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Todo Konoha amanece de forma lenta.  Ella sale de su departamento tan temprano que el sol apenas es un resplandor lejano, y el piso emana el frescor de la noche. Sus ojeras son un tanto más oscuras que de costumbre y un ligero rímel intenta disimularlo con pestañas largas y ojos embellecidos.

Nunca lleva maquillaje puesto, se siente una extraña. Pero esta mañana tiene una misión sencilla y no le interesa tanto el qué dirán. Al menos eso quiere creer.

Ser mujer o ser un shinobi. Esa siempre fue su disyuntiva. Pero ser un shinobi le salía más fácil, así que se desprendió de sus intentos de ser bonita y femenina. No necesitaba andar arreglada, y mucho menos sentirse débil. Sentía que su forma de ser más sencilla e informal dejaría que la que luzca fuera su fuerza.

Siempre intentando encajar.

Ganarse el respeto de sus pares (osea, de Neji) siempre fue primero para ella, y ahora que él la había besado, algo hizo un clic. Podía ser ella, podía ser mujer, bonita, fuerte, querida, respetada, deseada.

Y entonces ya nada la reprimía si el día de hoy quería llevar su rímel, si el día de hoy estrenaba ese kimono bonito y cómodo que su sensei le regaló dos años atrás y nunca quiso usar.

La mañana le vaticina el fin del mundo como lo conocía, y en eso piensa mientras camina hasta donde la Hokage, atravesando los pasillos y calles laberintosos de la aldea. Si bien guarda la compostura y su gesto neutro e indecifrable, hay mil cosas rondando en su cabeza. La verdad es que anoche lloró y tal vez, en sus pálidos ojos, aún hay resabios de esas lágrimas (ese tono rojizo en su esclera, la leve hinchazón de sus párpados) Pide a su padre, que en paz descansa, que si le puede dar una mano desde el más allá, que no le permita cruzarla en todo el día.

Tenten es ahora su peor enemiga, y no por que la castaña haya hecho algo mal, sino, por ser el espejo donde se refleja toda su cobardía. Ella y su boca linda lo obligaron a besarla, y él, tan poco capacitado emocionalmente, tuvo que huir. Dar la cara el día de hoy no es una opción. Quiere al menos poder procesar bien todo lo que le pasa.

¿Si la quiere (y la quiere) por qué tanto miedo?

Porque no solo nadie le enseñó sobre sentimientos y amor, sino porque además, hay algo extraño en él, algo que no sabe como interpretar.

Siempre intentando entenderme a mi mismo. Siempre fallando en el intento.

La vida es tan puta como su suerte, puesto que ahí, frente al escritorio de Lady Tsunade, luego de entrar por la puerta a su despacho, está ella. Y hoy lleva puesto un kimono hermoso que le permite ver sus piernas kilométricas.

Ella voltea y hay sonrojos por aquí y por allá. La Hokage ignora absolutamente todo pues no le interesa y les asigna la misión sencilla de proteger la entrada de cualquier persona sospechosa durante una peregrinación que pasa por la aldea esa misma tarde.

Fácil para dos ninjas de sus niveles. Difícil si tenemos en cuenta que el castaño no la quería ver.

Ella, en cambio, si quiere verlo, y todo ese camino en silencio hacia la entrada le llena el corazón de dudas. Ni siquiera tuvo la delicadeza de dedicarle una mirada. 

La femeneidad no le sienta. Se lo repite una y otra vez.

Están sentados por unas largas dos horas sin emitir palabra. Neji activa su byakugan esporádicamente cuando alguien mínimamente sospechoso pasa frente a ellos, pero no encuentra nada. Son un montón de personas peregrinando por razones religiosas que él desconoce.

-¿Vas a seguir siendo un estúpido?- La castaña masculla sacándolo de sus pensamientos aburridos y monótonos sobre la misión que les asignaron.

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