejo al recordar su edad. En realidad tenía 30 años. Sí, 30 años y aún sin novia, sin un trabajo bueno y sin un puto amigo.

- Yo tengo 25.-

Solo cinco años de diferencia.

- ¿Te gustan los pingüinos?- preguntó al recordar esos cuadros que vio la otra vez.

- Me encantan los pingüinos.-

Comenzó a reír al escuchar esa declaración. Lo había dicho de una forma tan seria. No pegaba ese tono de voz tan serio con una declaración tan ridícula.

- ¿De qué te ríes?-

No pudo ni contestar de lo tanto que se estaba riendo. Alex sonrió. Cuando David se calmó, secó sus lágrimas y lo miró con una sonrisilla.

De repente todo se quedó en silencio. Se acababa de dar cuenta que su risa había sido provocada por ese rarito. Mordió su labio y miró la puerta de salida.

- Gracias por la comida, secuestrador, pero creo que ya es hora de que me vaya.-

En cuanto se levantó, su vecino cogió su muñeca y lo obligó a sentarse de nuevo, para acto seguido besarlo.

Este beso era diferente a todos los demás. No había toqueteos, ni desesperación. Solo eran sus labios contra los suyos.

Alex se separó un poco, mirando fijamente los ojos verdes de David.

Llamaron a la puerta y ninguno de los dos movió un músculo.

- ¡Alex me has dejado tirada en medio de la calle. Eres una mala persona. Abre la puerta!-

Cuando escuchó la voz de Abby, su vecino se movió para dirigirse a la puerta y abrirla. David solo se quedó mirando a la pared, aún sin reaccionar. ¿Por qué de repente se sentía así? ¿Por qué cuando Alex se separó pensó en volver a juntar sus labios? ¿Por qué odiaba a Abby en este momento si tenía que amarla?

- Si te dejé con ese vagabundo tan majo.- se escuchó hablar a Alex, entrando en la cocina.

Abby entró con los brazos cruzados. Su hermano había sido tan cruel. En cuanto intentó subirse al coche la empujó y se largó. Le dio una pequeña colleja a su hermano, que solo le sacó la lengua. Cuando se dio cuenta de que David estaba ahí, sonrió.

- Hola.-

David no respondió nada, solo se levantó y salió de allí.

- ¿Qué le has hecho?-

- De momento nada.-

Mi vecino raritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora