Sentirla

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Si. Definitivamente Amelia había crecido.
Seguía siendo una tentación para él, pero ver como trataba de alejarlo le estaba matando.

Si, la acompañó hasta su habitación. Quería preguntarle a solas sobre su fondo de pantalla, pero Amelia tenía otros planes y le cerró la puerta en las narices dejándole fuera.

Así que ahora se encontraba a solas en su habitación, tendido sobre la cama pensando en ella y en todo lo que vivieron desde aquella noche en el baile.

Como recordó poco antes, no había comprendido entonces lo que verla con otro le haría.
Ella era la hermana de su mejor amigo.
Jamás se le hubiese pasado por la cabeza albergar sentimientos como aquellos, pero no podía negar que los tenía y que un simple beso fuese a cambiarlo todo.

Aquella noche soñó con ella, como tantas otras veces a lo largo de los años, sin embargo, aquél sueño fue más real, más vívido, porque los besos, caricias y las manos que sentía sobre su cuerpo o el cuerpo que sentía bajo sus manos no eran producto únicamente de su imaginación.
Tan solo a unas habitaciones al lado, Amelia compartía su sueño con el hombre que amaba. Un sueño tan real que podía sentirlo como si sucediese de verdad.
Cuando el clímax les sobrevino a ambos, despertaron de golpe desnudos, con sus cuerpos empapados en sudor y con los restos de su placer mojando las sábanas.

A la mañana siguiente cuando se encontraron frente a la puerta de Amelia para ir a desayunar, ninguno mencionó lo ocurrido a pesar de que ambos eran muy conscientes de que de algún modo que desconocían, Amelia había llegado a él a través de su sueño, lo que significaba que no era tan inmune a él como quería aparentar.

Desayunaron en silencio y solo se vio interrumpido por el teléfono de ella.
-¡Hola!...Si, lo sé. Estoy atrapada en la ciudad...No, al final se lo tomaron bastante bien...Si, también Dana lo sabe. No, por supuesto que no estoy enojada porque le contases...Si, lo traje conmigo,¿por qué?... ¡Eso es genial! Lo miraré en cuanto vuelva a la habitación... Cuídate tú también. Un beso.

El silencio volvió a establecerse entre ellos y antes de que acabase su propio desayuno a base de café y bagels, Amelia terminó el suyo, se despidió apresuradamente y se alejó.
Parecía que no quería estar a solas con él mucho tiempo.
Eso le hizo sonreír.
Y luego la cosa se puso mejor.

Veinte minutos después dejaba su habitación para trasladarse a la que había justo al lado de Amelia, debido a un pequeño problema de fontanería. Ahora solo una mísera puerta lo separaba de la cama de ella. Una puerta fácil de abrir, lo cual no tardó en hacer.

Ver como ella dormía sobre la cama completamente tapada con las sábanas le trajo otros recuerdos a la mente. Y con ellos vinieron otras muchas sensaciones que ya pensaba que jamás sentiría de nuevo.

Recordaba una ocasión especial. No era la primera vez que ella dormía en sus brazos.
Habían estado escondiéndose de su padre y hermano por un tiempo en parte por la edad de ella, pero para ser sincero, temía que no le creyesen lo suficientemente bueno para Amelia.
Al final había demostrado que no lo era cuando la dejó.
Nadie sabía sin embargo lo duro que le resultó la separación o la de noches que se obligó a beber hasta caer inconsciente porque temía no ser lo bastante fuerte como para no dar media vuelta y volver.
Solo Evan sospechó y no lo hizo hasta que inventó un viaje de negocios que casualmente coincidía con la boda de su mejor amigo.
Evan no preguntó. Dijo que lo entendía y jamás le guardó rencor. Él ya se sentía lo bastante miserable.

Esa noche, tres años atrás, quedó con ella en la casita del lago junto al que vivía.
Su padre no estaba y Amelia había dicho que dormiría en casa de una amiga.
Casi hicieron el amor aquella noche, de no haber sido la primera vez que le bajaba el período. Ella había estado tan avergonzada.
Aquella noche la abrazó y besó mientras ella sufría de pequeños calambres.

Por las pequeñas arrugas que se formaban en su frente y los ruiditos que provenían de la cama, habría jurado que dormía profundamente.
Avanzó hacia la cama sin detenerse, se sacó los zapatos y se metió bajo las sábanas con ella, atrayéndola hacia su cuerpo mientras con una mano le acariciaba el vientre con pequeños círculos.
Eso siempre funcionó y se alegró al comprobar que seguía haciéndolo.

-No puedes estar aquí.
-No hay otro sitio en el que prefiera estar, Amelia. Mi lugar es contigo, cuidándote.
Se revolvió entre sus brazos hasta que estuvieron cara a cara.
-¿Hasta cuándo?
-Espero que pienses que toda la vida no es mucho porque es mi intención. Sé que me alejé. Sé que la jodí, pero estoy rezando para que sepas perdonarme.
No respondió. Bajó la cabeza y poco después se quedó dormida.

Nathaniel no se apartó de su lado.
Todavía tenían cosas que resolver, empezando por encontrar a Sierra. Luego aprovecharía las vacaciones hasta año nuevo para llevar a Amelia de vuelta a casa y rezar para sobrevivir a su padre.

Estaba a punto de quedarse dormido cuando su teléfono rompió el silencio de la habitación.
Amelia se removió entre sus brazos y aún así se las apañó para coger su teléfono sin soltarla.
-¿Diga?
-¡Ya soy padre,tío!
Sonrió al escuchar la voz emocionada de su socio y amigo.
Prometió ir directamente hacia el hospital nada más se despertase su chica, quien no tardó mucho.

Estaba en su habitación con la puerta que comunicaba las habitaciones abierta mientras Amelia se vestía, cuando unos golpes en su propia puerta le obligaron a abrir.
-¿Nathaniel Harris?
Observó a los dos agentes de policía con curiosidad.
¿Habían encontrado a Sierra?
-Soy yo.
Se encontró de pronto de espaldas a ellos con las manos siendo esposadas mientras uno de los agentes le leía sus derechos.

-¿Que está pasando aquí?
Los tres hombres miraron a Amelia que les miraba a su vez con preocupación.
-Este hombre ha sido denunciado por malos tratos y nos lo llevamos a comisaría. Si conoce a algún buen abogado le recomiendo que le llame, señorita.
Y así, sin más, se lo llevaron.

Destinada a ti (Serie Love 19)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora